Queridas MiraLESeras, me gustaría hablaros este mes de las bebidas alcohólicas más comunes: la cerveza y el vino, desde el punto de vista de la salud, analizando desde su composición nutricional hasta las ventajas que aporta su consumo y adentrándonos también en la polémica que ha marcado su consumo a lo largo de años.
La cerveza es una bebida alcohólica procedente de cereales, el más común es la cebada. Su origen se ha relacionado con la cultura mediterránea, y existen evidencias de su consumo en la cultura sumeria y egipcia (la empleaban con fines medicinales, terapéuticos y estéticos).
Se obtiene por la fermentación del almidón del cereal en agua con levadura, al que se añade lúpulo u otros ingredientes para aromatizar o dar sabor a la bebida final.
Al proceder de cereales podemos encontrar en su composición nutricional vitaminas, polifenoles, fibra, minerales y, por supuesto, agua. Sé que pueden parecer nombres de ciencia ficción pero a continuación os explico brevemente para qué sirve cada cosa.
Las vitaminas predominantes en la cerveza son las del grupo B (presentes en cantidades razonables en cereales): tiamina, riboflavina, ácido pantoténico, piridoxina, biotina, niacina, cianocobalamina y mesioinositol. También contiene ácido fólico y sus derivados (folatos). Estas vitaminas son fundamentales en la correcta metabolización y asimilación de nutrientes (intermediarios metabólicos), en la transmisión del impulso nervioso, en la creación y síntesis de nuevas estructuras, proteínas, hormonas y enzimas; mantenimiento de la piel y mucosas, correcta absorción de minerales como el hierro, etcétera.
Por su parte, el ácido fólico o vitamina B9 es indispensable para el mantenimiento de la vida celular, formación de nuevos tejidos y prevención de defectos del tubo neural (por ello se conoce vulgarmente como vitamina del embarazo). Lo destaco especialmente en la cerveza por su biodisponibilidad (aprovechamiento del mismo).
La cerveza también es buena fuente de antioxidantes (polifenoles), protectores contra enfermedades cardiovasculares, proceso oxidativo y envejecimiento celular.
Además, encontramos en su composición nutricional la presencia de minerales como el silicio (además de contribuir al fortalecimiento de huesos, piel, uñas y cabello, vigoriza el tejido conjuntivo y se opone a la celulitis, interviniendo en la formación de tejidos elásticos –ligamentos y arterias-; también facilita la fijación del calcio en el hueso -útil en la prevención de osteoporosis-, y fortalece el sistema inmune), magnesio (fundamental en la transmisión nerviosa, antiestrés, antidepresivo y relajante muscular; ayuda también a fijar el calcio en huesos y dientes, previene cálculos renales, actúa como suave laxante y antiácido, interviene en el equilibrio hormonal –mejorando síntomas premenstruales-, favorece el sueño y la relajación, ayuda a regular la tensión arterial y el equilibrio celular), potasio (participa en la correcta contracción muscular –una de sus deficiencias más evidentes se manifiesta con los típicos calambres en las piernas-, transmisión del impulso nervioso y regulación del equilibrio celular) y sodio (con funciones similares al potasio en la transmisión del impulso nervioso, contracción muscular y equilibrio celular); y la presencia de fibra (de tipo soluble, evita el estreñimiento y contribuye a la disminución de la hipercolesterolemia. La ingesta normal recomendada de fibra dietética es de 30g/día, de los que un tercio debe ser fibra soluble. Por ejemplo, un consumo moderado de cerveza sin alcohol supondría un 17% de la ingesta de la fibra soluble en la dieta, siendo así la bebida de mayor aporte de fibra en nuestra dieta).
No podemos olvidar que un 93% de la cerveza es agua, por tanto, juega un papel fundamental en la hidratación (importante por ejemplo en personas hipertensas y deportistas, ya que además de agua incorpora sales minerales y elementos útiles para la recuperación y el equilibrio celular).
Y por supuesto, debemos hablar de su contenido alcohólico, que oscila entre el 3-8%. A mayor grado alcohólico, más calorías aportará.
Después de todo lo anterior, estaréis de acuerdo conmigo en que la cerveza no puede relegarse a la ligera al cajón de los alimentos y bebidas prohibidas y demoníacas, sino que por el contrario, tendremos que formatearnos y empezar a entenderla como un alimento, ya que posee nutrientes y sustancias beneficiosas para el organismo (y no sólo aporta calorías vacías, como es el caso de los refrescos azucarados o los licores y alcoholes destilados). Ahora bien, ¿qué es aquello de que la cerveza es la responsable de la curva de la felicidad? Dejadme que os cuente que la cerveza, por cada 100 g, aporta únicamente 45 kcal. Entonces, ¿dónde está el secreto? La realidad es que la cerveza, por sí sola, no es culpable de la obesidad, sino que más bien lo son hábitos dietéticos desequilibrados e inadecuados, el abuso de grasas saturadas, fritos y bollería industrial, la falta de actividad física y, en algunos casos, nuestra herencia genética.
Sin embargo, sí debo recalcar que todo lo anterior es válido obviamente bajo un consumo moderado y responsable. ¿Que cuál es ese consumo? Pues la cifra obviamente es variable, en función de nuestra constitución, tolerancia, tipo de alcohol, etcétera, pero por decir una cantidad, no deberíamos pasar los 7 tragos semanales (no vale contarlos todos el mismo día, ¿enh?). Es decir, unos 20 g. de alcohol al día para el caso de las chicas y algo menos del doble para los chicos (equivaldría a unas dos latas al día para las chicas y 3 para los chicos).
Al fin y al cabo, no deja de ser una bebida alcohólica y el consumo abusivo de alcohol produce efectos indeseados conocidos por todas (migrañas, dolores de cabeza y resaca a corto plazo; trastornos digestivos, daños hepáticos ―el más común cirrosis―, esofagitis, cáncer y adicción a la larga y si se va produciendo de forma continuada).
Por todo lo anterior muchas diréis “Jejeje, a mí plin, porque yo a lo que le pego es al vino…”. Si ese es tu caso, tendrás que esperar al mes próximo para conocer los pros y contras que tiene la bebida de los “dioses”.
Y para finalizar, os dejo una tabla comparativa de las calorías que aportan las diferentes bebidas, para que la próxima vez que salgáis de cañas no se os plantee el eterno dilema del “¿Qué me pido? ¿Qué engorda menos?”.
Tabla de calorías | |
Bebida | Energía Kcal/100 ml |
Anís | 297 |
Ginebra, Ron, Whisky | 244 |
Coñac | 243 |
Aguardiente | 222 |
Vermut dulce | 160 |
Vino | 75-125 |
Horchata de chufas | 70 |
Cava | 65 |
Leche entera | 62 |
Zumo de piña | 48 |
Zumo de manzana | 46 |
Cerveza | 45 |
Zumo de naranja | 43 |
Sidra | 40 |
Leche desnatada | 33 |
Zumo de tomate | 21 |
Cerveza sin alcohol | 17 |
Infusión | 4 |
Fuente: Tabla de Composición de Alimentos. |
Cristina Borrero González
Técnico Superior en Dietética y experta en nutrición deportiva
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