Por fin tuvimos el inmenso placer de ver la película Carmen y Lola. Teníamos mucha curiosidad, a sabiendas de que había cosechado toneladas de críticas -por estar hecha por una directora paya, por dar supuestamente una imagen negativa de la homofobia gitana, etc-, así como toneladas de elogios y aplausos en Cannes.
Y nos quedamos enamoradas. De la película. Y de todo el elenco actoral. Pocas cintas describen con tanto talento, detalle y pasión, el primer amor. Pocas actuaciones he visto tan perfectas como las de estas personas. Es más, todavía me cuesta creer, 24 horas después, que no sean profesionales, porque realmente parece que han nacido para hacer esta película. Todavía, 24 horas después, muchas escenas me dan vueltas en la cabeza y adquieren nuevos significados -esas cosas que pasan con las buenas películas-.
Al estreno de ayer en una gran sala de Madrid acudieron todos los actores protagonistas. Tímidos. Divertidos. Ellas, guapas a rabiar. Y todos sorprendidos por la ovación que, tras el film, les hicimos durante minutos.
Visto el resultado, cuesta creer que el casting fuera como fue:
“(No fue fácil encontrar a los actores). Pero conseguí ganarme su respeto después de estar dos años con ellos, pateándome mercadillos, asociaciones, barrios… Nunca mentí, y siempre fui con la verdad con delante. Y siempre me decían: Nunca vas a conseguir a dos chicas que quieran hacer eso. (…) Tuve que ver casi a mil gitanas antes de encontrar a mi Carmen y Lola. Pero fue mágico, porque Lola, es decir Zaira Morales, fue la número ocho. Y eso me llenó de energía. Pero luego tuve el problema de Carmen, que no aparecía (acabaría siendo Rosy Rodriguez). Venían las chicas al casting y, antes que nada, les preguntaba: ¿A ti te importaría salir fumando en la película? ¡Estás loca paya! ¡Qué van a decir de mí!, me contestaban. Así que ni siquiera continuaba con la prueba. Algunas que sí se animaban al principio, a la segunda o tercera prueba se daban cuenta de la enjundia del tema y se asustaban“.
Foto: Las actrices, Rosy Rodríguez y Zaira Morales y la directora, Arantxa Etxebarría
Una vez vista hemos de decir que sentimos el respeto de todo el equipo por la etnia gitana. Es más, algunas escenas nos hacen conectar con su gente, su cante, con su emotividad, con su espontaneidad, como si durante unos minutos nosotros también fuéramos parte. Pero no es una película con el “filtro embellecedor” puesto. Trasmite también su crudeza, aunque, como la misma directora dice, algunas chicas gitanas lesbianas con las que contactó por chat para documentarse le contaron historias mucho más duras que la que narra en Carmen y Lola.
El regustillo final: una sonrisa que se te queda pegada a la cara para el resto del día. Una sensación difusa de haber revivido el primer amor. Un halo de esperanza y de pura vida es lo que deja “Carmen y Lola”.
Es una película maravillosa!!!