“Si, señorita Escarlata” era su frase estrella
En el mundo de locos de hace 80 años -no tan diferente al actual en muchas cosas- Hattie McDaniel ganó el Oscar un 19 de febrero de 1940 como secundaria por Lo que el viento se llevó. Aquella famosa mujer con su divertido y cantarín “síiii, señorita Escarlataaa”. Ganó el Oscar pero no pudo sentarse en la misma mesa de sus compañeros de reparto en los premios por ser negra, tuvo que colocarse al fondo -con un permiso especial que la permitía acudir como invitada- y sola. La primera mujer negra que pisaba los Oscar. Un cuarto de siglo pasaría para que otro negro subiese a por una estatuilla.
Pero ganó el Oscar a una Academia racista que no pudo sino dárselo porque era ineludible. Esta mujer cambió un poquito la historia y abrió paso a lo que luego hubo de venir: Whoopi Goldberg, Whitney Houston, Laverne Cox, y un largo etcétera de referentes negros y LGTBs. Entonces era un secreto sepultado que era lesbiana, pero lo era.
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Por supuesto, su éxito tuvo castigo: nunca más la dieron un buen papel y la comunidad negra la rechazó por plegarse a Hollywood (tal cual le pasó a Whitney Houston); se realizaron manifestaciones en varias ciudades en su contra, pero la crítica la colocó a la altura de Vivien Leigh, y Los Angeles Times escribió que su trabajo era “digno de los premios de la Academia”.“Prefiero interpretar a una criada por 700 dólares (629 euros) que ser una por 7” fueron sus inteligentes y valientes palabras de respuesta.
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La menor de 13 hermanos e hija de una pareja de esclavos liberados y habían huido de la pobreza toda su vida. Nacida en Kansas en 1895, Hattie era extraordinaria. No quería servir, -que ironía que la llevara al cielo un papel de sirvienta- por lo que creó un grupo de vodevil con sus hermanos donde ella regentaba la vis cómica y donde actuaba con la cara pintada de blanco. Llegó el crack del 29 y acabó trabajando en un baño de mujeres. No pudo evitarlo pero acabó subiéndose al escenario del loca una noche y comenzó a cantar. Ya no se bajó del escenario en los siguiente dos años.
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La industria del momento no hacía concesiones. No había papeles protagonistas para negros. Si acaso eran sirvientes o camareros. Y así es que Hattie se coló en el mundo de la celebridades, haciendo que un papel secundario se convirtiera en protagonista. Victor Flemming quiso aprovechar su humor y su expresividad y le fue aumentando minutos y minutos en pantalla. Apareció Mammy, una criada que rompía las normas de la industria: rompedora, con carácter y la única que no se callaba en decirle las verdades a Vivien Leigh.
Su vida afectiva tampoco era algo al uso, como nada en la vida de esta gran estrella. Amante de Tallulah Bankhead y asidua al círculo de costura de la época (frecuentado también por Greta Garbo y Joan Crawford entre otras), sus historiadores tienen claro que la actriz era lesbiana y que sus cuatro matrimonios fueron derroteros inevitables de una mujer negra de los años 50. Nunca le volvieron a dar un papel en condiciones pero ella siguió haciendo historia por donde la dejaran un hueco donde pasar: también fue la primera mujer afroamericana que protagonizaba un programa de radio en EEUU.
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