Hoy, con motivo del Día de la Mujer Rural, Silvia Tostado Calvo, activista de la Fundación Triángulo de Extremadura, nos presenta sus vivencias y recomendaciones para vivir en cualquier pueblo. ¡Que lo disfrutéis!
La pregunta “¿Qué es lo mejor y lo peor de ser lesbiana viviendo o siendo de un pueblo?” es el interrogante más parecido a la lectura de El Principito que puedo imaginarme ya que en función de la edad a la que te hagan la pregunta (y te leas el libro) la respuesta (y el sentido de las palabras de Antoine de Saint-Exupéry) irá evolucionando y llenándose de matices muy diferentes.
Siempre he vivido en Miajadas, un pueblo de la provincia de Cáceres de unos 10.000 habitantes, hasta que llegó la hora de irse a la universidad, que cambié la tranquilidad de “mi pueblito bueno” por la locura de Madrid.
He tenido la suerte de sufrir y disfrutar de las dos realidades y con esa experiencia me atrevería a decir que, como todo en la vida, ni lo bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo.
El mundo rural, igual que sucede con el lesbianismo, la homosexualidad, la bisexualidad o la transexualidad, está lleno de prejuicios y estigmas que, como todo, cuesta desmontar ya que se alimenta de mitos y falsedades, de particularidades elevadas a teorías y de la poca valoración y reconocimiento que, como todo lo que sufre estigma, ha tenido lo rural.
La homosexualidad en el mundo rural siempre se ha pensado como una experiencia negativa, difícil, como una realidad que goza de un plus de discriminación y de ahí que muchas lesbianas, todavía hoy, piensan que es incompatible vivir libremente en los pueblos y sólo las bondades de Chueca pueden dar refugio a nuestras inquietudes.
Pero esto no siempre es así. Soy Lesbiana, ahora también madre y siempre defenderé que ser “de pueblo” y ser lesbiana no sólo es compatible, sino que también tiene su encanto.
No me quedé en Madrid porque el terruño tiraba, porque lo que yo concibo como calidad de vida está más cerca de los pueblos que de una ciudad, y hay quien me llamó loca, pero hoy sé que tomé la decisión correcta.
Regresé a Extremadura y afortunadamente puedo disfrutar aquí de mi familia, algo que para muchas personas hubiera sido impensable si retrocediésemos unos pocos años en el tiempo.
El mundo rural tiene su idiosincrasia, tiene sus más y sus menos. No es lo más maravilloso del mundo para pasar desapercibida, para llevar cualquier cosa de forma discreta y no hablemos si quieres acceder a museos, cines, salas de fiesta o bares de ambiente; sin embargo, no todo es tan terrible como puede parecer a primera vista.
Sentir que la gente mira, habla, cuchichea cuando pasas es casi inevitable, aunque he de reconocer que ni todo el mundo mira, habla y cuchichea, ni las personas que lo hacen es para hacerlo siempre de forma negativa.
En un pueblo es inevitable hablar y preguntar y saber acerca de la vida de casi todas las personas. En un pueblo todas y todos hablamos del vecindario, de las amigas, de quienes no son tan amigas, de la hija del primo del cuñado de mi hermana… En fin, que incluso quienes más critican esa capacidad de opinar acerca de la vida de las personas dan sus veredictos acerca de los amores, eventos o sucesos que les acontezcan a los demás.
El problema no es la opinión, el problema son los juicios sumarísimos o los prejuicios; el problema es la presión cuando por un tiempo te sabes en las conversaciones de los demás, y sí, a veces es complicado.
Pero en un pueblo también sabes que no estarás sola, en un pueblo una conversación que se produce cuando entregas una invitación de boda que lleva dos nombres de chicas, puede cambiar prejuicios y posicionamientos ideológicos “de toda la vida” porque afectan a alguien a quien quieres.
En un pueblo no sólo eres tú, no sólo eres Silvia, eres hija de, hermana de, prima de, amiga de… Y eso ya no agobia, eso arropa, eso protege, eso ayuda.
Sé perfectamente que hay muchas mujeres lesbianas, de distintas edades que viven una realidad complicada en el mundo rural. Sin duda con esto hay que trabajar mucho, pero no habrá resultados nunca hasta que no nos vean agarradas de la mano en nuestros parques. Son las cosas sencillas y cotidianas las que consiguen cambios.
La falta de referentes y la invisibilidad son precisamente y de manera muy perversa los dos pilares más fuertes donde se asienta la homofobia, la lesbofobia y la transfobia, esta razón debe llevarnos a dar un paso al frente y romper sin miedos la puerta de todos los armarios.
Y en los pueblos también hay quienes ya disfrutamos de historias felices, que a veces han necesitado tiempo y un extra de explicaciones pero ahí están.
Ayer celebramos el nacimiento de Julia, mi hija, y lo hicimos al igual que cuando nos casamos Noelia y yo el pasado año, rodeadas de nuestras familias y amistades, y para ello no tuvimos que irnos lejos.
En el mundo rural las cosas están cambiando, las cosas las estamos cambiando entre todas y todos. Las cambian quienes sin hacer ruido y desde sus vidas cotidianas que no esconden, hacen avanzar a su alrededor a pasos de gigante. Hay quienes decidimos ser menos silenciosas y alzando la voz, posicionándonos y utilizando las herramientas que tenemos a nuestro alcance nos hemos propuesto la visibilidad como una forma activismo y transformar nuestra realidad más cercana, para hacer posible además que todas y todos podamos vivir donde queramos amando a quien amamos.
Sumando historias de aquí y de allí conseguiremos que en nuestros pueblos la diversidad no sólo se viva dentro, sino que la disfruten quienes vengan de fuera.
Silvia Tostado Calvo
Comentarios 6
Laniss, 20 Octubre 2013
Me hice esa pregunta hace unas semanas de como viven las lesbianas en sitios rurales, más aún, me pregunté si había mujeres lesbianas en los pueblos. No pensé eso por nada malo, sino que si es complicado ser lesbiana en una ciudad muchas veces, qué será serlo en lugares donde las habladurías y las mentalidades son aún más radicales y arcaicas.
Leer este relato me ha dado otro punto de vista que no tenia sobre el tema, una visibilidad sobre mujeres que simplemente quieren vivir su vida en su entorno y ser aceptadas en su circulo.
En buena hora este artículo.
En respuesta a por anonymous_stub
Libertad, 16 Octubre 2013
Bonita historia. Les deseo lo mejor a las 3 :)
En respuesta a por anonymous_stub
m jesus, 16 Octubre 2013
Que bien suena todo lo que nos ha contado.
nosotras vivimos en una ciudad pequeña, no es lo mismo pero parecido. Tiene unos 34.000 habitantes pero casi se conocen todos. hemos notado cuchicheos, palabras o hechos desagradables, al principio. Ahora vamos a ser mamas y ves en muchas personas más o menos conocidas como se alegran o incluso muestran alegria por la familia que vamos a ser. La verdad es que cada vez estamos más agusto. Esperemos que todo siga igual o mejor cuando llegue la pequeña y comience la guardería, el cole...
un beso a tod@s
En respuesta a por anonymous_stub
Ana, 21 Octubre 2013
Yo vivo en los dos sitios. Me fui a la ciudad pero voy al pueblo de vez en cuando. Y en mi opinión lo bueno que tiene ser lesbiana en un pueblo es que sólo tienes que salir del armario una vez.(Incluso con decirlo sólo a una persona basta xD) A la gente le costará más o menos tiempo acostumbrarse, pero en un tiempo todo vuelve a la normalidad.
Siempre ves a la misma gente, mismos amigos, mismos vecinos, mismos conocidos... La gente se sabe tu vida, para bien o para mal.
En una ciudad por desgracia, siempre vas viendo a gente nueva, y tienes ese miedo de si te miran, te van a decir algo, ect, etc. A mi en el pueblo nadie me dice nada porque me conoce(que no quiere decir que no hablen). En la ciudad a mi me han llegado a insultar por ir de la mano de mi novia... También es verdad que otras veces nos han sonreido :)
En respuesta a por anonymous_stub
Alicia, 25 Diciembre 2013
Qué pena que esto no lo lea mi ex.
Es mi ex por ceder a las presiones familiares. Imaginadlo, un pueblo de Cantabria. Mientras fuéramos -amigas- bueno, se ns permitía vivir, pero desde que nos casamos todo se fue al garete. Lo peor de todo es que no sólo ha cedido es que ha vuelto a sus orígenes.
En respuesta a por anonymous_stub
Desirée, 4 Junio 2014
Hola, yo me he criado en la ciudad, aunque siempre quise vivir el un pueblo, en cuando pude pasé de Madrid y su agobio a un pueblecito al lado de Talavera con mi pareja y nuestros dos hijos, la mancha profunda y sorprendentemente en un pueblo de 1500 habitantes muchas mujeres mayores se acercaban a nosotras y nos confesaban sus "gustos similares" pero que por las habladurias se habían quedado solteras, es verdad que al ser forasteras se nos hizo algo más difícil, ya que encontramos más problemas por ese hecho que por ser lesbianas, ahora que ya hemos probado las mieles del pueblo no queremos ciudades, nos fuimos de allí por trabajo y ahora estamos en un pueblito al lado de San Lorenzo de el Escorial, somos dos mamis más que van al cole, tenemos nuestro bono familiar de la piscina y aunque hemos tenido que batallar mucho no lo cambiamos por nada, de hecho estamos incluso consiguiendo que la población magrebí nos vea como una familia más y somos bien recibidas en sus casas. Tenemos que seguir haciendo visible nuestras familias, no somos diferentes a los que se auto proclaman "normales" y cada vez por suerte son más accesibles a querer aceptarlo aunque siempre esté la/el cerrada/o de turno que te señale con el dedo, lo que no se dan cuenta es que mientras un dedo nos señala, tres dedos de esa misma mano le señalan a ella/él misma/o
En respuesta a por anonymous_stub
Deja tu comentario