Cuenta la historia que en 1942 los alemanes no podían dormir por culpa de un enemigo inesperado. Una pesadilla que por las noches bombardeaba sus plazas. Un grupo de mujeres aviadoras.
Su responsable fue Marina Raskova, la primera mujer piloto rusa. En 1938, ella y otras dos aviadoras establecieron una marca mundial para mujeres al volar 5.908 km a través de las interminables estepas rusas. Durante la travesía de Siberia, el avión comenzó a acumular hielo en las alas y las jóvenes aviadoras se vieron obligadas a lanzar todo lo que tenían a mano para aminorar el peso de la nave y ganar altura. Raskova, que era la navegante en el vuelo, decidió que ella debía lanzarse también. Marcó el rumbo en un mapa y se lanzó en paracaídas en medio de la oscuridad siberiana. El avión llegó a su destino sin novedad, mientras un cazador rescataba a Marina. Las tres jóvenes regresaron triunfantes a Moscú donde fueron recibidas como heroínas. Esta y otras proezas aeronáuticas, hicieron que incluso el mismo Stalin, recibiera personalmente a Marina e, impresionado por su coraje y determinación, la nombrara Mayor de las Fuerzas Aéreas Soviéticas.
Cuando en 1941 Alemania invadió la Unión Soviética, Marina consiguió, en virtud de su buena relación con Stalin, permiso para formar una unidad de combate femenina. A su llamada acudieron numerosas mujeres, de edad temprana, en torno 20 años. Ella misma realizó la selección y, constituido el grupo, se trasladaron a Engels, un pueblo al norte de Stalingrado.
La primera orden fue tomar hilo y agujas y rehacer los uniformes que eran para hombres. Pantalones, camisas, medias y guerreras tuvieron que ser acondicionados a las formas femeninas. Para las botas no había otra alternativa que rellenarlas con papel de periódicos.
En muchos casos también hubo que modificar los aviones, pues algunas de las nuevas reclutas no llegaban a los pedales y a la vez darles más altura para que pudieran ver por encima del panel de instrumentos.
Además, los aviones utilizados eran los Polikarpov U-2 (Po-2), el biplano más producido en el mundo y creado, inicialmente, para prácticas de vuelo civil y la fumigación de los campos.
El problema de estos aviones es que eran demasiado lentos, obsoletos ―fabricados en 1927― y que estaban construidos de madera y lona. Eran aviones de cabina abierta por lo que el frío que debían soportar durante el vuelo congelaba sus rostros. Aquellas “escobas voladoras“, sin radio ni paracaídas (decían que preferían morir que caer en manos de los alemanes), llevaban dos tripulantes, piloto y navegante, y tenían capacidad para dos bombas que, en algunas ocasiones y debido a los obsoletos sistemas de lanzamiento, debían tirar a mano. Eran aviones de la Primera Guerra Mundial combatiendo en la Segunda. En principio, no tenían ninguna posibilidad frente a los veloces cazas alemanes. Sin embargo, la pericia de las aviadoras y su maniobrabilidad les permitían realizar bruscos y rápidos virajes que dificultaban enormemente la posibilidad de ser abatidas.
El entrenamiento en Engels fue duro. Las pilotos volaban entre 12 y 14 horas diarias pues con la tropas alemanas avanzando en el Frente Oriental, debían aprender en días lo que otros podían permitirse dominar en meses o años.
Marina Raskova sentía temor al no saber si lo que les enseñó les podría salvar la vida y le asustaba que mujeres tan jóvenes pudiesen morir…
―¿No tenéis miedo de ir al frente? ¿No sabéis que los alemanes os pueden matar? ―preguntó la Mayor Raskova
―No si les disparamos primero, Mayor Raskova ―contestaron al unísono.
Y así fue así cómo Marina Raskova envió al frente los tres Regimientos aéreos… el 586º de Cazas, el 587º de Bombardeo, y el 588º Regimiento de Bombardeo Nocturno, el más famoso y temido por los nazis, compuesto únicamente por mujeres.
Debido a su escasa capacidad de carga, las aviadoras realizaban varias operaciones en la misma noche siguiendo siempre la misma táctica arriesgada: cuando se acercaban al objetivo paraban sus ruidosos motores y planeaban hasta llegar al objetivo, lanzaban las bombas y volvían a encenderlos para salir de allí.
Los alemanes las llamaron Nachthexen (Brujas de la Noche) debido al sonido silbante que hacían (como la escoba de una bruja en la noche) mientras volaban rasantes con sus destartaladas máquinas de madera y tela, alimentando la leyenda de las “brujas”.
Pronto se convirtieron en la pesadilla de los aviadores nazis. Había, supuestamente, una promesa de conceder la Cruz de Hierro a cualquier piloto alemán de la Luftwaffe, que derribara una Bruja de la Noche.
En 2013, falleció a los 91 años una de estas heroínas, Nadezhda Pópova, quien explicaba la estrategia para escapar de los ataques defensivos de los alemanes: las 588ª volaban en formaciones de tres. Dos iban delante como señuelos, para atraer la atención de los reflectores, luego se separaban en direcciones opuestas y giraban violentamente para evitar los cañones antiaéreos. A medida que los reflectores se apresuraban a seguirlas, la tercera atacante podía colarse por el camino oscuro realizado por sus dos compañeras y dar en el blanco sin oposición. Ella entonces salía a reunirse con las otras dos, con las que cambiarían lugares hasta que las tres habían lanzado sus cargas útiles. Requería nervios de acero. “No había tiempo para tener miedo”, recordaba la aviadora.
Marina no sobrevivió a la guerra pues falleció en un accidente. Durante el vuelo del día 4 de enero de 1943, hubo una tormenta de nieve que hizo estrellar su avión contra el banco occidental del río Volga.
Las Brujas de la Noche jugaron un importante papel en la victoria soviética sobre los nazis por lo que fueron consideradas grandes heroínas por todos los soviéticos, y su ejemplo sirvió de estímulo para muchas personas. Que su historia nos sirva para recordar el valor y coraje que tenemos las mujeres (y los hombres) cuando creemos en la causa y para inspirarnos en la lucha por las nuestras.
Referencias:
http://keikai.blogspot.com.es/2005/06/marina-raskova-y-las-brujas-de-la.html
http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/1423-brujas-en-la-noche
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