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Curvas peligrosas, de Susana Hernández

, publicado el 1 Julio 2012

Curvas peligrosas tiene todo lo que e

[caption id="attachment_818" align="aligncenter" width="700"]La autora La autora[/caption]

speramos de una buena novela policíaca: asesinatos, tiros, tensión sexual, persecuciones, secuestros y hasta heridos en la UCI. A la acción trepidante se suma en este caso una densa, bien trabada red de relaciones, afectos y desencuentros, que da profundidad al texto y dota de verdadero interés a la trama. Porque nos gusta la acción, pero nos gusta más aún si nos sentimos emocionalmente vinculados a los personajes; y Susana Hernández sabe darles cuerpo y alma, nos los hace próximos, profundamente humanos. Encontramos en Curvas peligrosas una gran variedad de caracteres: mujeres heterosexuales y homosexuales, divorciadas, en relación estable o con derecho a roce; padres cariñosos, madres odiosas, exmaridos veleta, hijas confundidas, abuelos entrañables, amantes apasionadas, familias con chalets de lujo o pisos de extrarradio, médicos, policías, camareras, abogadas … Y como escenario de la acción, la ciudad de Barcelona, auténtico personaje que se ve, se escucha y se huele en las páginas de esta novela apasionante.

Rebeca Santana, subinspectora del Cuerpo Nacional de Policía, es rubia y deseable, pero se encuentra en las antípodas del estereotipo: monta una Harley y viste tan descuidadamente que pasaría fácilmente desapercibida en el Carmelo o el Raval, barrios populares de gente sencilla, de los más interraciales de Barcelona. Es inteligente y sobradamente preparada, aunque al inicio de la novela muestra la inseguridad de cualquier novata que acaba de tomar posesión del cargo. Cauta y reservada por naturaleza y, a veces, por necesidad, Rebeca se muestra fuerte, pero aún no es dura: todavía le impresiona un cadáver destrozado. Para desesperación de su novia-esposa Claudia, andrógina vendedora de palomitas en un cine de la ciudad, Rebeca aún mantiene una bonita relación de amistad con su primera novia, una rubia que “era como mezclar Prozac i tequila, sedante cuando convenía, y mortal de necesidad a tragos cortos”. Y no olvidemos a Malena, la eficiente abogada que colabora con Raquel en la comisaría, todo un carácter… y un cuerpo que tiene, en opinión de Rebeca, “doscientos polvos seguidos”.

Miriam Vázquez, subinspectora con veinte años de experiencia en el cargo, es la compañera de trabajo de Rebeca. Vive junto a su hija de diecinueve años en un lujoso chalet, en el exclusivo barrio de Pedralbes. Heterosexual y divorciada, Miriam lleva un año sin catar varón; algún masaje en las hábiles manos de un turco imponente es la única satisfacción que concede a su cuerpo. Su mal carácter y su vestuario de alta costura son legendarios en la comisaría, hasta el punto de ganarse el sobrenombre de La Marquesa.

Agua y aceite, Rebeca y Miriam deberán aunar esfuerzos para capturar al asesino o asesina de dos chicas con síndrome de Down. Que las víctimas sean discapacitadas no es trivial – nada lo es, en una buena novela-, en cuanto Curvas peligrosas rompe una lanza (o más bien dos) a favor de lo diferente, de lo considerado anormal. Lejos de retratar un colectivo abstracto, Hernández nos muestra a dos chicas con nombres y apellidos, con habitaciones decoradas con muñecas y pósters de cantantes famosos, con hermanas y padres, con amores platónicos, con toda una vida por delante que acaba salvajemente truncada por una mano criminal. Van a importarnos, y mucho, esas chicas inocentes y frágiles, blanco de burlas, presa fácil de quienes, desde su ignorancia y prepotencia, las tratan como si pertenecieran a una raza inferior.

Rebeca se siente próxima a una de las chicas asesinadas por su origen humilde, pero también porque “luchaba por ser normal en un mundo poco tolerante con todo lo que huela diferente”. También hay por ahí gente que considera anormal a la propia Rebeca, como si estuviera aquejada por algún tipo de discapacidad. La autora expone este hecho sin tintes trágicos ni de forma reivindicativa, y opta en general por una perspectiva realista e irónica. Buen ejemplo de ello es una divertida conversación entre una madre católica a ultranza (“hija, estás a tiempo de convertirte. De ser normal. Aún eres joven. Eso es antinatural”) y una hija lesbiana que le responde con desparpajo y (santa) paciencia: “lo que es antinatural es tener que escuchar estas idioteces después de trabajar once horas. (…). Al Islam, me voy a convertir. (…) Bollera y musulmana, sería la hostia.”

A partir de la situación que Rebeca vive en su trabajo, la autora plantea la necesidad de hacerse visible como forma a veces dolorosa, pero necesaria, de ganar posiciones frente a ese otro colectivo pretendidamente más numeroso. Hablamos, no lo olvidemos, de una mujer hermosa, joven, novata y sensible, inmersa en un colectivo profesional tradicionalmente homófobo – aunque las cosas, afortunadamente, están cambiando- y que lucha para ganarse el respeto de sus subordinados o de su propia compañera, rica y heterosexual. Rebeca se ha encerrado sin querer en el armario desde el momento en que cruzó la puerta de entrada a la comisaría y ahora, se dice a sí misma, se ha convertido en lo que siempre ha criticado: “la mentirosa, la cobarde, la que traicionaba sus propios principios”. Optar por no ser visible también va a causarle otros problemas, como sentirse incómoda en la propia piel, o tener que afrontar constantemente preguntas, situaciones y lugares que podrían comprometerla.

Otro debate no menos interesante que plantea la novela es el de fidelidad versus promiscuidad, poliamor o relación cerrada. También se apunta en la novela el temor a iniciar una relación con una persona bisexual o las posibles dificultades para mantener la pasión y la complicidad en una relación larga, cuando al desgaste de la rutina se suma la amenaza de los celos:

—¿Me quieres, Rebeca?
—Claro que sí – murmuró buscando desesperadamente sus labios.
—¿Y a Virginia?
—Bésame, por favor, Claudia.
—¿La quieres?

Los labios de Santana iban por libre, se debatían entre los besos, los mordiscos y las pocas ganas de hablar.

—Ella es mi amiga y…
—Es más que una amiga —atajó Claudia
—Sí. Es más que una amiga, pero te quiero a ti.

Claudia cedió. Soltó la pobre taza que se estrelló contra el fregadero y empujó a su novia contra la nevera. Los imanes de frutas y pizzas a domicilio se clavaron en su espalda y el trasero de Santana.

—Yo también te quiero — dijo entrecortadamente Claudia, dejando al descubierto sus senos tamaño manzana Golden- Fóllame, Rebeca, fóllame como antes.

¿Como antes? ¿A qué se refería?

—Un momento, un momento –detuvo la mano de Claudia que ya surcaba la humedad entre sus bragas — ¿Qué has querido decir con eso?
—Nada, mi amor — se incorporó repentinamente desganada, poniéndose de nuevo la ropa
—. No he querido decir nada, joder. Siempre lo tienes que analizar todo con lupa.
—¿Y a dónde vas ahora?
—A dormir — masculló dejando a Santana con los imanes clavados en la espalda y las bragas chorreando.

Miedos, dudas, conflictos e inseguridades con los que cualquiera podría identificarse, y que demuestran la versatilidad de una novela que no es sólo negra, sólo lésbica, sino una buena novela que, como bien dijo la escritora Libertad Morán, es capaz de integrar a personajes LGTB con naturalidad en una trama, haciéndola atractiva para cualquier tipo de público.

Recientemente, en el marco del ciclo de conferencias Humanidades en femenino, organizadas por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, Susana Hernández anunció que en septiembre tendremos entre las manos la continuación de Curvas peligrosas: se llamará Contra las cuerdas, y va a editarla Al Revés. No sé vosotras… pero yo no puedo esperar.

Otras novelas de la autora:

  • La Casa Roja (Premio Ciudad de Sant Adrián 2005).
  • La puta que leía a Jack Kerouac (Lesrain 2007).Descarga en versión Kindle
  • Enamórate, libro de relatos junto a otros autores (Odisea Editorial, 2012).Descarga aquí

Más información:

  • Página oficial de la autora
  • Dónde comprar Curvas peligrosas
  • Haz clic aquí para descargar Curvas peligrosas (versión Kindle)

Todas las citas han sido extraídas de: Curvas peligrosas, de Susana Hernández, Odisea Editorial, Selección Safo, 2010.

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