Cuando descubrí mi verdadera identidad sexual ya era madre con lo cual no tuve tiempo de preguntarme cómo iba a afrontar la maternidad al lado de otra mujer.
Si bien mi hijo tenía, y tiene, un padre también tendría desde ese momento una figura distinta a él en la vida de su madre y en la suya propia, y además, ese alguien iba a ser otra mujer. No podía dudar frente a él si no quería crearle inseguridades que pudieran repercutirle en su educación y en la vida misma. Así que tuve que ser valiente y sincera con él y conmigo y no pisamos el armario ni un solo minuto.
Está claro que no todos los procesos son iguales al mío; los hay mejores pero, sobretodo, los hay peores. Lo que quiero decir es que en esta columna se va a intentar hablar de todos los puntos de vista. De los problemas, beneficios, de las formas de llegar a ser mamá, de las inquietudes que nos crean los peques (incluso cuando no han nacido todavía) y de todo lo que a vosotras, mamás y futuras mamás, os pueda interesar.
Existe el mito de que las mujeres ansiamos ser madres desde la infancia, donde jugamos a sacar nuestros carritos a pasear e imitamos a nuestras madres con nuestros “bebés”. Y si ya de paso eres lesbiana ese deseo se multiplica por 2. Pero no, ¡¡no es así!! No todas las que se empeñaron en jugar con sus “bebés” quieren hoy ser madres y sí muchas que por el contrario jugaron con balones de fútbol y chapas…. En este “mundo rosa” no todo es tan rosa.
Me he ido encontrando por la senda de la vida con todo tipo de chicas: desde la pareja que vivía tranquilamente sin privarse de capricho alguno y con excelentes trabajos que se lo permitían hasta las que con trabajos “normales”, de los llamados mileuristas, se han dejado hasta el último céntimo en lograr su sueño: ser madres. No es tan fácil como much@s piensan y todavía hay muchas trabas en la ley, pero poco a poco conseguiremos que vaya siendo un poquito más sencillo.
Somos mujeres, somos lesbianas y somos distintas. El buzón de sugerencias estará siempre abierto para lo que necesitéis.