Se definen a sí mismas como heterosexuales, pero muestran una gran curiosidad por intercambiar besos, caricias y experiencias sexuales con lesbianas y bisexuales. Pueden tener novios o estar casadas, pero da igual. Coquetean, provocan, seducen, celan y, a veces, hasta se enamoran. Te contamos aquí sus historias.
Cuando María y Aída se besaron en un bar cercano a su oficina en Madrid, los compañeros de trabajo de ambas, que compartían mesa con ellas, interrumpieron bruscamente su conversación. El silencio rotundo fue la banda sonora que acompañó varios besos largos y apasionados.
María, de 29 años, llevaba uno trabajando en la empresa y todos sus compañeros sabían que era lesbiana. La sorpresa que decoraba los rostros de éstos venía por Aída, de quien todos sabían que era heterosexual y que hasta ese momento había tenido sólo parejas masculinas. “Cuando llegué a trabajar a esa empresa, me fijé de inmediato en Aída”, cuenta María. “Me pareció guapa y estaba convencida de que era bollera. Nos mirábamos mucho. Pero no fue más allá de eso. Después, con el tiempo, nos hicimos muy amigas y ella sólo hablaba de chicos, así que asumí que era heterosexual y que mi infalible radar se había confundido. Alguna vez, cuando las chicas de la oficina íbamos a tomar algo después de trabajar, ella y otras me interrogaban sobre mi lesbianismo y decían que quizás alguna vez les gustaría probar cómo era estar con una mujer, pero nada más. Las típicas charlas de amigas”, relata María.
Al día siguiente del público y desinhibido primer beso entre María y Aída, consecuencia de una celebración en la empresa que había contado con la excesiva presencia de alcohol, Aída comenzó a salir con un chico de su barrio.
“Fue extraño y repentino todo”, recuerda María. “Nosotras nos besamos y al día siguiente ella ya casi tenía novio. Me dio la impresión de que se había asustado y necesitaba demostrar y demostrarse su heterosexualidad. Pero nada, seguimos siendo amigas, yo con mis vida y mis líos y ella con su relación que le duró tres meses; después se aburrió”.
Había pasado medio año del primer beso cuando las bocas de ambas chicas se unieron para dar vida al segundo. Ocurrió también entre sus compañeros de trabajo (esta vez menos impresionados) una noche de fiesta por el bohemio barrio de Malasaña. La noche había contado con un par de episodios de celos de Aída, motivados por la facilidad con que María entablaba conversación con otras personas. Esta vez fue Aída la que tomó la iniciativa cuando María anunció que se marchaba ya a casa.
“Era incomprensible para mí. Aída recalcaba su heterosexualidad, pero también, a veces, me buscaba. Poco después de ese segundo beso comencé a salir con una chica, la presenté a mis amigos del curro y Aída ni siquiera la saludó. No habló con ella y me dijo que le caía fatal. Demostraba sus celos, pero tampoco hacía nada al respecto. Lo mismo me había pasado unos años atrás cuando me lié con otra chica hetero. Ella ahora está casada con un chico. Tuvo algunas aventuras con chicas, como, por ejemplo, conmigo, y aunque se ponía celosa y me la montaba por todo, parecía siempre flotar en un estado de indecisión. Quería dar rienda suelta a lo que sentía, pero se arrepentía. Me cansan las heterocuriosas”, concluye María.
“Heterocuriosas” parece un buen término para definir a aquellas chicas que se identifican a sí mismas como heterosexuales (tomando como referencia la definición de identidad que hace Sahuquillo: “lo que alguien siente y el rol o sentimiento con que alguien se identifica en un momento dado de su vida”); y que manifiestan algún interés por coquetear, tener una aventura o una relación con una mujer lesbiana o bisexual.
Heteroansiosas en el trabajo
Ainara, de 32 años, tenía 25 cuando entró a trabajar a una empresa en Brighton. Eva, quien debía entrenarla y estar pendiente de sus primeros meses de trabajo, tenía cinco más que ella y estaba casada con un chico.
“Hicimos un grupo muy majo, salíamos todos los viernes a tomar copas después del trabajo. Me enteré por la gente de mi equipo que Eva les preguntaba mucho si pensaban que yo era lesbiana o qué. Para cortar los rumores dije públicamente que tenía novia. Desde ese momento ella comenzó a hacerme mil preguntas. Aunque había cuatro lesbianas más en mi equipo, sólo a mí me preguntaba cómo me había dado cuenta de que me gustaban las chicas, si antes había estado con hombres, qué sentía con una mujer... Me di cuenta de que Eva tenía una fijación con el tema, porque nadie más en la oficina me preguntaba nada; para todos era normal”, cuenta Ainara.
Mientras Ainara flirteaba con otra chica de su equipo, Eva mostraba un interés exagerado en ella. Salía de fiesta cuando Ainara salía y, cuando ésta se quedaba en casa, Eva hacía lo mismo. Buscaba sentarse a su lado y, si Ainara tardaba mucho en el baño o hablando por teléfono, iba siempre a buscarla.
“Tanta atención me sacaba de quicio. Un día fuimos a una fiesta temática de Madonna y Eva se emborrachó. Cada vez que se emborrachaba me decía que le gustaría probar con una mujer, pero en esa fiesta fue más lejos, quizás porque yo ya lo había dejado con mi novia. Empezó a bailarme de una manera que a ella le habrá parecido sexy, a mí me parecía ridícula. Me dio unos besos en el cuello e intentó besarme en la boca. Ahí tuve que pararla. Sobre todo porque yo tenía algo con una chica del trabajo y Eva no lo sabía. Esa noche esta chica y yo nos besamos frente a todos, dejamos de esconderlo. El lunes, cuando volvimos a trabajar, Eva estaba distante. Hizo como que no se acordaba del beso que intentó darme. Después dijo que se alegraba mucho de que estuviera con esta chica y ya no volvió a salir con nosotras”. Irene, de 34, también tuvo que hacer frente a una ansiosa “hetercuriosa” en el trabajo. Todo comenzó de manera normal cuando, en marzo, entró a una nueva empresa y se hizo amiga de una de sus compañeras, casada hace siete años.
“Le conté que era lesbiana y todo muy bien, muy normal. Ella iba a dejar el trabajo y se iba a vivir a Estados Unidos, así que a veces bromeaba y me decía que a ver si nos íbamos a enrollar antes de que ella se fuera. Yo me reía y me lo tomaba todo en broma, aunque sabía que ella, en su juventud, había tenido un rollo con una chica cuando se fue de Erasmus. En su comida de despedida al final nos quedamos solas, ya borrachas, y directamente me dijo que, aunque ella fuera hetero y estuviera casada, si es que íbamos a follar antes de que se fuera. Y ya que me lo preguntó tan directamente, yo directamente le respondí que no”.
Irene ha tenido varias aventuras de una noche con chicas que se definen como heterosexuales. También lo era la chica a la que recuerda como su primer amor y que conoció cuando tenía 21 años y vivía en Italia. “Fue una historia muy dramática, ella era muy católica, estaba llena de contradicciones. Me conoció y tuvimos un romance breve e intenso, después ella volvió a su vida con su novio y me olvidó (aparentemente). La historia coleó por tres o cuatro años, en los que volvimos a enrollarnos siempre que nos reencontrábamos. Ella seguía con su eterno novio, por supuesto, con el que creo que finalmente se ha casado hace no mucho. Recuerdo que una de las cosas que me sacaban de quicio, era cuando me decía que ella no consideraba que le estuviera poniendo los cuernos a su novio. Ahí empecé a darme cuenta de la ignorancia atroz de algunas personas. Aún siendo heterosexual, creo que se enamoró de mí. Es un tema muy complejo, la orientación sexual no es tan sencilla ni tan fácil. Nos decantamos siempre para un lado, somos hetero u homo, pero el ser humano no es tan sencillo. Igual que yo he podido tener curiosidad por el sexo con hombres, hay mujeres que la tienen por el sexo con mujeres. Hay de todo, casos de heterosexuales curiosas y casos de lesbianas que se dicen heterosexuales por no ser capaz de asumirlo”, sentencia Irene.
Momentos lesbianos
Más que lesbianas, en la televisión y en el cine abundan personajes “heterocuriosos”, cuyo “momento lesbiano” es apenas una etapa en su vida y no les hace replantearse su orientación heterosexual. Como es el caso de Samantha, una de las protagonista de la internacionalmente famosa serie Sex and the City, que hace una pausa en su ajetreada vida sexual con hombres para tener una relación con una mujer.
Carmen tiene 33 años y se define como “hetero”. En su historial sexual aparece una chica entre más de diez chicos. Y en su historial emocional una entre tres novios.
Reconoce que nunca ha tenido prejuicios para vivir la sexualidad. “El cuerpo está para ser disfrutado, y aunque he tendido a buscar chicos para disfrutar de mi sexualidad, también he disfrutado con una mujer”, explica Carmen. La primera vez que se acostó con una chica tenía 19 años y un novio desde hacía dos. Se trataba de la profesora de matemáticas contratada por su madre para ayudarle en sus exámenes. Era abiertamente lesbiana, llevaba la cabeza casi rapada y un piercing en la lengua. “Me daba mucho morbo, me gustaba la libertad con la que se expresaba físicamente. Nos acostamos tres veces. Después se lo dije a mi novio, pero no se molestó. No lo consideró una infidelidad. Si me hubiera acostado con un chico sí le habría jodido”.
También tenía novio cuando a los 27 se enamoró de una amiga de su hermana. “No me había pasado, y no me ha pasado otra vez, el sentirme así con otra mujer. Teníamos mucha química, nos entendíamos muy bien y le admiraba mucho. Con ella me pasaban todas las cosas que me pasaban con los chicos que me gustaban de verdad, me ponía nerviosa, esperaba por horas sus llamadas y verla. Nos besamos algunas veces, pero no llegó a nada más. Ella también era heterosexual y nunca había estado con ninguna chica. No se sentía bien con eso”.
En esa ocasión, Carmen también le confesó a su novio que había estado con otra chica. Su novio, como el anterior, no reaccionó mal a la infidelidad, incluso sugirió la idea de un trío. La reacción de ambos chicos frente a la infidelidad de Carmen no es extraña. Que una relación emocional o sexual entre dos mujeres pese menos a la hora de considerarse una infidelidad propiamente dicha tiene raíces muy antiguas. Las relaciones lésbicas han sido, históricamente, menos perseguidas y menos castigadas que las relaciones sexuales entre dos hombres, por no considerarse realmente sexo. En algunos momentos, incluso han sido alentadas como preparación al llamado “sexo real”, el sexo que implica la presencia de un hombre y, por supuesto, del pene.
La “heterocuriosidad” es interpretada de muchas maneras por las lesbianas. Simple fisgoneo, deseos de libre experimentación, bisexualidad y hasta instintos lésbicos reprimidos. Sea lo que sea, corrientes médicas aseguran que la orientación sexual es flexible y variable, sobre todo en las mujeres.
Comentarios 56
Zoraida, 20 Septiembre 2014
Disfrutalo.... mientras no duela! No te quedes con la duda si hay sentimientos aunq creas q son confusos! Viveee!!!! Desde de Buenos Aires... saludos a todxs!!
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AlblmlJoplin, 20 Septiembre 2014
Gran post!!! ;)
Pero la mayoría de las veces liarse con una hetero es jodido. Que cuando te empiezas a pillar ya te está remarcando que le molan los tíos. Y te quedas con cara de idiota. Pienso que mejor que con alguien de nuestro camino estaremos mejor. Hetero siempre serán "hetero" y a lado de un cuerpo bonito de mujer, unos besos suaves y un momento tan tierno, nada les gustará más que un pene.
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Antonia, 15 Mayo 2015
A mí una amiga supuestamente hetero me confesó que yo le gustaba y tiempo después tuvo una noche de pasión con otra mujer, aunque sus noviazgos han sido siempre con chicos. Mucho antes de eso, en la secundaria, quien fuera mi mejor amiga me dijo que tenía que decirme algo, a la hora de decirlo inventó cualquier tontería, estoy segura que también sentía una energía lésbica conmigo, a mí élla sí me gustaba. Otra amiga supuestamente hetero y con una hija, en la adolescencia decía quererme y ahora ya se ha besado y flirteado con otra amiga suya, además en sus proyectos sexuales está un trío MHM. Otra vez, platicando con dos supuestas hetero, me dijeron que en el fondo sentían curiosidad de experimentar con otra mujer y así he conocido a muchas mujeres que creen que en el fondo son bisexuales o de mentalidad abierta. Yo creo que simplemente no hay que ser prejuiciosas y la verdad si vivo 90 años, sería horrible vivirlos todos con una etiqueta autoimpuesta y que además limite mi naturaleza.
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Carmen, 31 Mayo 2016
Hola, realmente estoy pasando por un momento similar. Les cuento... llevo con mi novio 4 años y vivo con él desde hace 3 años. Toooodo es fenomenal, es como el hombre ideal para mi, me da seguridad, nos ayudamos, nos apoyamos en todo y nos queremos un montón. Pero desde hace un tiempo siento algo muy intenso por una chica que me tiene totalmente desconsertada, no entiendo que me ocurre. Me da miedo dejar a mi novio para dar un paso adelante y darme cuenta que es una simple curiosidad pero a su vez siento que no puedo vivir con esta sensación que me come por dentro. Alguien me puede ayudar?
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Sonja McDonell, 18 Septiembre 2016
Soy Sonja McDonell, 23, azafata Swiss Airlines. A menudo puedo coger con más de 2 o más chicas durante la noche en Río de Janeiro. Todo lo hacen excelente y sin restricciones.
Sonja [email protected]
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Sonja McDonell, 20 Diciembre 2016
Hola chicas lesbianas,
¿Qué edad tienes y de dónde? Acabo de usar google para encontrar una chica para mí. Soy Sonja McDonell, de 23 años, azafata de Swiss Airlines, muy tierna con muchas fantasías, también en mi maravilloso trabajo.
He leído en Internet:
"Las chicas lesbianas tienen nervios en y en sus delicadas partes sensibles de sus cuerpos, que las llamadas 'niñas normales' no tienen. Depende de los países y la edad de consentimiento ....... '
Oh sí, esto es realmente cierto.
¿Cómo es la vida real? La mía está llena de vuelos de ultramar en 13 ciudades. Mi ciudad favorita es Río de Janeiro. No hay problema allí, tener una chica por poco tiempo y también a veces durante la noche. ¿Podemos hablar de nuestros deseos y experiencias ¿Quizá pueda encontrarme en mis vacaciones de junio / julio?
Saludos
Sonja [email protected]
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