La primera de mis navidades diferente

Estaba a punto de llegar a casa volviendo de clase cuando en una plaza a dos calles de la mía había unos quinquis liándose un porro, que tenían una perrita muy mona al lado. Sigo caminando y paso delante de ellos, en lo que la perrita me empieza a seguir. En ese momento uno de ellos suelta: “Dora, ven aquí, a las bolleras no. Ellas no nos gustan”. Me hizo mucha gracia, nunca me había llamado “bollera” gente que no me conoce y no sabe que lo soy. Supongo que porque soy bastante femenina pero no sé, me miré y a lo mejor iba un poco “lesbiana”, ya que llevaba una coleta, unos vaqueros y una sudadera. En fin, pues así empezaba mis navidades, con buen pie, sintiéndome más lesbiana que nunca.

Estas navidades sin duda van a ser DIFERENTES. Sí, con letra grande. Todas mis navidades están marcadas por una rutina: ir al pueblo de Burgos, pasar frío, jugar a cartas, ver a la familia y, con suerte, ver nevar. Pero a todo esto se sumaban mis discusiones contra mis tíos fachas, o mis primos anticatalanistas, o cualquier otro temita que pueda ser tema de discusión. Sí, la oveja negra de la familia o, como me llama mi padre, la defensora de las causas perdidas. A lo que yo le respondo que no son causas perdidas si hay alguien que las defiende. Que oye, creo que no soy la única que defiende al colectivo LGTB, o a los inmigrantes, o el bilingüismo en depende qué comunidades autónomas.

Volviendo a las navidades, este año me revelé contra mis padres y me quedé en mi casa, en Mallorca, sola. Y sí, las navidades son para pasarlas en familia, pero bueno, ya cenaré en Nochebuena con mi hermano y mi cuñada, y en Navidad con mis abuelos o no. Estas navidades son importantes para mí, porque he hecho lo que sentía, lo que creía que debía hacer. Este año he demostrado que cuando digo NO, es no; que tengo muy claro lo que quiero y que no me importa estar sola y saltarme toda la clase de normas no escritas que haya. Encima, me gusta estar sola. La primera noche en casa, teniendo 5 camas donde dormir, dormí en el sofá. Me encanta ese sofá en el que no podemos pasar la noche, porque para algo tenemos una cama. Así soy yo.

Llega Nochebuena y tenemos que ir mi hermano y yo con toda la familia de Mallorca a cenar, a lo que decidimos que no. Y como yo tengo más cara que espalda, me toca a mí comunicarlo. Pues ya ves el sermón de mi abuela: que como lío a mi hermano, que esto ha sido cosa mía… “¡Pero que es una maldita cena!”, pienso yo. Creo que este año el regalo de reyes en casa de mis abuelos va a ser algo a traición, lo percibo. Pobrecita yo.

Esta navidad, según los mayas, va a ser la última, ya que acaba el mundo el día 21 de diciembre del 2012. Eso me decía ayer una amiga. No había pensado en ello, pero en ese caso me alegraría; me gustaría saber que mi última Navidad ha sido diferente a todas las demás, que he hecho lo que sentía y me apetecía y he dejado atrás todas las normas convencionales no escritas. Y eso que a veces me sabe mal, porque a mis padres no les ha hecho ninguna gracia que su hija pequeña, de 17 años, no pase la Navidad con ellos. Se les veía un poco tristes, pero así empezarán a entender cómo soy y cómo me siento.

Este año ha sido bastante bueno. Empezó muy bien, hubo un altibajo y ahora vuelve a acabar bien. En él ha habido muchas lágrimas, pero también muchas sonrisas; muchas discusiones, pero muchos abrazos; mucho esfuerzo que a veces, y solo a veces, se ha visto recompensado. Algunas personas han desaparecido de mi vida, pero también han entrado muchas nuevas. Así que multipliquemos nuestras sonrisas y disfrutemos de los pequeños momentos, hagamos lo que sentimos siempre y dejemos en el 2011 todo aquello que no nos acaba de gustar y no merezca entrar en este 2012. Escribid toda una lista de propósitos e id cumpliendo uno a uno hasta acabar la lista entera.

 

¡Feliz año nuevo!

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