Decía Virginie Despentes en “Porno brujas/brujas porno” que le pedimos al porno precisamente lo que nos asusta de él: que diga la verdad sobre nuestros deseos. Yo, yo no sé nada sobre por qué es tan excitante ver a otras personas follando y diciéndose guarradas. El caso es que funciona. Es mecánico. (…) Y, sin embargo, mi libido es compleja, lo que dice de mí no siempre me agrada, no siempre encaja con lo que a mi me gustaría ser. Pero puedo preferir saberlo, en lugar de esconder la cabeza y decir lo contrario de lo que sé de mí, para preservar una imagen social tranquilizadora1
Shame on me, señoras: soy de aquellas a las que les gusta saberlo. Vamos, me dije, sé un poco inapropiada. Cómpralo. Time to blow out.
Me gustan muchas cosas de los relatos de Sex, como la variedad de situaciones, lograda a pesar de que han sido escritos por una única persona. Treinta y cuatro textos dan para hablar de mujeres jóvenes y maduras, fieles e infieles esporádicamente, o por principios; con aprobación por la otra parte o sin ella; con marido ignorante o voyeur; dan para hablar de sexo en relaciones largas o recién estrenadas; con dildo, con las manos o con la boca; a dos, a tres; en la oficina, en la habitación de hotel, en casa o por teléfono; sexo en estado puro o mezclado con amor.
Me gusta que los relatos no se enmarquen en lo que se conoce como erotismo light. Como dice la autora en el prólogo de Sex, no sólo somos, por supuesto, sexuales, sino que nuestro sexo no siempre está hecho de ternura, de amor y de caricias. A veces es violento o agresivo, a veces juega por el poder y el control. Creo que es necesario – y sano- asumir que aquello que resulta excitante a menudo es socialmente molesto2. En este sentido, al igual que declara Gimeno en el prólogo, considero que no es machista casi nada de lo que dos mujeres puedan hacer y disfrutar; dos mujeres pueden hacer lo mismo que una pareja heterosexual y el significado de la acción es completamente diferente.
A diferencia de los relatos porno al uso, donde los cuerpos son siempre jóvenes y perfectos y en los que todo transcurre sin problemas hasta el estallido final (simultáneo, cómo no), en algunos de estos relatos la autora nos coloca ante actos sexuales que no siempre empiezan o acaban bien, en los que no todo es perfecto, como aquellos que narran relaciones entre mujeres sexys y cuerpos considerados invisibles: los de aquellas que pasan de los cuarenta; las anodinas, las que no son especialmente guapas. En “Una pequeña diferencia”, la mujer que toma la iniciativa y vuelve a otra loca de deseo es muy atractiva, sí, pero va en silla de ruedas.
Gimeno rescata esos cuerpos que han sido negados y rechazados por la tradición patriarcal y nos los muestra en toda su espléndida capacidad para sentir y provocar deseo. Estas mujeres no suplican, ni dan pena, ni se sienten mal consigo mismas. No son víctimas. Ellas, como el resto de mujeres que aparecen en Sex, saben lo que quieren, qué les gusta, a quién quieren hacérselo y cómo, quién quieren que se lo haga y por qué.
En este sentido, aunque Sex nos habla de fantasmas y fantasías, algunos de los relatos contienen también una buena dosis de realidad, de voluntad de exigirle al porno que también nos hable de lo real. Porque a veces podemos sentirnos incómodas en el momento de tener sexo, o ridículas, fuera de lugar o con ganas de llorar; vivir momentos en que nuestro cuerpo grita de placer mientras la mente aúlla basta. No siempre hemos de leer o escribir historias que nos dejan como mensaje subliminal la obligatoriedad de tener un orgasmo cada vez que abrimos las piernas.
Doce años juntas y una profunda crisis sexual. Es normal; todo el mundo dice que es normal. Puede que sea normal, pero también es preocupante porque… ¿qué se hace? No hay duda de que nos queremos y que queremos seguir juntas; no hay duda tampoco de que no concebimos las relaciones sexuales fuera de la pareja, somos tradicionales para eso. También es normal. Al principio no me preocupaba lo más mínimo porque no me importa mucho el sexo y a Carla tampoco. Después de tantos años con ella, con una vez a la semana me basta y me sobra; parecía que a ella también. Ahora todo es más lento y todo mucha ternura y mucho amor. No echo nada en falta. Pero las cosas se han complicado un poco porque, de un día para otro, Carla no quiere sexo, ni una vez a la semana ni nada. Bueno, pensé. Es una fase. Todo el mundo decía que en el sexo se pasa por fases y en la pareja también. Pero pasaba el tiempo y Carla no hacía otra cosa que poner excusas, parecía una esposa harta ya del marido, del sexo y de todo. (“Reconversión”)
Es bueno -y necesario- que de tanto en tanto leamos sobre relaciones sexuales que no empiezan con buen pie porque la intensidad el deseo es tanta que paradójicamente bloquea al cuerpo deseante. O que acaban mal, porque la protagonista se da cuenta, en brazos de otra, de que le gusta más hacerlo con su pareja, que ha sido mucho mayor el deseo previo que el placer actual, y que sólo tiene ganas de vestirse rápido y volver a casa, donde le espera el dulce, amado cuerpo conocido. El sexo es complejo, tiene luces y sombras. La humanidad subyace al puro instinto y perturba el cuerpo a veces, a nuestro pesar, como en el momento en que la amante constata los estragos del tiempo en el deseo:
Todo lo que viniera del cuerpo era excitante, todo lo que diera el cuerpo era bien recibido y con todo jugaban y gozaban. Y así estuvieron casi sin trabajar, casi sin salir de casa, casi sin hacer ninguna otra cosa durante varios meses.
Después la vida cotidiana se impuso. Tuvieron que volver a sus trabajos, a sus cosas y, poco a poco, el deseo se fue apaciguando y apagando como ocurre siempre. Ahora han pasado ya veinte años y de aquellos meses queda el recuerdo; ahora apenas encuentran tiempo ya para amarse. (“Nueva vida”)
No cometeré la hipocresía de decir que compré este libro por un interés intelectual ligado a esta irrupción de lo real en lo pornográfico. Compré este libro para gozar, llana y lisamente. Y precisamente por eso me alegra comprobar que he encontrado en él mucho más de lo que esperaba. No sólo me ha aportado imágenes que me han dado placer y que se han unido a las que conforman mi BIOS, mi bootstrapping o sistema de arranque particular, sino que he encontrado mucho más. Por eso no he tenido la tentación de saltarme o leer en diagonal la parte de texto que no contiene la descripción del acto sexual. Aquí todo es importante, cada relato se disfruta entero, como un buen cuerpo deseado. Sex no sólo muestra, simplemente – que también- “cómo lo hacen” dos mujeres, sino cómo se sienten al hacerlo, antes de hacerlo, después de hacerlo. Cómo se posicionan frente al sexo y al amor. Cómo reaccionan, qué sienten, por ejemplo, al saber que la mujer que aman se siente atraída por otra:
No me acerqué; estaba bebida y rabiosa, frustrada y dolida, pero no tanto como para hacer el ridículo abiertamente. (…) Ver cómo tu pareja, a la que quieres, besa apasionadamente a otra no es plato de buen gusto. Me sentía, más que desgraciada, miserable, sola y abandonada.
(…)
Entonces me acerqué. Marga debió verme por el rabillo del ojo, porque dejó de besar a la chica y sacó su mano de debajo de la falda. Yo me acerqué aún más y percibí claramente que todo su cuerpo se ponía tenso y a la defensiva. La joven se arregló un poco la falda aún más nerviosa, mirando al suelo como avergonzada. Cuando Marga pudo ver mi cara se relajó. (…) Siempre sabe lo que pienso, le basta con mirarme. Y ahora ya no estaba inquieta sino, si acaso, curiosa. Me acerqué aún más y me puse frente a ellas, aproximando mi cara a la de Marga; comencé a besarla y ella se unió a mi beso. En ese momento, la joven quiso marcharse, pero la agarré del brazo y se lo impedí. (…) Ella se dejaba hacer. Mi cuerpo las tapaba a ambas: era difícil ver en la oscuridad lo que estábamos haciendo. La joven respiraba cada vez con más fuerza. Me volví hacia ella y le puse una mano detrás de la cabeza. (“Los pezones de Marga”)
Soy consciente de que lograr todo esto sólo es posible cuando la autora dispone de la maestría narrativa de una escritora de la talla de Gimeno; en este sentido, y precisamente porque ese talento no es común, recomiendo esta lectura.
Por último, tal como indica la autora en el prólogo, os aconsejo que no leáis estos relatos de una sentada: como Ícaro, se os quemarán las alas, sometidas a tamaña sobreexposición. Leedlos con calma, o con la calma que os permita su contenido, digamos un texto, máximo dos por sesión. Pocos libros se han demorado, como éste, durante meses sobre mi mesilla de noche, en el brazo del sofá o la mesa del despacho. En esta lectura, como en tantas otras delicias, vale la pena demorarse, contener la impaciencia y degustar sabiamente, a solas o en compañía, todo el placer.
Citas:
1 Teoría King Kong, Ed. Melusina, páginas 78-79
2 Teoría King Kong, página 77.
El resto de citas proviene de Sex, Beatriz Gimeno, Egales, 2008.
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