¡Por fin ha llegado el día! Llevaba mucho tiempo queriendo escribir un artículo como el de este mes… y llega la oportunidad en diciembre. Tras la resaca de las elecciones (al menos de lo que nos dejan elegir), con las navidades a la vuelta de la esquina, ese sentimiento distinto (a veces de ilusión, a veces de nostalgia) que nos envuelve en estas fechas y después de haber hablado en otros número de MíraLES de temas tan variados como las infecciones de transmisión genital, el placer o la identidad sexual, creo que ha llegado el momento… Hablemos de derecho sexuales.
Todas y todos conocemos los derechos humanos y lo que significan en nuestras vidas: suponen las garantías mínimas a las que todas las personas podemos acceder, independientemente de nuestra edad, nuestro sexo, el lugar donde nos encontremos o nuestras circunstancias concretas. ¿Se puede enmarcar la sexualidad dentro de los derechos humanos? ¿Existen unas consideraciones básicas, que marquen los límites de la dignidad humana, en cuanto a nuestra vivencia de la sexualidad? Definitivamente sí.
Y se lo debemos a la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo llevada a cabo en 1994 en El Cairo (Egipto), en la que buscando estrategias de control poblacional para lograr un mayor desarrollo en los países con mayor índice de pobreza, se llegó al concepto de Salud sexual y reproductiva. Tras diversos debates, se hizo evidente la necesidad de hablar de algo más que de control de la natalidad o planificación familiar como estrategia para el desarrollo económico y social de todas las personas, y fue entonces cuando surgió el objetivo más ambicioso y complejo de la salud sexual como estrategia para lograr una vivencia plena, positiva y libre de riesgos de las sexualidades. La Organización Mundial de la Salud la define, más allá de la ausencia de enfermedad relacionada con la sexualidad, como el estado de bienestar biológico, psicológico y social en lo que a la sexualidad de las personas se refiere. Cada uno de los países participantes en esta y otras conferencias en las que se hacía referencia a la salud sexual se posiciona en un punto diferente en cuanto al grado de consecución de este objetivo; y para poder medirlo y lograr el máximo, se elaboró la Carta de los derechos sexuales y reproductivos, que reúne exactamente las mismas características que los derechos humanos:
– Son universales. Para todas las personas, en cualquier momento, lugar y circunstancia.
– Son interdependientes e inseparables. No es posible garantizar unos sí y otros no; como tampoco es posible analizarlos de forma independiente, puesto que se relacionan e influyen entre sí.
– Conllevan obligaciones. Los gobiernos firmantes de la Carta se comprometen a garantizarlos y, aunque no es un documento legalmente vinculante, sí supone una serie de obligaciones para las administraciones públicas y para la ciudadanía.
¿Cuáles son esos derechos? ¿Qué suponen en nuestro día a día? ¿Supone la existencia de un derecho la vulneración de otro? En mi opinión, tenemos la costumbre de confundir la existencia de un derecho con la obligación de acceder a él; así escuchamos protestas por el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo, como si esto supusiera una reducción en el derecho de esa mujer a no interrumpirlo. Es evidente que el hecho de que se nos permita acceder a cuestiones que por derecho nos corresponden, no tiene por qué significar que tengamos que hacerlo… y aquí es donde entra el mayor de los derechos: a decidir uno/a mismo/a sobre el uso que hace de sus derechos y sus libertades. Conocer nuestros derechos sexuales y reproductivos es el primer paso para reivindicarlos y hacer uso de ellos:
¿Qué te parece esta carta? Es el resumen de lo que, seguramente, mujeres y hombres de todo el mundo, con sus biografías sexuales personales e irrepetibles concluirían si se sentaran a conversar sobre los mínimos para habar de dignidad. Estos derechos son nuestros, son de todas las personas, sin ganárnoslos ni posibilidad de perderlos: nos corresponden por el hecho de ser personas. Quizás te estés preguntando: “¿Qué le ha dado a esta sexóloga con hablar ahora de los Derechos sexuales?” Desde mi punto de vista, la sexología, como ciencia, está al servicio de las personas y, junto con esa reivindicación científica o académica del derecho a vivir una sexualidad plena (a través de la comprensión de la realidad de los sexos, del hecho sexual humano) necesitamos otra lucha más social y popular que nos lleve al estado de salud sexual y reproductiva que todos y todas merecemos. Los derechos sexuales son una de las herramientas más potentes que tenemos hoy en día para concienciar y sensibilizar a administraciones públicas, entidades privadas, grupos de participación y resto de la sociedad de la importancia de reconocer y aprender a valorar la pluralidad sexual que define al ser humano.
No todo está hecho: en nuestro país no hay una educación sexual de calidad y libre de ideologías, aunque la Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo de 2010 contempla la necesidad de instaurarla; no contamos con servicios específicos suficientes para atender la sexualidad de las personas, aunque organismos internacionales recomiendan un centro de atención a jóvenes en sexualidad, por ejemplo, por cada 100.000 habitantes jóvenes; muchas personas evitan en algunos contextos hablar de ningún tema que deje ver su orientación sexual por miedo al rechazo social o laboral, etc. Podríamos pasar horas, páginas y más páginas, reflexionando sobre lo que significa cada uno de estos derechos para mí o para ti, lo que suponen en nuestras vidas y hacia dónde nos debería llevar esta carta. Sin embargo, me conformo con lograr que el mensaje enviado sea que queda mucho por hacer: que aunque traten de decirnos que la equidad entre mujeres y hombres es una realidad en nuestro país, que la interrupción voluntaria del embarazo está garantizada en nuestras ciudades, que las personas jóvenes tienen servicios donde resolver sus dudas sobre sexualidad o que la homofobia es una cosa del pasado… todas y todos sepamos que no estamos donde nos gustaría y que por más que vuelvan gobiernos que dificulten el camino, también habrá personas que tratemos de avanzar, contracorriente si es preciso; y que somos muchas y con ganas.
Desde MíraLES trabajamos por la visibilidad lésbica: de todas las mujeres lesbianas que hacen la compra, que tienen o no pluma, que se enamoran y desenamoran, que van a trabajar o a estudiar, que mantienen encuentros eróticos siempre que quieren o pueden, que sufren y disfrutan… Porque tenemos derecho a la participación y libertad de opinión, derecho a formar una familia (¡la que nos dé la gana!), derecho a la igualdad efectiva y derecho a la autonomía sexual. Tú también tienes derechos y, al menos a partir de ahora, los conoces. ¿Los vas a reivindicar?
[…] Cuando las parejas dejan de ir a cenar (es decir, dejan de practicar el noble arte del fornicio) suele haber un motivo que no siempre conocemos. Indagar cuál es la causa del problema nos ayudará a poder poner un remedio a éste. Si sentís que no sois capaces de averiguarlo o que no sabéis cómo solucionarlo, quizá un sexólogo/-a te ayude a comprenderlo. La cocina es un arte, y como tal, hay que ponerle empeño y tener un buen libro de recetas. No dejes para mañana lo que puedas degustar hoy. […]