En este programa los concursantes pierden dinero si se besan
Jugando con fuego es el reality de Netflix que simula a La isla de las tentaciones, que tanta audiencia tuvo en España. La diferencia entre ambos es que si los concursantes caen en la tentación pierden, mientras que en La isla de las tentaciones, pecar era todo un acicate de la audiencia y la popularidad del concursante.
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Siete chicos y siete chicas guapísimos conviven en una estancia de lujo a pie de playa. Compiten por 100.000 dólares, que no está nada mal -es el sueldo medio anual de un estadounidense-.
La cosa en este juego es que el bote es común y los concursantes tendrán que conocerse e intimar entre ellos, pero no tocarse. Cada beso, caricia, lo que sea, cuesta miles de euros a todo el grupo. También esta prohibida cualquier muestra de amor y placer a uno mismo…El concurso no es fácil.
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Nada más comenzar el concurso, a las horas de entrar, ya había 3 noviazgos, entre ellos el de Francesca y Harry, que acabaron haciendo perder al grupo 3000 euros por un beso por el que él insistió e insistió, lo cual desembocó en una gran batalla en la casa, pues Harry mintió deliberadamente a sus amigos diciendo que Francesca le había robado un beso y ella se enteró.
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Y es aquí donde la concursante llamada Harley nos sorprendió a todos. ” (Francesca) es preciosa. Está buenísima. Estoy obsesionada con ella. La quiero y no quiero que se pille por la persona equivocada, que es lo que está haciendo y es frustrante”. Harley, ni corta ni perezosa, le propone a Francesca un beso de venganza contra el grupo y así lo hacen. Un besazo que vuelve a costarle al grupo 3000 euros y que a Francesca parece resultarle muy divertido, pero que solo alimenta las ganas de Harley de seguir cerca de ella y le lleva a proponerle “hacer que son pareja”.
Harley ya había dejado claro en su entrada a la casa que es bisexual, que le gustan chicos y chicas (sobre todo si se parecen a ella…) pero, ¿y Francesca?
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Algo en esta historia nos está recordando muchísimo a la maravillosa serie Faking´it…¡Y ya sabemos cómo acabo!