Es una historia tan increíble que resulta difícil de creer: Tras el fallecimiento del reconocido cirujano James Barry, en julio de 1865, la enfermera encargada de preparar el cadáver para su funeral, Sophia Bishop, dio la voz de alarma. ¡El cuerpo que tenía frente a sí era el de una mujer! Una mujer que además presentaba indicios de haber tenido hijos. Lo que parecía una imperdonable confusión de cuerpos, era en realidad el descubrimiento de una gran mentira, que había permitido a la mejor cirujana de la época salvar a cientos de personas.
(En la foto, “James Barry” a la izquierda). La autoridades prefirieron, en la tónica de la época, ignorar el dato y que en su lápida apareciera su nombre masculino, James Barry. Pero el rumor se extendió entre quienes fueron testigos del incidente, y nos ha permitido a los historiadores esclarecer la verdad a día de hoy.
Sus biógrafos han llegado a la siguiente conclusión:
Posiblemente el nombre real de la cirujana fuera Margaret Ann Bulkley, nacida en el condado de Cork. Margaret habría tomado prestado, y con su complicidad, el nombre de su tío James Barry, un renombrado pintor irlandés que sabía del amor de su sobrina a la medicina y quería hacerle posible un sueño imposible hasta entonces.
Francisco de Miranda, un general revolucionario amigo de la familia (el nombre completo tomado por Margaret fue James Miranda Stuart Barry), habría prometido a la muchacha llevársela a EEUU si conseguía la licenciatura, donde podría posiblemente ejercer en libertad. Pero Miranda fue encarcelado por los españoles en 1816 y Margaret no pudo otra cosa que seguir fingiendo para cumplir su sueño. Pronto ingresaría en el cuerpo de cirujanos del ejército tras licenciarse en la prestigiosa Universidad de Edimburgo.
A lo largo de su vida, Barry recorrió como cirujano todo el imperio británico, desde la India hasta Crimea, pasando por Jamaica o Grecia. Se sabe que en Sudáfrica realizó la primera cesárea de que se tiene constancia en la que sobrevivieran la madre y el hijo (hasta ese momento, sólo se recurría a ellas cuando la madre estaba muerta, con el fin de intentar salvar al feto), y el niño también recibió el nombre de James Barry en su honor. ¡Qué irónico que este no fuera el verdadero nombre de la autora de la cesárea!
Se esforzó por aplicar las normas de higiene ante las nuevas investigaciones que señalaban a las aguas fecales como el origen de muchas infecciones, lo que ayudó a reducir significativamente la incidencia de enfermedades infecciosas como la lepra o el cólera. Su fama creció tanto por ello como porque la mortalidad de sus operaciones era sorprendentemente inferior a las de sus colegas de profesión.
Testimonios de la época señalan a Margareth como una persona impetuosa y temperamental, que cuestionó y se enfrentó a las autoridades religiosas de la época. La cirujana incluso protagonizó un duelo con pistolas en Sudáfrica con un hombre que había puesto en duda su “hombría” públicamente. Ya sabemos quién venció.
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Tras su muerte, fueron muchas las personas que afirmaron haber sospechado que era una mujer, pero nadie se atrevió a decirlo en vida delante de ella. Florence Nightingale, quien coincidió con ella en la guerra de Crimea, declaró: “Tras su muerte me dijeron que era una mujer. Debo decir que se trataba de la criatura más dura que me haya encontrado nunca en el ejército.”
Cincuenta años antes de que una mujer británica pudiera estudiar medicina, el cirujano más reconocido de la época en Inglaterra era una mujer. Qué sin sentido que esta persona que tantísimas vidas salvó tuviera que esconder la suya propia para poder hacerlo.
Fuente: Elespanol.com
Son excelentes post!!
Muchas gracias por el aporte cultural.