L. G. nos cuenta cómo es ser lesbiana en el sur de Italia

La segunda chica de este mes es del sur. La hermosa isla de Sicilia la vio nacer y crecer, pero en ese crecimiento se dio cuenta de que algo había en ella que no encajaba en la sociedad italiana. Se acabó marchando de su ciudad y ocultando a algunas personas importantes una verdad que no tiene problema en mostrar en otros círculos.

“Me llamo L. G. y tengo 30 años. Soy italiana de Sicilia, pero hace un par de años que he dejado esa bellísima isla para descubrir otros países y otras mentalidades de Europa.

Muchas veces he pasado por problemas y dilemas en mi vida. ¿Qué hago? ¿Se lo digo al mundo entero sin tener en cuenta las consecuencias que tendrá en mi familia? ¿O debería reflexionar sobre la diferencia tan sustancial entre la vida que llevo hoy en día, cuando para la juventud todo es posible, y la juventud de mis padres, que vivieron la austera vida de la Sicilia de hace cuarenta años?

Éstas son preguntas que me hago miles de veces y para las que, desafortunadamente, aún no tengo una respuesta concreta. ¿Será miedo al rechazo?, ¿será que no quiero que mis padres cambien esa idea de “niña perfecta” que tienen de mí? No lo sé. Sólo sé que veo muy lejano ese enfrentamiento, el que muchos amigos me cuentan que ya han pasado y asumido.

Sin embargo, por otro lado, sí he dado pequeños pasos en mi vida en relación a salir del armario (por cierto, en Italia no existe esa expresión… lo que dice mucho sobre Italia y el tabú que hay con este tema). Sí se lo he dicho a amigos cercanos. Ellos sí podrían hablar de mí y de cómo he empezado mi camino hacia la libertad de expresión y de sentimientos hacia las chicas. Ese paso que empezó con mis amigos, ahora está más presente en mí y me acerco más a los ideales de vida gay, la vida que todo el mundo lleva o que debería llevar y además, siempre con la cabeza bien alta. Así que, si por un lado tengo a mis padres en la ignorancia completa de cómo es realmente su hija, por otro lado (y lejos de los ojos de mis padres) intento, sin mucho esfuerzo, llevar una vida completamente sumergida en el ambiente lésbico.

Me di cuenta de mi interés por las chicas en la universidad, cuando conocí a una chica en un trabajo de verano. Pasé junto a ella todos los días sin poder dejarla ni un minuto…ni ella a mí. Cuando acabó el verano nos encontramos en la ciudad. Al tiempo me di cuenta de que esa relación se estaba haciendo más intensa y que sobre todo, ya no se podía hablar de “amistad”, sino de algo más pasional y físico.

Estuvimos juntas dos años, pero aceptar lo que nos pasó fue algo muy largo y tormentoso. Recordando aquella época se me encoge el corazón, era mi primera vez con una chica y fue todo tan nuevo, intenso, misterioso; fue tan romántico como difícil… El miedo corría por mis venas cuando salía con ella a la calle.

Todas estas emociones pueden resumir perfectamente lo que siente cualquier chico/a gay que haya vivido en Sicilia. Para una persona homosexual que no se marcha de allí, la vida es muy complicada. Es difícil salir del armario, es complicado decírselo a los padres, es complicado mirarse en el espejo y no llorar por la angustia que vives cada día.

Hace unos años que en mi ciudad, Catania, las cosas van mejorando bastante. Ya es menos difícil ver parejas homosexuales en algunos de los barrios más ambiguos de la ciudad, pero eso sí, siempre muy apartados de las calles más transitadas. Todo es siempre encubierto y hay mucho cuidado con “no hacer ruido” para no despertar la curiosidad.

En Italia, como decía antes, no existe el término “salir del armario”. Eso es porque ni siquiera existen armarios de los que salir. Italia está llena de estereotipos y de reglas que la familia, la Iglesia y hasta tu profesor en la escuela te inculcan y te acaban imponiendo.

En mi opinión, toda la culpa de esta represión la tiene la Iglesia y su máximo representante, el Papa. Sólo ellos en los años y los siglos pueden decidir lo que es justo hacer y lo que es malo, eso es lo que siempre oímos desde pequeños. Al salir del país te das cuenta de cuánta hipocresía hay en ella, en la Iglesia y en toda la gente que la sigue. Me alegro de que en estos días por fin está saliendo a la luz toda la falsedad y la parte más oscura de su cara menos visible al mundo y la que han intentado cubrir desde hace años.

Espero de corazón que eso cambie un día; que todo el mundo de cualquier edad, sexo y orientación sexual pueda salir a la calle gritando que es feliz porque está viviendo por fin la vida que ha elegido y no la que alguien le dijo era la mejor”.

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