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Gabriela Mistral, ¿transgénero?

, publicado el 16 Septiembre 2012

Foto de Pepa Santamaría

Hace unos meses compré el libro “Niña errante” que recoge la correspondencia por fin no censurada entre la escritora chilena y premio Nóbel Gabriela Mistral y la que fue su albacea y pareja, la norteamericana Doris Dana. Empecé a leerlo, me aburrió y lo dejé (y eso que a mí me gustan los libros de correspondencia), y ahora he vuelto a cogerlo. Supongo que a todas os ha pasado que un libro o una película os aburran un día y, sin embargo, os resulten fascinantes en cualquier otro momento por razones que no siempre son fáciles de discernir pero que tienen que ver con la propia vida.

 

Eso me ha pasado a mí con “Niña errante”. Hace unos meses me costaba concentrarme, estaba en medio de una ruptura amorosa muy difícil y las cartas que enviaba a su amante una lesbiana que probablemente no se vivía como tal, una mujer conservadora y pudorosa de mediados del siglo XX, una escritora que no me interesa nada, me daban igual. El libro se vendió y se editó como muy polémico a cuenta de las tonterías de siempre: que a Chile (¿a quién de Chile, habría que decir?) no le ha gustado nada que se publiquen unas cartas que demuestran (como si cupiera alguna duda) que Mistral era lesbiana. A pesar de todo, aun después del libro, hay mucha gente que lo sigue negando, lo cual, después de leer el prólogo del libro, no puede extrañar a nadie.

 Si en un primer momento el libro no me interesó mucho y lo dejé encima de la mesa donde dejo los libros que tengo a medio leer el otro día lo cogí por pura casualidad y volví a leer el prólogo y algunas cartas; mi visión del asunto cambió radicalmente y ahora me sentí fascinada con la historia. Es curioso como según cambian las circunstancias personales cambian muchas de nuestras percepciones. A mí me ha pasado con este libro. Para mí ahora es evidente que GM era lo que hoy llamaríamos  -y se llamaría a sí misma quizá- un hombre transgénero. Lo que no vi antes, o no me interesó antes, lo veo claro ahora (y me interesa) porque yo misma tengo por pareja a un hombre transgénero y es normal que algunos de los subtextos relacionados con esto y que antes permanecían ocultos, ahora en cambio se me  aparezcan muy claros. Se me aparecen también muy claros los intentos de “armarizar” esta circunstancia.

 Si hace años lo que se armarizaba era la relación amorosa que GM mantuvo con Doris Dana ahora este armario, aunque sigue existiendo, se ha relajado porque resulta risible ante la pura evidencia que muestran las cartas; a cambio surge el otro, el que pretende negar qué tipo de persona era Gabriela, que rol sexual o de género asumía en la relación con Doris, cómo se veía a sí misma.

 En “Niña errante”, publicado en 2009, el autor del prólogo, según el estilo que tan bien conocemos, no menciona ni una sola vez la palabra “lesbiana”; el asunto, a pesar de ser evidente hay que adivinarlo. Es curioso porque el prólogo va de eso, de que por fin se asume que las cartas que envió a Doris son cartas a su amante. Sin embargo, léase la siguiente frase: “el eje que articula (el epistolario) es precisamente uno de los aspectos más complejos y controversiales de la biografía de Gabriela, uno de los episodios que de su vida que más se ha prestado para un sinfín de especulaciones, distorsiones, maledicencias, reivindicaciones sectarias, acusaciones reaccionarias, silencios moralistas, en fin, toda una clase de escándalos: su relación con Doris Dana, amiga, secretaria, compañera de sus últimos días y, finalmente, albacea de sus bienes (…) Grandioso ejemplo de frase “de armario” ¿amiga, secretaria, compañera de sus últimos días, albacea? Entonces…¿por qué ese escándalo? El prólogo roza el absurdo. Ante unas cartas absolutamente explícitas de una relación amorosa, el autor del prólogo dice que las cartas contienen un “infratexto” que ayudan a explicar la vida de Gabriela. ¿Un infratexto? A pesar de todo esto, el prologuista dice que la verdad de Gabriela permanece “en la niebla”. En lo que hace a su sexualidad desde luego no hay niebla ninguna.

 Seguimos: el prólogo llama la atención acerca del hecho de que cuando la relación entre Gabriela y Doris es ya de pareja, la chilena pasa a utilizar el masculino gramatical. Aquí a la lesbofobia se une una profunda ignorancia de lo que son los roles sexuales y la diversidad de identidades, que un autor contemporáneo no debería permitirse, aunque de sobra conocemos que en asuntos de homosexualidad o transexualidad la ignorancia pasa por sapiencia. GM no se ve a sí misma como “ella”, sino como “él”. Según el prologuista, lo hace porque adopta un rol “paternal” respecto a Doris y aun se extraña de que ésta acepte esta situación, ya que la norteamericana tenía una situación económica más desahogada que la de la propia Gabriela. Dice el prologuista que Gabriela se ve bajo la imagen del padre. Si esto fuera así, lo normal sería que Gabriela se viera como una madre, a no ser que su masculino tenga que ver con su rol sexual y que esa fuera la razón por la que Doris lo asume. Gabriela firma algunas de sus cartas como “Tu Gabriela. Tuyo”.

 Y no hay más que ver las fotos para ver de qué tipo de pareja estamos hablando. Doris Dana era una mujer muy femenina, mientras que Gabriela Mistral es muy masculina y viste todo lo masculina que se podía vestir en aquella época: trajes de chaqueta donde la única diferencia con la vestimenta masculina es que los pantalones se transforman en la casi obligatoria falda. Sin embargo, esta vestimenta es para el prologuista una vestimenta “sin ningún tipo de ostentación intelectualista”. Lo cierto que es que GM adoptaba una identidad masculina en su relación con Doris al menos y que ahora podríamos decir quizá  -o podría decirlo ella- que se trata de una persona  transgénero; antes hubiéramos dicho que era una lesbiana muy masculina, el nombre no importa mucho. Lo que está claro es que a medida que las identidades se diversifican buscando sus propios espacios, se autonombran y definen, el armario extiende sus tentáculos (cierra sus puertas) para no dejarnos ver la diversidad en toda su extensión.

No me resisto a contar aquí una anécdota que tiene que ver conmigo. Hace unos meses publiqué mi libro de poemas “Al menos flores, al menos cantos”. Es un poemario claramente lésbico, sin ninguna posibilidad de error. Un yo femenino se dirige a un tú también femenino. El autor del prólogo de mi libro, un famoso poeta, me llamó para comentarme el prólogo que estaba escribiendo y me dijo entre muchos circunloquios: “vamos a ver…¿me equivoco si afirmo que el amor que aquí se canta es un amor…lésbico?” Me quedé muerta y dije, dudando por si no le había entendido: “pues…sí”. “¡Ajá, lo sabía!”, exclamó él muy ufano.

 Por todo esto hay que seguir nombrando.

Categorías: Beatriz Gimeno , Opinión
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Comentarios 5

farala, 3 Septiembre 2012

Y el maltrato??? A mi lo q me fascino del asunto fue el tema del maltrato psicológico (yo tb leo desde mi perspectiva, claro, pero para mi es taaaaan evidente). Estoy terminando un artículos sobre niña errante y el debate se complica si pe sanos q gabriela se percibe como transgenero. Ese tuyo hace su maltrato estructural???
Me interesaría saber q piensas

En respuesta a por anonymous_stub

farala, 3 Septiembre 2012

Perdona escribo desde una tablet y la m** esta escribe lo q quiere...

En respuesta a por anonymous_stub

Ana, 3 Septiembre 2012

Molestaría mucho este artículo en Chile... muchísimo porque el lesbianismo de Gabriela Mistral ya es una cosa que parece dolerle mucho a los pedorros de siempre. Ya esto les infartaría. Pero me encanta.

En respuesta a por anonymous_stub

Erick Astudillo, 27 Abril 2019

La forma en que vivimos la sexualidad es algo muy íntimo, muy personal y resultan siempre odiosas las definiciones desde afuera, tratando de encasillar a la persona en un molde u otro como si fuese un trofeo o un tesoro. Gabriela pudo querer sentirse mujer, hombre o simplemente persona y pudo haber sido atraída sexualmente por hombres, mujeres o ambos, pero solo ella tuvo el derecho de autoatribuirselo

En respuesta a por Ana

Bollo sapiens, 11 Septiembre 2012

Elemental, querida Gimeno: el famoso poeta era Sherlock Holmes bajo pseudónimo

En respuesta a por anonymous_stub

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