“Lesbofobia” es un término originado aproximadamente en la década de los setenta, cuando comenzaron a tener mayor cabida en la sociedad las relaciones homosexuales. Significa, como podemos imaginarnos, el rechazo y odio a las prácticas lésbicas por considerarse actos denigrantes.
Pues sí. Y, aunque queramos taparnos los ojos, también hay muchas lesbianas que, queriendo negar su orientación sexual, discriminan a otras lesbianas (y a sí mismas) y practican lo que comúnmente se conoce como “lesbofobia“.
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De hecho es algo bastante frecuente. Os contaré un hecho que me sucedió que viene a colación.
Conocí a, llamémosla Ana, una tarde de junio. Yo estaba con unas amigas tomando algo en la cafetería de siempre y llegó ella con su grupo de amigas. Se sentaron en la mesa contigua y pronto entablamos conversación. Ana comentaba que Miguel Ángel Silvestre le parecía muy guapo y que quería un novio como él, dejando claro así que era heterosexual. Sus amigas eran más de Mario Casas. Yo me quedaba con Blanca Suárez, todo estaba en su sitio. Las cartas sobre la mesa y las condiciones de cada quién bien puestas. No sé cómo sucedió pero a los quince minutos nos encontramos en el baño, yo salía y ella entraba.
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—Así que te van las tías, ¿no?— preguntó con algo de ironía.
—Pues sí.
—Yo es que no aguanto a las bolleras, me dan asco.
—…
—Me parecéis unas viciosas todas, morbo puro y duro, vamos, un asco total, depravadas.
Cuando ya me estaba yendo porque no pensaba entrar en aquella provocación me cogió del brazo y me plantó un beso en la boca, así, por la cara, después me dijo “ni una palabra de esto a nadie”. Y se fue por donde había venido.
Al poco tiempo de ese suceso me enteré de que Ana y su grupo de amigas se declaraban abiertamente “anti gays” y se dedicaban a insultar y discriminar a las personas homosexuales.
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En muchas de sus insignes charlas amistosas hablaban acerca de la homosexualidad como una enfermedad, como algo oscuro, etcétera. Lo mejor de todo es que ahora Ana mantiene una relación con una chica, hace tres meses que está con ella, a espaldas de sus amigas y está intentando aceptar lo que es y quitarse esa idea de que ser lesbiana es algo denigrante, perverso y antinatural. Me pidió perdón por nuestro encontronazo en el baño. Le dije que mejor se perdonase ella, sería más feliz. Yo al menos me siento orgullosa de sentir lo que siento.
Pues bien, este es sólo un ejemplo como otro cualquiera de una lesbiana lesbófoba. Podría hablar largo y tendido sobre esto pues pese a los tiempos que corren todavía existen barreras y personas que se niegan a asimilar que son como son, sienten como sienten y que no existe ningún tipo de maldad en sus actos. Más bien la hay, y es delito, en la lesbofobia.
¿Pero qué sentido tiene ir en contra de uno mismo? La psicóloga Rocío Carballo lo explica así:
“No sólo ante la orientación sexual o el color de piel. Ante cualquier cualidad humana, una persona puede generar un rechazo, una fobia”.
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¿Incluso aunque esa cualidad sea parte de ella? “Absolutamente. Y esto se debe a que este rechazo no nace del individuo, nace en la sociedad. De una necesidad social de conservación. Cualquier cambio en un grupo social supone una amenaza del equilibrio establecido, una pérdida de control y de poder. De ese miedo irracional a lo ajeno y a lo desconocido nace el rechazo, ya sea a una cultura, a una orientación, a una idea nueva, etcétera. Este rechazo se inyecta de la sociedad a los individuos a través de la represión y la instrucción”.
El problema es que nuestros deseos y necesidades son mucho más innatos y menos moldeables que nuestras creencias, y no son tan vulnerables a los referentes y a la sociedad.
Pero, ¿cómo puede una lesbiana ser abiertamente antihomosexual?
“No se puede vivir en disonancia cognitiva; para nuestro cerebro es necesario que haya una equivalencia entre deseos, actos y creencias. Así que cuando lo que hemos aprendido que no está bien o lo que es peligroso choca con lo que deseamos sólo se pueden tomar dos caminos: cambiar nuestras creencias o bloquear nuestros deseos”, afirma Rocío.
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La única forma de lograr esto último es, no sólo negar el deseo, sino que actuar activamente en contra de él. Es por ello por lo que muchos homosexuales que no aceptan su condición se vuelven activistas antihomosexuales. Este camino suele ser inconsciente, no se trata de una decisión voluntaria, sino de una defensa involuntaria. No van tanto en contra de los demás, que también, sino de sí mismos. Tratan de anular el deseo echando leña al rechazo para que este sea más poderoso que la atracción, y así romper la disonancia de su cerebro y encontrar la tranquilidad.”
Este último camino anestesia a corto plazo pero suele ser un fracaso a largo plazo, produciendo mucho sufrimiento y frustración con la consiguiente pérdida de autoestima en el que lo haya emprendido.
Y es que el deseo es tan básico como el hambre o la necesidad de apego. No se puede suprimir.
Verónica Font
Visita mi blog Princesa del subterfugio
Conozco el caso de una tía mía, que rechaza a su hija lesbiana -se ha llevado quince años renegando de ella-, que pienso que tiene este problema. Cuando he dado mi teoría, ha costado entenderla, pero han terminado convenciéndose, y es normal porque es bastante contradictorio.
Me ocurrio un caso con la prima de una amiga,hicimos un comentario en un bar sobre su manera de ser (era rarisima)y una amiga de ella que lo oyó dijo que el grupo la habiamos insultado por ser lesbiana, nunca mas lejos de la realidad, era una persona rarisima y bastante borde. No porque sea lesbiana nos iba a caer bien.
Es curioso… yo podría ser una de esas personas que tuviesen algo que ocultar, porque a pesar de no tener del todo claro si soy bisexual o quizá incluso lesbiana he seguido viviendo largamente con una pareja chico. Y en cuanto he tenido claro qué eran mis sentimientos y mis atracciones, lo primero que he hecho ha sido visibilizarme todo lo posible y ayudar a visibilizarse a los demás, porque de pronto entendía mucho mejor lo que sentían y lo que habían tenido que pasar para contárselo a sus familias y amigos. Nunca se me pasó remotamente por la cabeza ni negarlo ni actuar en contra.
[…] P.D.: Os recomiendo leer este artículo de MiraLES, que habla de un caso de una lesbiana homófoba. […]
¡¡Me ha encantado el artículo!! Justo en mi blog, estaba escribiendo sobre mi última cita con un chico, que era un gay homófobo. Era la primera vez que me encontraba con un gay homófobo, y quedé patidifuso. Sí que me había cruzado con gays bífobos, pero eso es más habitual. Espero que esta chica se perdone a sí misma, y sea feliz. ¡¡Enhorabuena por vuestros artículos!!
Yo era así!! a causa de mi religión (cristiano evangélico) y mi familia. Pasaron muchísimos años para que pudiera aceptar lo que era y lo que realmente amaba. Hoy me siento mucho más sana emocionalmente, me amo y acepto a mi misma y por sobre todo a quienes también son como yo. Antes les decía que estaban en un error y que Dios “los podía cambiar” ¡Qué ciega fui!
Muy buen artículo! amor para tod@s!
Lo mas complicado es cuando te enamoras ,de una lesbiana ,lesbofoba y tu eres abiertamente gay..Se sufre una discriminación muy triste de la contraparte a tu persona ,cuesta lágrimas estoy segura ,si es que ella te ama ,o te desea y no lo acepta y acaba lastimando por mecanismo de defensa,,,,,,,,,
Se llama Lesbofobia interiorizada. Un saludo al equipo de Mirales!