Daniela Vega es una mujer de bandera. Cantante, peluquera, maquilladora, actriz. Ha sido lo que haya hecho falta para sobrevivir y alcanzar su sueño. Es la mujer del momento, y va camino de ser la mujer transexual más importante del mundo del celuloide. Sebastián Lelio, el prolífico director que también ha estrenado recientemente Disobedience, donde Rachel Weisz y Rachel McAddams se enamoran, es el autor de la cinta Una mujer fantástica que protagoniza Daniela y que va camino de ganar un Oscar. La película cuenta como ninguna la vida de una mujer transexual en Chile. Lelio tenía a Daniela de asesora para crear su personaje, pero pronto vio que no había actriz mejor para interpretarlo.
Daniela ya era una cantante lírica reconocida cuando se encontró de bruces con la posibilidad de ganar un Oscar a la mejor actriz por Una mujer fantástica. Una película que le ha permitido recorrer mundo en la promoción de una película que está triunfando en todos los festivales. “Ha sido como vivir una película dentro de otra”, afirma Daniela a Shangay.com “Estuve dos años hablando con Sebastián de lo que suponía ser trans en Chile y en Latinoamérica. Le recomendaba libros, le presentaba a distintas personas pero (…) ¡No me había contado que quería que fuese su protagonista, fue una gran sorpresa! (…) Cogí mi bolso, me fui tres días de fiesta… y cuando se me pasó la resaca empezamos a trabajar”.
Una mujer fantástica habla sobre la pérdida de un ser querido desde la vivencia de una persona a la que no la reconocen ni su identidad ni su dolor. Una experiencia profundamente dura que dota al personaje de una resiliencia incuestionable. “Esta es una película de amor y resistencia, que cuenta una historia de rebeldía y de defensa de la dignidad”, explicaba Daniela a Shangay.com. “Casi la mitad de la población no sobrevive a la transición, al maltrato físico y psicológico, incluso en la familia, por eso invito a todo el mundo a que intentemos conquistar la vida”, afirma Daniela sobre la realidad de ser transexual. Sobre su propia vivencia cuenta: “Pasé por un momento oscuro, después de mi transición. Gasté mucha energía haciéndome cargo de mi cuerpo, pero lo que más trabajo me dio fue comunicar que era trans y que no había nada malo en ello (…) La primera barrera con la que tienes que lidiar ante cualquier decisión en la vida es la que se impone uno mismo, porque tienes que aceptarte. Luego llegó la de los padres: Mi padre se preguntó “¿por qué nos pasa esto?”, y mi madre lo miró y le dijo. “¿Por qué no? ¿Quién dijo que no se puede?”. Tenía 14 años.
