Vivir en este país resulta contradictorio. Pese a que soy una lesbiana asumida y pública, no me deja de sorprender cómo absorbe esta sociedad el hecho de que andes con el cartel por la vida, gritando a los cuatro vientos y sin vergüenza que mi parada en la vida es disfrutar mi sexualidad libremente, sin estructuras, guste a quien le guste. Bueno, antes de llegar a eso, también estuve en un armario gigante que se extendió durante toda mi adolescencia y llegué con él a la universidad, donde una compañera de curso heterosexual me instó a salir de él.
Erika Montecinos Directora y editora de la primera revista para lesbianas en Chile, RS –www.rompiendoelsilencio.cl– No puedo negar que fue el mejor consejo de mi vida. Desde ahí todo cambió, pero para llegar a ser esta mujer pública que soy hoy en día, tuvo que pasar un largo tiempo. Este país tiene dos caras: por una parte, le dice al mundo que es moderno, vanguardista, que incluso tiene una presidenta!, pero a mil leguas de su esencia, es sumamente conservadora, tiene un discurso machista y homófono que no le quita nadie.
Acá la mayoría de las personas dice: “no tengo problemas con los gays y lesbianas, pero que no lo demuestren públicamente! Que lo vivan en privado…por los niños”. Claro, por los niños que una buena cantidad de heterosexuales abusa diariamente, según datos institucionales. Por eso digo que vivo en un país contradictorio y no sé si decir libre.
Alguien me decía por ahí – heterosexual por supuesto – que diera gracias que no me encontraba en Irak donde asesinan a los gays y a las lesbianas las apedrean, aunque en menor medida porque “eso” no existe. No nos agarran a pedradas en la calle, pero nos violentan a diario por otros medios mucho más hipócritas y cínicos. Por los medios tradicionales que pertenecen a la derecha más conservadora de este país, por ejemplo. No es que ataquen directamente, ¡oh no! Si este es un país que no habla las cosas de frente, porque si al menos así fuera, estaríamos más preparadas y preparados para enfrentar a estos gorilas. No.
Lo peor de todo es que silencian, invisibilizan, hacen como si gays y lesbianas estuvieran en Estados Unidos, en Europa, pero jamás por estos lados. ¿Una revista para lesbianas? ¿En Chile? Es la típica expresión de la gente, porque si no lo ve en la tele o en el diario, simplemente, no existe. Y si lo ve, lo pasan o lo publican, es una realidad llena de prejuicios y hasta homo lesbofóbica. ¡Para qué decir de las lesbianas! ‘¿Hay lesbianas en Chile?’, me preguntó una periodista muy cotizada en los medios. Y eso denota que al parecer esta violencia, es terrible también, porque al final tienes que pelear contra el silencio institucionalizado donde al parecer el gay está relegado a las peluquerías, la lesbiana a los talleres de mecánica o los clubes de fútbol femenino y los transexuales al comercio sexual y al fenómeno del circo.
Por eso les digo: no es un país libre para ejercer la sexualidad, es un país que silencia todo lo que tenga que ver con ella. Pero así y todo, vivo en él y luchamos de diferentes maneras, cada una en diferentes trincheras. ¿Quién diría que de ocultarme tanto llegaría a liderar una causa tan difícil en este rincón de América Latina? Sólo el convencimiento de tener derecho a estar y ser en cualquier parte, a expresarme mediante un medio de comunicación donde no se disfracen mis palabras ni se silencien mis opiniones sin importar además que mi clase social sea media y mi color de piel no sea blanco ni mi apellido de alcurnia. ¿Más invisibilidad todavía? ¡Mucho más! Y lo digo sin sentirme especial, porque heterosexuales también viven lo mismo.
Entonces, para llegar a ser un país realmente libre, debo comenzar por el respeto y el reconocimiento a una existencia diversa. Sólo así podemos llegar a evolucionar como humanidad.