La historia de amor de Alba y Carmen es una historia que podríamos perfectamente disfrutar en una película, pero no. Ha sucedido en la vida real.
Alba tenía 39 años cuando “re-conoció” a Carmen. Vivía sola con dos gatas, tenía un “puestazo” en una agencia de comunicación y pasaba su tiempo libre haciendo deporte. Después de su última ruptura se había vuelto más ermitaña y descreída del amor y las relaciones en general.
Carmen, por su parte, tenía 34. Le faltaban horas libres para todo lo que significaba hacer planes con amigas y familiares. Trabajaba como enfermera en un hospital, trabajo que amaba. “A los 30 años me recuperé de un cáncer y de un tratamiento de quimio que me dejó bastante hecha polvo. ¡Mi alegría de vivir era única!”, cuenta.
“Perdona, ¿eres Alba, no? ¿Alba la hermana de Julia?”, así se acercó Carmen a Alba en una cafetería. A Carmen le costó bastante reconocer a la que había sido compañera de clase de su hermana pequeña.
Charlaron un rato y ya está. Pero desde ese día se encontraron varias mañanas. La cafetería era un punto de unión entre el hospital de una y la oficina de la otra. A un café compartido siguió el quedar alguna vez para comer o para tomar algo después del trabajo.
“A pesar de ser yo bastante apática, me sentía muy a gusto con Carmen, me apetecía coincidir. Empecé a sentirme atraída por ella muy intensamente, pero ella era hetero y yo lesbiana”.
“Eso es verdad, hasta ese momento yo sólo había tenido parejas masculinas. Pero cuando Alba me contó que se estaba recuperando de una ruptura con una chica me quedé con eso en la cabeza, le daba vueltas. La miraba y me parecía guapa, pensaba en ella, pensaba cómo sería tener una relación con una chica, no entendía qué me pasaba. Pero también sabía que yo, para mi futuro, quería formar una familia, tener hijos, etcétera. Y en ese momento, con mi mentalidad más cerrada, pensaba que eso solo era posible con un hombre”.
Antes de iniciar su tratamiento de quimio, Alba había ido a IVI a congelar óvulos. “Lo que pasa es que en ese momento yo no sabía que todo sería peor y me quitarían el útero y los ovarios. Fue duro y fue un duelo, pero sabía que podía ser madre a través de la adopción y el acogimiento, así que seguía imaginándome como mamá”.
De verse un par de veces a la semana, Alba y Carmen acabaron hablando por teléfono a cada rato, a contarse cada detalle de su vida, a echarse de menos, a ser indispensable la una para la otra. “Yo ya estaba enamorada, tenía miedo, pero poco a poco fui pensando que era recíproco y que tenía que darle tiempo a Carmen para que lo descubriera”.
Fue mucho menos tiempo de lo que Alba esperaba. Antes de lo que imaginaba, Carmen le contó que estaba sintiendo algo por ella.
Fue una sorpresa para todos el romance, pero una sorpresa muy bonita, ya que Carmen y Alba encajaban mucho.
“Cuando llevábamos un año juntas, Alba me pidió matrimonio de una forma muy preciosa, porque era a mí y a mis óvulos congelados. Me puse a llorar, porque sabía que ella no tenía interés en embarazarse, pero me dijo que nada le haría más ilusión que llevar dentro a mi bebé. Ya te imaginas lo que eso fue para mí, yo que pensaba que esos óvulos se iban a perder porque no me los podía poner, y resulta que me iba a casar con una mujer maravillosa y que ella gestaría a nuestro hijo”.
Carmen volvió a IVI, esta vez acompañada de Alba. Los óvulos se fecundaron, y como eran de una Carmen de 29 años, tenían una excelente calidad, al igual que los embriones. Un inesperado método ROPA les trajo la felicidad más grande.
La pareja se encuentra en su 32º semana de embarazo, a solo dos meses de ver la carita de su pequeño, fruto de la más increíble historia de amor.