Si hablamos del aspecto mítico del cine, ninguna época puede equipararse al Hollywood de los años dorados. Sólo de un tiempo a esta parte se ha comenzado a valorar, a favorecer e incluso a premiar el hiperrealismo en la gran pantalla, como si los dioses encumbrados al Olimpo durante los felices años treinta hubieran emprendido un descenso paulatino, hasta volver a estrechar la mano de los mortales y otra vez confundirse con ellos. Al fin y al cabo en esta vida todo es cíclico, aunque en los inicios del Hollywood estelar (todavía más exclusivista que el que hoy conocemos) nada importaba menos que la vida de la gente de a pie: el cine pretendía establecer un límite, diferenciarse, trascender lo corriente. Era el surgimiento de los grandes estudios, del sonido, de la superproducción. Una gigantesca fábrica de sueños, pero, ¿desde cuándo la gente vulgar sueña con su propia vida? No, la gente vulgar soñaba en blanco y negro. Las mujeres querían tener bucles en el pelo, fumar de medio lado y escuchar los acordes de Max Steiner cuando alguien las besase. Los hombres aspiraban a la dureza y al misterio, a encender ese brillo candoroso en las pupilas de su amada. A ojos de los mortales, los rostros que aparecían en la gran pantalla perdían cualquier atisbo de humanidad: fuera de ella se verían irreconocibles, mutados. ¿Qué era de Marlene Dietrich cuando se apagaba el foco que iluminaba sus pómulos, cuando se desprendía del abrigo de visón y se quitaba la nostalgia de los ojos? ¿Qué era de los dioses cuando dejábamos de verlos tras el filtro de los 35 milímetros?
Vamos a hablar de talento, de muchísimo talento, pero también de hipocresía. Porque los dioses resultaron ser tan humanos como cualquiera cuando terminaron los títulos de crédito y se encendió la luz. Sólo eran actrices, actores, en su mayoría disociados de sí mismos, consumidos por el espectro de la fama: casi nadie se casaba menos de tres veces, por no hablar del alcohol o de las drogas, de no pocas enfermedades psíquicas. Pero, ¿qué demonios les sucedía? ¿No tenían suficiente con el dinero, con la veneración del público? Los grandes estudios de Hollywood (Metro, Fox, Paramount) estaban todavía menos interesados que el público en ver el lado humano de sus actores: parecían estar obligados a conservar sus personajes incluso fuera del plató. Podría decirse que los arquetipos de lo femenino y lo masculino, que todavía hoy imperan sobre nuestras cabezas, fueron un invento del Hollywood de la primera mitad del siglo XX. A estas alturas resulta terriblemente anacrónico, teniendo en cuenta que desde un punto de vista social aquella fue una época puritana, homófoba y racista, pero si todavía hoy pueden adivinarse vestigios, su influencia entonces tuvo que ser devastadora. Tanto era así que los contratos cinematográficos incluían una cláusula donde la actriz o el actor de turno debía comprometerse drásticamente (a riesgo de ser despedido o incluso denunciado judicialmente) a no dejarse ver en público con actitudes inequívocamente homosexuales. Tal cual. A ver, hay que entenderlo porque, ¿dónde habría quedado la credibilidad de las femmes fatales si alguien hubiera descubierto a una de ellas besando a otra mujer? ¿Y el crédito de los machos alfa si hubieran cogido de la mano o acariciado la mejilla de otro hombre? Entonces, ¿no existían las relaciones homosexuales en Hollywood?
Por supuesto que existían, pero eran invisibles. Había códigos soterrados, insinuaciones, citas en la sombra. Hoy se sabe que, en el caso de las actrices, existía un círculo secreto conocido como “el círculo de costura” (esto me hace mucha gracia, porque todavía hay quien piensa que dos mujeres en la cama sólo pueden hacer punto de cruz), integrado por actrices lesbianas o bisexuales que organizaban reuniones en distintos clubes (por supuesto, con pretextos anónimos) y al que paradójicamente pertenecían varios iconos de la feminidad universal como Greta Garbo o la propia Marlene Dietrich. Ya que era un círculo cerrado (acordaos de que nadie podía enterarse), entraba gente nueva muy de cuando en cuando, por lo que todas acababan liándose de un modo u otro con todas. Felizmente os anuncio que desde MíraLes nos hemos propuesto desentrañar estas relaciones, visibilizarlas y contarlas con todo lujo de detalles a quien pueda interesar. Así inauguramos una serie de artículos dedicados exclusivamente a estas divas y a sus amores prohibidos: Joan Crawford y Marilyn Monroe, Greta Garbo y Marlene Dietrich (si estuvieran vivas me matarían por ponerlas juntas en la misma frase), esta última y Edith Piaf… Y algunas más que ya os iremos revelando.
¿Podéis esperar al siguiente capítulo?
Inma Miralles
Gran articulo, leyendo estas lineas no puedo evitar recordar la película “El crepúsculo de los dioses” donde se muestra la decadencia de una gran actriz, cuando se apagan los focos y su propia existencia se vuelve insoportable. Existe un abismo inmenso entre lo que fue y dejo de ser por su exitosa carrera. Creo que estos dioses de la pantalla sufren verdaderas crisis de identidad y entre tanta confusión como podían defender sus inclinaciones sexuales, sobre todo en una época donde habían “muy machos” y “damiselas en apuros”. Solo me queda por decir que cada vez que leo un artículo de Inma M. me despierta una sonrisa por lo ácido y acertado de sus comentarios. A la expectativa estoy ya de sus próximas publicaciones que prometen mucho, quienes serán sus siguientes victimas.
Gran articulo, leyendo estas lineas no puedo evitar recordar la película “El crepúsculo de los dioses” donde se muestra la decadencia de una gran actriz, cuando se apagan los focos y su propia existencia se vuelve insoportable. Existe un abismo inmenso entre lo que fue y dejo de ser por su exitosa carrera. Creo que estos dioses de la pantalla sufren verdaderas crisis de identidad y entre tanta confusión como podían defender sus inclinaciones sexuales, sobre todo en una época donde habían “muy machos” y “damiselas en apuros”. Solo me queda por decir que cada vez que leo un artículo de Inma M. me despierta una sonrisa por lo ácido y acertado de sus comentarios. A la expectativa estoy ya de sus próximas publicaciones que prometen mucho, ¿quienes serán sus siguientes victimas?
Muchas gracias! Las siguientes víctimas próximamente… je je 😉
Ummmmm… lo que daría por una máquina del tiempo para poder pasearme por ese Hollywood dorado y colarme en esas fiestas llenas de mujeres de curvas sinuosas y miradas felinas, embutidas en esos maravillosos vestidos apretados que realzaban aún más esas curvas de perdición (babaaaaaaaaasssssssss). Es que las actrices de ahora como que les falta algo… chicha, concretamente; que más que llevármelas a la cama me entran ganas de invitarlas a comer un buen cocido, pobrecitas mías que hambre deben de pasar, para encima estar tan poco apetecibles
Totalmente de acuerdo! A las de ahora les falta un “algo”, no sé si el claroscuro u otra cosa… 😛
Guay el artículo! Lo que daría por una mirilla al camerino de la Dietrich o de la Garbo…¿se harían visitas a hurtadillas?
Será que en este “círculo de costura” habrá participado, alguna vez, Audrey Hepburn??????? El mero pensamiento de aquello ya es delicioso jajaj.
Que notables veladas han de haber tenido si tenían a la maestra Edith Piaf entre sus filas!
Ay hubiera dado la vida por vivir ese safismo en Hollywood, eso es otra cosa muy distinta ja ja ja
Me encanta Marlene….. Dios me hubiera encantado conocerla
Me ha encantado. Sé que existe un libro que cuenta todo esto, pero no conozco el título. ¿Alguie lo conoce?
esto es muy interesante, me encanta el tema.
Ese algo tiene relación a mi parecer con el blanco y negro de antaño , la maravillosa iluminación , los vestidos , el maquillaje que destacaba esas indescriptibles miradas provenientes de hermosos ojos de profundo cristal e infinitos detalles que se dieron en un momento mágico que ya no volverán y que como todo en la vida , se tiende a valorar cuando “ya fue y se fue para siempre”. Cada imagen ,cada rostro , cada expresión , es una invaluable obra de arte.