Hay un día en que tienes que salir de la burbuja, ese día en el que escolarizas a tus hijos y te preparas para ser seguramente la única pareja de lesbianas de la clase.
Hasta ahora la vida de Inma y yo, juntas hace seis años y casadas hace casi cinco, y madres de Mateo, que acaba de hacer dos, era bastante sencilla en cuanto a armarios y exposición.
Yo salí del armario a los 14 años y mi familia lo tomó muy bien. A la familia de Inma le costó más, pero ya lo tienen integrado, asimilado y están muy felices con nuestra familia.
Inma y yo estamos fuera del armario en nuestros trabajos, así que nunca ha sido un tema, a nuestra boda vinieron amigos del curro, del cole, la universidad, el barrio, etcétera. Sabemos que la lesbofobia está vigente y varias amigas han vivido episodios incómodos, pero hasta ahora nosotras no la hemos vivido, digamos que hemos estado en una burbuja de bienestar, incluso cuando fuimos a la clínica a embarazarnos, FIV Madrid, nadie nos miró raro por ser una pareja de lesbianas, al contrario, el protocolo estaba muy bien establecidos y nos trataron con cariño y respeto, como a todas las parejas.
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No os voy a mentir, este verano tenía cierta desazón cuando pensaba en el inicio de la guardería, de que nuestro peque saldría ya de su burbuja de bienestar y se enfrentaría a lo que es el mundo. Que su tipo de familia, con dos mamás, no es la norma, que le preguntarían cuál de nosotras dos es su “verdadera” mamá, que quién era su papá, etcétera.
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Como somos las primeras de nuestro grupo de amigas en tener hijos no tenemos referencias ni conocemos otras historias. Nos hicimos una inseminación con semen de donante y tuvimos la suerte de embarazarnos a la primera.
Estos días hemos vivido ya por fin el inicio del año escolar, el periodo de adaptación de los niños. Celina, la profesora de Mateo, es un encanto. Le pareció fenomenal mi idea de llevar a la guarde algunos cuentos de diversidad familiar. Me dijo que también buscaría ella.
Inma y yo hemos hablado con otras madres y padres, y de momento ninguna mirada rara. Solo tuve una conversación extraña con una mamá:
– ¡Qué ojazos los de Mateo, ¿los sacó de su papá?
– No, son de su otra mamá.
– Ah, pensé que eras tú.
– También lo soy.
Veo en su mirada como su cerebro tarda unos segundos en procesar la diversidad familiar y entonces con una gran sonrisa dice: ahhh, sí, claro, perdóname.
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El otro momento lo vivió Inma, en el parque que hay junto a la guarde, mientras los niños jugaban después de salir, la abuela de una de sus compañeras le preguntó que cómo lo habíamos hecho, porque la hija de su amiga se iba a casar con una mujer y querían ser mamás.
Si antes tenía cierto temor a esta salida de la burbuja para Mateo, por el miedo a que enfrente la homofobia de la sociedad, ese miedo se ha mezclado con otras sensaciones, como por ejemplo el que estamos haciendo un bien a los compañeros de nuestro hijo y a sus familias, su entorno, les estamos llevando la diversidad familiar y el amor de nuestra familia a su clase, mostrando que somos normales, felices, que tenemos los mismos problemas y nos faltan las mismas horas de sueño que a los demás. Eso, simplemente educando.