Aurora tenía 15 años, unas notas excelentes, un comportamiento adecuado y una buena relación con su profesora de biología. Aun cuando dejó de ser su alumna, se seguía preocupando por ella y tratándola con una relación más familiar.
Al año siguiente, Aurora y yo estábamos juntas; y yo estaba en la misma clase que ella el año anterior, con la misma profesora. Esta era muy amable conmigo, me trataba muy bien hasta el día que se enteró de nuestra relación debido a rumores por el instituto. Mismo día en el que, por lo que parece, dejó de dirigirnos la palabra a ambas más que para lo estrictamente necesario, aún siendo yo todavía su alumna.
Desde ese momento, mi derecho a expresar mis dudas sobre la asignatura en sí, mi derecho a una plena integridad y a un pleno respeto desapareció en esa materia. En ese mismo instante, pasé a ser invisible, o peor aún, temida.
Pánico, la única palabra capaz de describir sus miradas, de las cuales era incapaz de aguantar ni medio segundo. Inexistente, la única para describir mi estado en aquella asignatura.
Aquello me llevó a plantearme lo doloroso que puede llegar a ser el temer algo desconocido, algo hacia lo que se tienen muchos prejuicios y una nula iniciativa para abrirte a ver la realidad; el daño que la ignorancia puede causar. ¿Qué podía importarle a esa profesora con quién estuviera yo para diferenciarme en su trato comparada con otros alumnos y alumnas?
También cabe remarcar los intentos de esta clase de personas a anular la realidad, engañándose a sí mismas, obligándose a creer que en realidad nada está cambiando. Este hecho se refleja en el momento en el que, queriendo ver lo que quieren que sea, te obligan a cambiar de conducta. Un día esta profesora nos paró mientras íbamos por un pasillo de la mano, simplemente riendo, para preguntarnos que qué era tan gracioso, si era necesario reírse tanto. “¿Está prohibido reírse ahora?” le contesté. No supo qué responder.
La primera vez que mi padre entró en un local de ambiente de Londres, acompañado de mi madre que es mucho más abierta, lo hizo con la cara pálida, así como relata ella, como si hubiera visto un fantasma, y empezó a deslizarse lentamente, con el culo cuidadosamente pegado a la pared.
Supongo que para no llamarlo ignorancia, que queda muy feo para alguien que tampoco tiene la culpa de no haber tenido una educación diversa en su infancia y juventud, podríamos simplemente llamarlo homofobia interiorizada. Y la pregunta es ¿tiene arreglo? La única solución que he encontrado es, como siempre, reeducar, visibilizar, dedicando tiempo y paciencia. Quizás te puedas llevar más de una sorpresa.
Ánimo y paciencia.. lo lograrás todo. Con el tiempo. Y normalmente, las personas que experimentan más rechazo suelen ser las que tienen el interior revuelto o muchas preguntas sin resolver. Sí; se harta uno de tener que tener siempre paciencia con las demás. Pero yo agradecí que la tuvieran conmigo.
hablar con la tutoría, jefatura de estudios, consejo escolar y la inspección
a la profesora le gustaba y se ha enfadado que no se fijara en ella, no te digo!!!
Vivi algo parecido y al final se solucionó solo
Atar a la profesora en una silla y obligarla a que vea como se besa la pareja!! XDD muahaha
Montar una besada colectiva delante de la profe!
hablar con esa profe primeroooo,, claro!!!!!!! y si no pueden/quieren las adolescentes , pues las madres….eeeeeeaa a veces las ineptitudes de los/las adult@s causan tanto daño. Quizás esa señora no tenga superada sus historias personales o yo que sé pero ha de respetar y seguir comunicándose con sus alumnas por encima de sus prejuicios!! faltaríaaa y si no terapia de choque como dice Karicies!!
Creo que son celos simple y llanamente