Luisita y Amelia viven su amor lésbico en los años 70, dentro de la serie “Amar es para siempre” y lo tienen todo en contra: la sociedad, la dictadura, las vecinas cotillas y hasta a su padre. El duo ‘Luimelia’ es amado por las fans de serie desde hace años y es que Luisita es la abanderada de las lesbianas de los 70 que tenían que callar su amor y vivir como eternas amigas, a sabiendas de las murmuraciones de la gente.
Pero Luisita ha sido capaz de luchar contra molinos de viento por Amelia y su amor. Lo que diga la gente le importa un bledo y es capaz hasta de mudarse a San Francisco para vivir con la cabeza alta.
“No voy a renunciar a Amelia, nunca. Lo nuestro pasa por estar juntas y no por agachar la cabeza.”
Sin embargo, con lo que nunca ha podido ha sido con el rechazo de su padre. Ella le adora y durante todo este tiempo ha sentido que quería más a sus hermanos que a ella y pensaba que nunca la aceptaría. Y es que Marcelino es muy buena gente, pero un poco cazurro. Menos mal que en esta ecuación ha contado con Manolita (su madre) y Pelayo (su abuelo) que la han apoyado porque entendían que “Lo único que podemos hacer con Luisita es quererla y estar a su lado”.
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No obstante, ninguna torre es tan alta como para no poder caer. Después de que detuvieran a Luisita, porque la habían acusado de relaciones indebidas (recordemos que hablamos de una España franquista y moralista de los años 70), y pasara la noche en el calabozo, Marcelino empezó a pensar. Y es que Luisita nunca se ha callado nada. Y es por eso por lo que nos encanta. No es ninguna remilgada y no ha tenido problemas en decirle a su padre lo que piensa de él y su pensamiento retrógrado.
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“Tu problema es que, desgraciadamente, piensas como toda esa gente que opina que tu hija no es normal y que mi amor por Amelia es antinatural”.
Y es aquí cuando Marcelino empieza a sentirse culpable y ve muy cercana la posibilidad de perder a su hija para siempre, y eso sí que no lo puede consentir porque en el fondo de su ser la ama con el alma. Así que, como padre, no le queda más que tragarse el orgullo y aceptar que el amor lésbico de su hija no es una moda y tampoco un capricho y que está dispuesta a luchar hasta el final.
Así que estamos muy felices de que Marcelino, personaje entrañable, haya decidido recapacitar y ofrecerle a su hija su cariño y su protección. Ojalá todos los padres tercos que no aceptan el amor de sus hijas e hijos acabasen entendiendo que el amor solo es amor, venga del cuerpo que venga.
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Os dejamos un resumen vídeo a vídeo de esta relación padre-hija en la que han pasado de gritarse al “abrazo del oso” y al calor del amor que solo nuestras familias pueden darnos.