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Hilda Doolittle: bisexual y feminista de corazón

, publicado el 1 Diciembre 2010

Mar, agítate.   

Agita tus pinares puntiagudos,   

lanza tus enormes pinos sobre   

 nuestras rocas;   

echa tu verdor sobre nosotros,   

 cúbrenos con un fangal de abeto.

 Natalie Barney

Oréade se llama el poema más conocido de esta gran poetisa, un poema cargado de fuerza y de sexualidad.

Nacida el 10 de septiembre de 1886 en Pennsylvania e hija de un astrónomo, Hilda Doolittle podría definirse como una mujer poetisa y actriz sumamente inteligente; feminista, emocionalmente dependiente y con una huracanada vida sentimental.

Una figura constante en su vida fue el poeta, ensayista y músico Ezra Pound. El libro Americanas aventureras, de la editorial CIRCE Ediciones, introduce el comienzo de esta relación de una manera entrañable y divertida:

Es el año 1901. En Filadelfia se festeja Halloween. Ezra Pound tiene diecinueve años y fama de genio. Se dice que escribe. Tiene el pelo largo y rebelde, un ego desmesurado, un gusto exagerado por el escándalo. A la fiesta llega vestido de príncipe árabe: un gran sombrero de terciopelo, pendiente de oro, medias rojas. Hilda Doolittle tiene sólo quince años y es una belleza. Rubia, alta, salvaje. Cuando se desata la tormenta, deja la fiesta ante la mirada fascinada de Pound, se recoge la larga falda con las manos y sale al césped gritando: ¡Ven, lluvia, eres hermosa! Es el primer amor para ambos.

Hilda y Ezra mantuvieron una corta e intensa relación amorosa y una amistad de por vida. Ezra Pound ayudó y apoyó a Hilda en sus inicios literarios, así como en su vida privada. Cuando se vio sola y desesperada, él fue la única persona que estuvo a su lado, hombro con hombro. En especial, cuando Hilda tuvo una hija sin saber con exactitud quién era el padre. La sociedad de entonces la castigó y como resultado se vio sola en el hospital, dando a luz una niña preciosa que se llamaría Perdita. Ezra Pound fue el único en permanecer a su lado.

Él fue el padrino de su boda con Richard Aldington; quien le dio el bautismo como poeta y quien envió unos poemas de Hilda a la revista Poetry para que ésta los publicase. A partir de aquí, su nombre de pluma sería H.D. y, en este campo, Hilda se convertiría en una figura fundamental entre los imagistas (corriente literaria angloamericana de principios de siglo XX que defiende un estilo directo y conciso, en el que se presenta el objeto, en lugar de representarlo).

Posteriormente abogaría por una versión femenina de la poesía y por una prosa modernista. Exploró temas como la violencia y la guerra a través de una mirada feminista, que introdujo en sus trabajos.

Al borde de una crisis y paralizada ante la maternidad: en este estado se encontraba Hilda cuando Annie Winifred Ellerman (quien se hizo famosa en el mundo literario bajo el pseudónimo de Bryher) llega a su vida. Cuenta el libro Americanas aventureras que Bryher ayudó a Hilda a salvarse de la delicada situación en que se encontraba; narra que Bryher se presentó en la puerta de su casa recitando de memoria todas sus poesías. Inglesa, heredera de uno de los hombres más ricos de Inglaterra, con el sueño de ser un niño: ésta era Bryher, quien se enamoró perdidamente de Hilda tras leer toda su obra antes de conocerla. Jamás se separaría de ella, convirtiéndose de este modo en su relación más estable. “Es terrible”, escribe Hilda, “ningún hombre me ha amado nunca así.”

Tal y como señalo al principio del artículo, H.D. trabajó también en el cine. Creó, junto con Bryher y Kenneth Macpherson (amante de ambas), no sólo la revista Close up, sino un grupo de cine llamado Pool. De esa época (1930), la única película que quedó intacta fue Borderline. Se trataba de un tipo de cine experimental en el que los estados psíquicos de los personajes se ponían a prueba y se llevaban a los extremos.

Sus novelas en prosa son mayoritariamente autobiográficas. Hermione, por ejemplo, trata el amor lésbico y el heterosexual: dos aguas entre las que se movió indistintamente a lo largo de toda su vida. Su obra Writing on the wall recoge las memorias del análisis que le hizo Sigmund Freud en un viaje que realizó a Viena con dicho objetivo en 1933.

El 27 de septiembre de 1961, la vida de Hilda Doolittle llega a su fin. El responsable del desenlace fue un infarto repentino que padeció en Suiza (ciudad donde vivió en sus últimos años). Setenta y cinco años duró su periplo por estos mundos: 75 años en los que esta histórica mujer regaló a sus contemporáneos su sabiduría, su amor, su amistad y su apasionada sexualidad. Su epitafio reza los siguientes versos pertenecientes a un poema suyo:

So you may say,

Greek flower; Greek ecstasy

reclaims forever

 one who died following intricate song's

 lost measure.

(Puedes decir,

flor griega; el éxtasis griego

 reclama para siempre

 a aquéllos que murieron

siguiendo la medida perdida

de intrincadas canciones).

Etiquetas: Hilda Doolittle
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