A Lola la conocí hace dos años, en las fiestas de la Paloma de Madrid. Son las fiestas de mi barrio así que participé muy entregada, como cada año, casi hasta el amanecer. Mi novio Carlos y yo teníamos una terraza muy maja, así que ahí llegaban amigos y amigos de nuestros amigos.
Una tarde apareció Lola. Era novia de una amiga de Carlos. Acababa de llegar de Sevilla. Tenía unos preciosos ojos grandes y marrones. El pelo rizado y muy negro. Tenía tanta gracia y tanto atractivo que rápidamente acaparó las miradas de los chicos.
Entre todas las cosas que hacía Lola, que hacía muchas, estaba la fotografía. Estaba buscando trabajo y coincidió que en el hotel en que trabajo estaban buscando a alguien para un proyecto. La contraté.
Lola y yo nos hicimos amigas de una manera tan rápida, tan natural y tan fluida que me sentía mucho más cómoda contándole a ella mis cosas que a amigas que tengo de toda la vida. Al año de ser amigas su historia con la prima de mi novio comenzó a naufragar. La prima la celaba y controlaba tanto que Lola, un alma libre, decidió terminar la relación. La ayudé a buscar piso y a hacer la mudanza. Estábamos tan unidas que yo pasé a ser su persona de mayor confianza en Madrid.
¿Cómo fue que sucedió? Ni yo misma me di cuenta. Había señales que no supe interpretar, como que me gustaba estar con ella, hablar mil veces al día, tan solo mantenerla cerca. No era capaz de notar que me estaba enamorando de Lola porque nunca había contemplado la posibilidad de enamorarme de una mujer. Tenía 36 años y siempre había estado con chicos.
Un día llegué a casa de Lola y se estaba arreglando para una cita. Me dijo que había conocido a una chica muy guapa en una cafetería y que había quedado con ella esa tarde. Me dolió como si sus palabras me hubieran atravesado el cuerpo. Sentí celos, ganas de ser yo la chica de la cita. Me sentí tan aturdida que me fui a casa llorando. Durante una semana no le cogí el teléfono a Lola. Tenía miedo de mis propias emociones, de su cercanía. Ella, preocupada, me fue a ver a mi oficina. Temía perderla, pero aún así le dije lo que sentía. Lola sonrió tan feliz y me besó.
Todo lo que vino a continuación fue tremendo. Darme cuenta de que me había enamorado de una mujer, tener que hablar con mi novio y explicarle lo que me había pasado, tener que hablar con personas cercanas y contarles que de mi chico de 8 años pasaba a estar con una mujer, dejar mi piso, etcétera. Y aunque todo fue tan duro, no se me borraba la sonrisa tonta que tenía en la cara, esa alegría que sientes cuando eres correspondida.
Tener una relación con una mujer es un mundo absolutamente nuevo, para todas aquellas que venimos de relaciones heterosexuales. Me sorprendió. No estaba preparada para esa complicidad, esa sensación de que tu mejor amiga es también tu pareja. Pero para lo que no estaba preparada de ninguna manera era para el mejor sexo de mi vida.
Qué maravillosa sorpresa la compenetración, la diversión y los orgasmos que el sexo con otra mujer puede proporcionarte. Antes solía pensar que el sexo entre mujeres debía ser aburrido, era de las “¿pero qué pueden hacer dos mujeres en la cama?
Algunas amigas me preguntan si echo de menos la penetración. Y yo les respondo, ¿es que acaso solo un pene puede penetrar? Soy de las pocas mujeres que tiene orgasmos vaginales, y no solo no he dejado de tenerlos, sino que los he intensificado. Tenemos tres juguetes que encargamos en una tienda erótica y que nos encantan. Un arnés con un dildo que nos ponemos a veces ella, a veces yo, un dildo doble y un huevo vibrador con mando.
Nunca pensé que mi vida daría un giro como este. Pero así son las cosas, la vida te sorprende. Me siento feliz por lo que estoy viviendo. Nunca pensé que esa chica sevillana que un día entró a mi casa se convertiría en mi mejor amiga, en mi mejor sexo, y en la mejor relación de mi vida.
[…] VER: Mi mejor amiga y el mejor sexo de mi vida. […]