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A mi hija la llaman marimacho

, publicado el 16 Mayo 2011

[caption id="attachment_36" align="alignleft" width="300"] Directora Revista MíraLES[/caption]

Esta mañana recibí una carta que me cambió. Era del padre de una niña de once años. Para proteger la intimidad del padre y la hija les llamaremos Javier y Elena. Javier, divorciado de su mujer hace tres años ve a Elena dos fines de semana al mes y algunas tardes entre semana, puesto que es la madre la que goza de la custodia de la única hija del ex matrimonio.

Desde que Elena era muy pequeña Javier notaba que era diferente. “Nunca le han gustado las muñecas ni las chorraditas de niñas, juega al fútbol mejor que sus primos y le gusta llevar coletas o el pelo cortito, se muere de la vergüenza con los vestiditos que le compra su madre. Vamos, si es que hasta sus abuelos (de la madre) la llaman marimacho”, comenta en su carta.

Según relata Javier, sus sospechas acerca del lesbianismo de su hija no sólo están motivadas por la apariencia más masculina de Elena, sino que sobre todo por el creciente interés, más romántico que fraternal, que muestra por una de sus amigas del colegio. Javier decidió preguntarle directamente si le gustaban las chicas más que los chicos. Elena lo negó todo y durante días estuvo irritable, distante y apagada.

“Mi hija es lo más importante para mí y si fuera o no lesbiana a mi me da igual. Yo no espero que ella sea heterosexual, sólo espero que cumpla sus metas, sea una mujer íntegra, que sea feliz y, por supuesto, lo que cada padre quiere de su hijo, que no le hagan daño. Pero el mundo no es como un padre sueña y no sé como enfrentarme al rechazo que vive mi hija. En primer lugar de parte de su madre y de la familia de su madre. No la aceptan como es, la critican y la obligan a comportarse más femenina, se burlan de ella y la llaman marimacho”.

Además de la familia de su ex mujer, Javier está preocupado por el entorno de Elena. Sabe de un compañero de clase que le escribe “lesbianísima” en los cuadernos y la ridiculiza.

“Me siento impotente por no poder protegerla, el rechazo de su entorno la ha hecho ser más insegura y más introvertida, como no me lo cuenta siento que no puedo ayudarla y me desespero. Nunca he conocido lesbianas así que ni siquiera sé cómo tengo que tratarla. He estado investigando en internet y cuando encuentro noticias de chavales que se suicidan por ser homosexuales me da pánico. No sé como manejar la situación y temo no saber hacerlo en el futuro. No quiero que tenga complejos o sufra por ser lesbiana. He hablado con mi ex para llevarla al sicóloga y ella me acusa de empujar a la niña al lesbianismo”.

El mundo es muy grande y pequeño a la vez. A veces estamos de un lado, a veces del otro. A Javier no le preocupa el lesbianismo de su hija, sino que el rechazo y la discriminación que pueda sufrir sin que él pueda evitarlo. Pero hasta el momento de sospechar de la orientación de su hija no se había planteado lo difícil que puede ser para una niña crecer en un mundo heterosexual, sin referentes, sin películas ni cuentos infantiles, en un colegio católico lleno de mensajes negativos hacia las minorías sexuales.

El mundo es grande y pequeño a la vez. No es el mundo que Javier, como padre, quiere para Elena, ni el que MíraLES quiere para todas nosotras. Sólo en el último mes hemos podido leer en la prensa que en Arabias Sauditas una chica es expulsada de una universidad, por lesbiana; que en España un sacerdote ha negado la comunión a una mujer, por lesbiana; que en Sudáfrica, otra vez, una mujer fue violada y golpeada hasta la desfiguración de su rostro, por lesbiana; que en Italia una diputada es insultada y amenazada en la calle, por lesbiana.

Por lesbianas. Ese es el argumento que usa la lesbofobia para actuar contra nosotras.

Por lesbianas. Ese debe ser el argumento con el que contraataquemos. Por lesbianas debemos salir del armario, por lesbianas debemos ser un referente para las niñas como Elena, por lesbianas debemos apoyar con nuestra visibilidad a los padres angustiados como Javier, por lesbianas debemos no avergonzarnos de nuestros afectos. Por lesbianas debemos construir un mundo nuevo. Por lesbianas. Y para lesbianas.

Categorías: Editorial , Opinión
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