La protagonista de la película lésbica Retrato de una mujer en llamas abandera el #metoo francés
“A Francia se le ha pasado el tren del #metoo“. Con esta frase se refería Adèle Haenel, esa valiente actriz que salió del armario recogiendo un premio, a un territorio que en plena cuarta ola feminista y lucha mundial contra la cultura de la violación ha querido nominar y finalmente premiar como director a Roman Polanski por una película que desmerecía a sus competidoras.
La actriz es protagonista de una de las películas lésbicas más importantes de 2019, Retrato de una mujer en llamas que por su parte ha sido infrapremiada teniendo en cuenta su gran calidad y excelente crítica. Siempre nominada, siempre a las puertas, quien sabe si por ser una película donde un amor lésbico de época se muestra en toda su profundidad y dramatismo.
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Adèle le dio una patada al “aparentismo” francés y encabezó el movimiento #metoo en su país tres meses atrás, en el lado opuesto a Catherine Denueve y sus declaraciones en “defensa del derecho a importunar frente al movimiento”. La musa y ex novia de la directora Celine Sciamma aprovechó el haberse convertido en una figura importante del cine francés para denunciar al hombre que la acosó sexualmente cuando tenía tan solo 12 años, el director Christophe Ruggia -actualmente imputado también por un intento de violación a una menor de 15 años-.
Como ella misma explicó, para ser escuchada y tenida en cuenta tenía que hacerlo cuando estuviera en la palestra del mundo. Y esperó, esperó, hasta llegar el momento de tener un gran altavoz delante para gritar su denuncia. Polanski tiene una historia parecida a la de este señor, pero más negra si cabe. Él ya fue condenado -y actualmente fugado de la justicia- en EEUU por tener “relaciones sexuales ilegales” con una niña de 13 años. Además, la directora Valentine Monnier lo demandó por violación en 1975 a sus 18 años, entre otras denuncias.
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Pero el negacionismo es rudo y sangrante, y en muchas ocasiones Francia ha sido su vergonzoso exponente. Y los Cesar lo han representando este 28 de febrero (2020) al nominar en multitud de categorías a la última de Polanski, sin considerar a los cientos de personas que se manifestaban en su contra por las grandes avenidas de París.
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Adèle se levantó de la sala, y salió gritando “Vergüenza”. Celine la siguió a los segundos, mientras entre bambalinas Adèle aplaudía y gritaba “Viva la pedofilia, bravo la pedofilia”, ante la mirada impasible de la mayoría de los presentes y una gala que siguió como si no hubiera pasado nada haciendo muestra de ese doloroso negacionismo que tan maravillosamente muestra Thomas Vinterberg en “Celebración”.
La Asociación de mujeres cineastas por la igualdad ha ensalzado su acción, y ha vuelto a convertirse en el exponente francés del movimiento feminista. Muchos la han tildado de “histérica”, “excesiva”. Tal vez aquellos que solo quieren ver cosas de bonita apariencia y estética androcentrista como La gran belleza, pero sin contenidos tan profundos y revolucionarios como el de Retrato de una mujer en llamas. Mientras Polanski se defiende, el premio que ha recibido el director ya se ha retitulado como “El César de la vergüenza”.
Nuestra admiración y aplauso a esta mujer tan valiente como talentosa.
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