Amas y esclavas se encuentran en Madrid

Dos veces al año se dan cita en Madrid y una capital de provincia las mujeres que quieren “jugar”. Las que quieren jugar con sus cuerpos, sus fantasías, sus fetiches, sus roles, sus miradas. O simplemente descubrir cosas nuevas. ¿Te lo vas a perder?

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La primera vez que a Carolina le ataron las manos al respaldo de una cama tenía 16 años. Le sorprendió y le gustó la sensación de estar desnuda, frágil, abierta e inmóvil. Su amante tenía en ese momento diez años más y era la hábil hermana mayor de una de sus compañeras del colegio. Hábil, porque había sido capaz de intuir en la tímida y poco habladora Carolina, la curiosidad y las ganas de probar el cuerpo de una mujer.

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A las manos atadas siguieron los ojos vendados. El no tener acceso visual a lo que sucedía sobre su piel, le hacía a Carolina estremecerse hasta con el contacto de la yema de los dedos. Tirones de pelo, mordiscos muy bien posicionados, para no ser descubiertos en las duchas después de los partidos de baloncesto.

“Tuve la suerte de que mi primera chica tuviera mucha experiencia y me enseñara cosas que a mi edad mis amigas no conocían. Ellas estaban en los polvos rápidos con los pantalones hasta la rodilla, en los clítoris triturados por las caricias torpes de los chicos. Yo fui inducida con elegancia y pericia. Esta mujer me quitó la vergüenza y me hizo descubrir el mundo del BDSM”, cuenta Carolina.

BDSM es la sigla a la que dan vida B: bondage (arte de atar); D: disciplina y dominación; S: sumisión y sadismo; M: masoquismo. El concepto surgió en 1991 para ampliar el concepto de sadomasoquismo y diferenciar otras prácticas. En los 70 se asociaban las prácticas de BDSM con la homosexualidad masculina, puesto que fueron los gays los primeros que intentaron crear los espacios para llevarlas a cabo. En los 80 ya se abrió a la comunidad heterosexual y lésbica. Así se hizo famosa Samois, una organización lésbica feminista y BDSM, en San Francisco, que se enfrentó duramente a WAVPM (Mujeres contra la violencia en la pornografía y los medios de comunicación), lo que posteriormente dio vida a la llamada guerra feminista por el sexo.

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El BDSM engloba prácticas diversas como el fetichismo de tacones, cuero, lencería. También son frecuentes los juegos de rol. Desde los más comunes juegos de amantes personificando a la enfermera y a la paciente, la profesora y la alumna, hasta los de la perrita y la dueña, el ama y la esclava.

Fui esclava una vez. Pero en serio. Ella era una diosa, vamos. Me gusta que me dominen, pero que lo hagan bien, que yo me pueda meter en mi papel. Los días que estaba en su casa, como esclava, hacía las cosas típicas, le servía un té, le hacía la cama. Puede parecer humillante, y en parte lo es, pero está inmerso en un contexto erótico y estimulante que lo hace todo placentero. Ella se sentaba en el sofá a leer el periódico y me ordenaba que estuviera desnuda, a cuatro patas, para observarme de vez en cuando. Su indiferencia y a la vez su deseo me tenían excitada todo el día. En momentos me ordenaba que me acercara y le lamiera las piernas o le hiciera sexo oral o me ordenaba que me metiera algo en la vagina y lo dejara ahí dentro hasta que ella quisiera”, comenta Thelma (seudónimo).

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La base del BDSM es que todas las prácticas sexuales son voluntarias. Se les llama “jugar” y las participantes acuerdan desde un primer momento sus fantasías y sus límites. Es lo que se conoce como las SSC: Seguro, Sensato y Consensuado.

“El mundo del BDSM es un mundo que parece muy negro, muy oscuro, pero no lo es, todo lo contrario”, afirma Dita, seudónimo en honor a Dita Von Teese, bailarina de burlesque y modelo erótica, que esta emprendedora utiliza para relacionarse en la comunidad BDSM.

Después de dejar una larga relación, Dita decidió buscar por internet gente que tuviera los mismos gustos y la misma curiosidad. “Había todo un mundo. Descubrí reglas, fiestas, códigos, situaciones, maneras de relacionarse, mucha presencia. Redes de contactos súper específicas. Me metí rápidamente y me di cuenta que había mucha gente que llegaba al BDSM después de una crisis personal, una ruptura, un divorcio. O la insatisfacción sexual. Llega un momento donde la gente decide ir a por lo que desea, en todos los niveles, como en el nivel sexual. Para poder hacerlo bien hay que manejarlo con asertividad en la búsqueda de tu deseo. Saber lo que se quiere y saber lo que no”.

Desde hace tres años Dita organiza en Madrid y diferentes ciudades españolas una fiesta anual para mujeres a las que les gusta relacionarse eróticamente con mujeres. Se llaman fiestas BiBoBdsm.

“Es una fiesta golfa, donde todas las tías están guapísimas con sus mejores galas del rollo que le guste, donde te puedes permitir la fantasía estética y sexual que te dé la gana. Tratamos de promover que todo el mundo se conozca, que se genere confianza, que surjan cosas, encuentros, interacciones. No es la fiesta de cuartos oscuros gay, pero tenemos uno. Se permite todo, que haya juegos de BDSM que son muy variados, desde que tengas una esclava que vaya a la barra por las copas y ese sea tu juego, y te guste lucir a tu esclava, porque a esa chica le gusta servirte y a ti te gusta que ella te sirva. Es una fiesta de ambiente lésbico, pero van todo tipo de mujeres, van muchas que son heterosexuales pero que en BDSM les gusta dominar a otra mujer”, describe Dita.

El sábado 24 de noviembre se celebra la BiBoBdsm en Madrid, calle Lavapiés, 12. Al ser una de las pocas fiestas con estas características que se llevan a cabo en Europa –y la única en España- se encuentran mujeres de muchas ciudades.

En estas fiestas no entran hombres y no se pueden sacar fotografías, se respeta la intimidad de las asistentes. Desde los 20 a los 50 años aproximadamente tienen las mujeres que acuden. Las fantasías son diversas y variadas. Fetichismo, látex, vestidas de superheroinas, policías, princesas rosas, animales. O sin personificar nada más que a una misma.

Cuando dos chicas se gustan, la fase de coqueteo tiene muy poco que ver con lo que tradicionalmente se vive en los bares de ambiente. En estas fiestas se empieza la casa por el tejado. La que tiene más experiencia es la que le pregunta a la otra qué le gusta hacer, hasta dónde le gusta llegar. Qué es lo que ha probado y qué no.

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Las “madrinas”, o “monitoras de mazmorras”, como se define a quienes reciben a las mujeres en la entrada, ayudan a las nuevas y a las indecisas a encontrarse con sus deseos. A determinar si les gustaría probar algo o sólo tomar una copa.

“Yo soy monitora, recibo a la gente, todo de muy buen rollo, hay risas, cosa que no se cree porque se piensa que es un entorno muy oscuro. Las chicas nuevas si quieren pueden probar cosas, como ponerse unos guantes de látex, usar unas esposas. Hay muebles, esposas, muñequeras, hasta un sling, columpio para follar”, relata Dita.

“En la cabeza es el único lugar donde pueden cumplirse todas las fantasías”, cuenta Carolina, que después de sus experiencias en la adolescencia formó un grupo de mujeres para compartir experiencias de dominación y sumisión. “Porque hay muchas que cuando has querido llevarlas a la práctica te das cuenta que se viven mejor dentro de ti que fuera. De todas maneras ya tengo el cuerpo acostumbrado a la libertad. Me cuesta congeniar con una mujer llena de prejuicios o inseguridades. Después de estar tantos siglos constreñidas creo que todas, por principios, debemos ser libres, sobre todo sexualmente”.

Fotografías Zoe Riudavest

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9 comentarios en “Amas y esclavas se encuentran en Madrid”

  1. Nunca he hecho algo así, relacionado con el BDSM, pero tengo una amiga que me cuenta historias muy fuertes. Supongo que si proactico algo así será en la versión más ligth, juegos de roles y esas cosas.
    Muy bueno el reportaje, no paras de leer… 🙂

    1. Hola, Maggi. Soy una de las ‘monitoras de mazmorra’ y, a título personal, comencé yendo yo sola a fiestas de BDSM cuando tenía 18 años. No me arrepentí: un montón de personas me arroparon dentro de la comunidad, inclusive la creadora de este evento, y desde entonces es una actividad con la que aderezo mi vida.

      Estaré encantada de poder disipar cualquier duda; consúltamela: para eso estoy yo, y las demás anfitrionas.

      Küsse.

  2. A mi me parece un poco raro, no sé si podria sentirme cómoda viendo como azotan a una mujer, es que el dolor no me parece placentero ni me parece que tenga cabida en una relación sexual, ¿no os parece un poco corta rollos?

    1. No es corta rollos, es simplemente estar abierta a las cosas, y el bdsm no quiere decir que tengas que sentir dolor, hay juegos que pueden ser muy sensuales, no es solo darde de hostias.
      Me gustan las fotos!

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