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Placereando, que es gerundio

, publicado el 1 Junio 2011

Un saludo desde Madrid. Me presento como nueva colaboradora de MíraLES en este número de la revista. Espero poder reflexionar contigo sobre los laberintos de la sexualidad, resolver todas las dudas que puedan surgirte y darte a conocer curiosidades que te permitan vivir tu sexualidad de la forma más positiva posible. Y ¿qué tema más interesante para un primer encuentro que hablar sobre el placer? ¿Te animas?

Reflexionar sobre el placer puede llevarnos a cuestionarnos muchas cosas. ¿Qué papel juega en las relaciones eróticas? ¿Se trata sólo de una herramienta que ha encontrado la naturaleza para facilitar la reproducción? ¿Es saludable entregarse al placer sin control? Lo cierto es que en nuestra tradición judeocristiana el placer ha tenido un valor negativo: una visión reduccionista de la sexualidad hizo que la función reproductora cobrase fuerza por encima de las demás, relegando el placer a un papel secundario, asociado al vicio, al pecado, a lo corporal y otras "maldades" de la época. Pero, ¿está la visión tradicional superada o todavía quedan resquicios de esta perspectiva en la actualidad? La evidente doble moral que aún se percibe ante las relaciones eróticas, la homofobia existente o la vergüenza y la culpa que a veces todavía sentimos al hablar de sexualidad nos dan la respuesta.

Desde la sexología, sin embargo, el placer cobra un papel principal en la vivencia de nuestra sexualidad. El paradigma actual defiende una visión multidimensional de todos los hechos humanos (también del hecho sexual), en los que intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales. Desde la biología, la sexualidad tiene un claro objetivo: la reproducción. Existen dos sexos para aumentar la diversidad genética y así lograr nuevos individuos más diversificados, aumentando las posibilidades de supervivencia de la especie. Si partimos de la dimensión social, la sexualidad tiene otra finalidad: la comunicación. Los seres humanos somos animales sociales, con necesidad de relacionarnos; y la sexualidad influye enormemente en esto. Por último, desde la psicología, la sexualidad cumple una nueva función: el placer. Disfrutar, sentir satisfacción, experimentar emociones positivas responden al tercero de los tres grandes objetivos de la sexualidad. Estas tres funciones son iguales en importancia, tanto para mujeres como para hombres, relacionándose entre sí de forma íntima y regulando nuestro modo personal y único de vivir la sexualidad.

Parece que ya ha quedado clara la importancia del placer en la sexualidad, pero no está todo dicho; quizás te estés preguntando de qué hablamos cuando nos referimos al placer. ¿A eso que sentimos durante los pocos segundos que dura el orgasmo? ¿O a las sensaciones que experimentamos cuando nos acarician los genitales? ¿Quizás al deseo que nos surge cuando conocemos a alguna persona que nos resulta atractiva? El placer es todo esto, pero no sólo esto. Se trata de una emoción subjetiva, que no se vincula únicamente a la sexualidad, sino que podemos experimentarla cuando probamos un nuevo alimento que nos agrada, cuando nos refugiamos en nuestro lugar favorito o cuando compartimos un momento de intimidad con alguien que nos importa. Esta forma de percibir el placer como algo amplio, construido en la mente y no sólo a través del tacto y, por lo tanto, muy personal nos permite obtener placer de casi cualquier experiencia que elijamos vivir.

Volvamos a las relaciones eróticas. ¿Cuál crees que es el momento de mayor placer en una relación erótica? Solemos pensar que es el orgasmo, por suponer el punto de máxima excitación. ¿Pero qué ocurre si finalizamos un encuentro sexual sin orgasmo o un día muy duro hace que experimentemos uno de baja intensidad? ¿Borramos el placer de la ecuación? Ni hablar. Una suave caricia, un beso en el cuello furtivo, una mirada de deseo al cruzar la calle o una conversación interesante después de un encuentro íntimo pueden convertirse en un momento mucho más placentero que el mismo orgasmo. El placer está en todas partes, sólo tenemos que darnos permiso para sentirlo y dejarnos llevar.

El placer es siempre bueno… Porque el placer es la base de nuestro aprendizaje: repetimos aquellas experiencias que nos resultan placenteras y huimos de todas las que nos producen desagrado o malestar. Las personas estamos, entonces, diseñadas para disfrutar, ¡y no simplemente como vehículo para fomentar el interés en la reproducción! Si fuera así, ¿cómo explicaríamos la situación del clítoris fuera de la vagina en las mujeres? Siendo un órgano diseñado exclusivamente y específicamente para el placer, se encuentra fuera de la zona genital destinada a la procreación. Así, las mujeres podemos disfrutar con innumerables prácticas eróticas distintas a la penetración vaginal. Sólo hemos de entregarnos al disfrute y borrar de la mente todos los mandatos sociales, las obligaciones y los deberes.

Solemos relacionar el placer sexual con la espontaneidad, la falta de planificación y la pasión, desvinculándolo de otros valores como la responsabilidad, la seguridad y el autocuidado. No obstante, si nos preocupa una posible infección, si estamos pendientes de que puedan interrumpir nuestro encuentro o si pasamos después tres semanas de ansiedad pendientes de que nos baje la regla estamos reduciendo el placer, por más que la relación erótica en sí se nos presente apetecible. Por eso, aumentar el placer no sólo depende de encontrar la mejor o el mejor amante, ni de contar con altos niveles de deseo y atracción, sino que sentirnos seguras, tranquilas y en confianza tiene tanta o más importancia. Prolonguemos el placer en nuestros encuentros sexuales y no los reduzcamos a los minutos u horas de la práctica erótica. Logremos que antes y después sigamos disfrutando. Eliminemos todos aquellos factores que puedan dificultar que nos dejemos llevar.

En conclusión, y haciendo homenaje al tan de moda mundo culinario, la receta para lograr nuestro mejor guiso es sencilla: deseo, relajación y libertad como ingredientes; calentando a fuego más o menos rápido según las preferencias en cada momento y lugar; añadiendo una buena dosis de autocuidado, comunicación y confianza si buscas el placer acompañada; y olvidando todos aquellos mensajes que te dificulten dejarte llevar. El tiempo es difícil de calcular: puede llevarte segundos o varias horas, y puede consumirse tan a menudo como se desee. Una receta sencilla que, como el mejor de los platos, se perfecciona con la práctica.

El límite lo pones tú. Disfruta y busca el placer. Es tu derecho, aunque de esto hablaremos otro día. ¿Cuento contigo?

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