Rosa, Gema y Abril
Al principio fue un poco dura la convivencia, ya que las dos vivíamos solas y cada una teníamos nuestras manías. Pero la relación continuó y decidimos casarnos a los cinco años más o menos (cuando se aprobó la ley) y dos años después comenzamos a pensar en tener hij@s y nos pusimos manos a la obra. La primera en intentarlo fui yo pero sin ningún resultado. Después lo intentó Gema y se quedó en la primera inseminación.Mi relación comienza con el final de otra. Mi mujer me tiraba la cañita y yo no le hacía caso. Pero al final comencé con Gema por eso de que un clavo saca otro clavo y así fue. En la primera semana de relación ya estaba viviendo en mi casa, ya que además de nuestros sentimientos, tuvo que alquilar su casa de Aranjuez para pagar la universidad.
Llegó el nacimiento de Abril. Fue una larga noche en el hospital en la que Gema dormía placidamente sin contracciones ni nada y yo sin poder pegar ojo en toda la noche.
Pasé la noche imaginando cómo iba a ser mi hija, qué carita tendría, si todo saldría bien, si tendría pelo, cómo serían sus primeros gestos y cómo olería. Intentaba imaginar cómo sería su primer llanto, el color de su piel, y hasta llegó un momento en el que, entre un poco de confusión, el sueño que tenía, mi imaginación y mis ganitas de tenerla ya en mis brazos, casi, casi podía sentir cómo la acunaba sin estar todavía. Cuando vinieron a buscarnos por la mañana yo estaba muy cansada pero feliz de todo lo que mi mente había trabajado para ver y sentir a Abril incluso antes de que naciera. Y nació. Lo vi todo. Y todavía fue mucho más hermoso de como lo había imaginado. Sus gestos, sus ojos, su piel, sus manitas, el calor de su cuerpecito desnudo y que las dos estuviesen bien me hicieron sentir toda una hemorragia de placer, que desencadenó en lagrimitas de amor.
Silvia, Raquel y Noa
Todo comenzó hace 8 años, en mi primer día de trabajo. Ella era la directora de la tienda y yo me enamoré locamente desde el segundo uno (flechazo). Tras un año intentando de todo para conquistarla, pero muy sutilmente (me jugaba el puesto de trabajo) tuvimos nuestro primer acercamiento. Aunque para mi pena, al día siguiente para ella sólo había sido un rollo más. Durante otro año estuve intentando conquistarla día a día pero no obtuve recompensa alguna. Y a pesar de que a mí no me gustaba ninguna otra chica, porque estaba enamoradísima de ella, ella seguía sin tomarme en serio. Fue por eso por lo que decidí irme a otra ciudad a seguir con mi carrera y mi trabajo y así poder olvidarla. Le pedí que me preparase el traslado y el día que me iba ella me dijo “¿Eres feliz?” a lo que yo le contesté “Por supuesto”.
Trascurrieron 2 años en los que de vez en cuando ella me mandaba un mensaje pero yo pasaba, hasta que comenzó a llamarme casi todas las semanas. Yo no quería sufrir y le dije que hablar con ella me hacia daño y no podía rehacer mi vida, pero eso a ella le dio igual y siguió llamando e incluso viniendo a verme. Cuando se iba me decía que no quería nada serio y con esas palabras me hacia mucho daño por lo que un día me armé de valor y le dije que si volvía a llamarme o venía a verme sería para comenzar una relación y si no que me olvidara y me dejara tranquila. Al día siguiente me llamó y se vino a verme.
A día de hoy llevamos 5 años juntas, estamos casadas y tenemos una maravillosa hija y los que vendrán.
Cruz, Grego y Alejandra
En el puente de mayo de 1993 viajaba yo en tren hacia Alicante. El tren paró en Albacete y pensé que iba a conocer a alguien de aquel lugar. Una semana más tarde contactaba con Grego a través de un anuncio de contactos. Y, coincidencias o destino, Grego había nacido en Albacete.
Y así varias coincidencias encadenadas: locales frecuentados, profesión, asistencia a un mismo curso de formación en verano…
En septiembre de ese mismo año ya vivíamos juntas en un piso muy pequeño y compartido, pero no nos hacía falta nada más. Unos 12 años después algo más empezó a gestarse: la maternidad. Después de 8 inseminaciones artificiales y una fecundación in vitro, nació Alejandra que ya tiene 9 años y que ha sido y es nuestra mejor apuesta.
Vanesa, Erika y Ainara
Cuando Vanesa y yo nos conocimos, ella ya tenía pensado traer una cosita así al mundo. Tras dos años de relación empezó nuestra aventura como mamás. Recuerdo que se nos hizo muy largo el embarazo y estábamos impacientes por tenerla ya en casa. El día que nos dijeron que iba a ser una niña fue muy especial porque a las dos (sin decirnos nada) nos vino su nombre a la mente y al salir de la consulta nos sorprendimos de que hubiera sido el mismo.
Y colorín, colorado, estas historias nunca se habrán acabado…
¿Quieres contarnos cómo formaste tu familia? Escríbenos a [email protected] y cuéntanos tu historia.
Ahora lo sé: Algún día mi historia será como la de Silvia y Raquel. Y quién sabe si habrá una Noa.. 😉 Y si no, la tierra de por medio no me va a venir mal. Eso está claro.