Nada mejor para alegrar el día que un relato lésbico bien escrito. Salir de la rutina unos minutos y descubrir algún pequeño tesoro literario.
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Hoy queremos mostrarte el relato ganador de Noveles, una antología hecha por Letras LGTB para nuevos talentos literarios LGTB. Se organiza en España y participan personas de todo el mundo. Los libros pueden descargarse de manera gratuita, y el mejor relato del año gana un premio de 300 euros.
En esta ocasión la ganadora fue Marisa Martin de Ruedas, de Madrid. Su relato, “Sin despedida”, nos pone en una situación que muchas hemos vivido. Cuando lo que pasa ante nuestros ojos puede ser el fin de una relación. Una dura despedida. O no.
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SIN DESPEDIDA
Clara sabía que el debate interno vendría después, justo cuando Andrea cerrara la puerta con un portazo y dejara colgadas en el aire todas y cada una de sus explicaciones. La había observado mientras hacía sus maletas, con esa parsimonia exagerada que siempre utilizaba cuando quería alargar el momento. Sabía que necesitaba más, más de todo aquello que siempre le reclamaba, más de su mundo interno, menos de sus silencios y su opacidad.
Siguió todos y cada de uno de sus movimientos, agotando los escasos minutos que le restaban para pronunciar las palabras que Andrea quería escuchar. Pero es que sabía que ese momento no iba a llegar, demasiado orgullo como para no tenerlo en cuenta. Desechó la idea de acompañarla hasta la puerta, prefirió quedarse con la imagen de su figura desapareciendo por la esquina del pasillo.
Fijó su mirada en el respaldo de la silla, el último objeto que Andrea había acariciado con sus dedos antes de emprender la marcha, esperando el sonido de esa puerta que certificaría el final. Estaba convencida de que no había marcha atrás, pero las cosas que no te esperas son las que más sorprenden, y el silencio se extendía en esos segundos interminables convirtiéndose en aliados de su esperanza.
Por eso sus pies iniciaron el camino que antes habían negado. Clara comenzó a eliminar distancia, deseando restar probabilidad a la posible ausencia. Se encontró con Andrea justo en la esquina del pasillo que la había visto antes desaparecer. Sonrió agradecida, era consciente de que aquella vuelta atrás no era una más.
—Soy incapaz de terminar con tanto…
La voz de Andrea era una súplica a sus brazos que enseguida se lanzaron hacia su cuerpo para refugiarla.
—Yo soy incapaz de dejarte marchar.
Clara recogió con sus labios el sabor salado de los de Andrea, un beso tierno y dulce que las traía de vuelta, al punto del que nunca debieron moverse.
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