Sin duda no es fácil crecer y llegar a la vida adulta sin magulladuras emocionales. Los padres, los abuelos, los hermanos, familiares, amigos y conocidos están muy lejos de ser perfectos, y sabiendo lo que hacían o no, pudieron habernos provocado heridas elásticas, de esas que pueden estirarse a lo largo de los años; heridas invisibles, que no somos capaces de reconocer cuando nos miramos al espejo, pero que se manifiestan en nuestros miedos, inseguridades y desconfianzas.
La buena noticia es que las heridas pueden sanarse, y que las niñas que fuimos pueden encontrar en las adultas que somos la medicina adecuada para calmar dolores, favorecer cicatrizaciones y mudar la piel.
Muchos trabajos de autoayuda y terapias psicológicas recomiendan el trabajo con el niño o niña interior. En nuestro caso, todas las que llevamos dentro una niña lesbiana, sabemos que la invisibilidad es uno de los primeros recursos que se aprende para sobrevivir.
La niña lesbiana crece sintiendo que algo en ella no está bien. Una sensación de anormalidad, de sentimientos incorrectos, pecaminosos o inmorales (según la educación que recibe). Que no se parece a la mayoría de las niñas. La niña lesbiana aprende pronto a fingir, encubrir, invisibilizarse.
Aprende del miedo. Del miedo al rechazo, el miedo a no ser querida, a no cumplir las expectativas. Del miedo a qué pasará si…
Muchas niñas lesbianas que no encajan en el prototipo de “femenina” han sufrido la discriminación por ser diferentes, por no hacer uso y abuso del rosa, por no querer ser princesas, por no soñar con el príncipe azul.
Yo a mi niña interior la salvé. Me presenté en todos los recuerdos espinosos y críticos. La mujer en la que me he convertido empuñó la espada y viajó en el tiempo para rescatar a mi niña interior de todo aquello que dolió mucho. Cumplí mi propio cuento. Me salvé a mi misma de abismos, manzanas envenenadas, brujas y falta de amor. La mente da muchas posibilidades. Intervine las escenas, me cogí en brazos y me dije: “Todo estará bien, ahora yo estoy aquí”.
Pequeñas supervivientes, valientes y luchadoras. Si estás aquí, en este preciso momento de tu vida, es porque tu niña interior ha tenido la suficiente fuerza como para resistir. Ahora toca devolverles la mano. Sanar sus heridas para poder sanar las nuestras. Hacernos responsables de nuestra libertad, de lo que tenemos en nuestra vida, lo bueno y lo malo. De defender lo que somos y lo que queremos ser.
Toca enseñarles a desaprender. A desaprender el miedo, a desprender la invisibilidad. Toca jugar. Toca reírse. Toca enseñarle, con tu mismo ejemplo, a ser feliz.
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Oye, esta bien lindo este articulo, me placer saber que hay infinidad de mujeres tan valientes, que como tu dices se enfrentan y se rescatan
María Jesús, tienes mucha razón con el texto. Cuando te das cuenta de cuales son tus heridas la única forma de sanarlas las tiene una misma. Darle a la niña pequeña el sostén o la ayuda que no tuvo y reconciliarnos con nosotras. Y dejar de buscar fuera lo que creemos que nos falta…
Qué bonito.. yo he escrito en mi blog también sobre esa niña distinta que quería ser la protagonista de aventuras que mereciesen la pena.. 🙂
Hermoso articulo,me gustaria poder hacer lo mismo con mi nina interior pero la verdad q aun no he podido resolver mi situcion de adulta,me siento ahogada con todo lo q me esta pasando y no puedo encotrarle una salida. Cuesta fingir y mentir cada dia y pasa el tiempo y cada vez se vuelve mas pesado.
Leyendo el articulo recorde los momento en que mi ni;a interior estuvo confundida, se sintio rechazada por sus pares, ni;os y ni;as de su misma edad, y no entenida el porque de ese rechazo y de la confusion. A mi ni;a lesbiana interna la tome de la mano y la saque de la oscuridad el dia de sali del closet, el dia que no tuve miedo de hablar de quien soy, el dia que me di cuenta que las personas que estaban a mi lado me respetaban, y cuando aprendi a decirle a mi madre si soy lesbiana, en ese momento me dolio su rechazos y los muchos rechazos que siguieron, pero fui cada uno de los pasos que siguieron a ese fueron mas fuertes y ahora la nula lesbiana que fui, camina a mi lado con orgullo.
Excelente articulo.