Claudia, Mari y Arantxa no son sus nombres reales. Para contar sus historias y posar en las fotos con sus uniformes han preferido preservar su identidad. Las tres son militares, tienen entre 24 y 26 años, y provienen de pueblos pequeños de distintas regiones de España.
Arantxa entró al ejército para salir de su pueblo. Más bien para salir de la vida rutinaria de éste: cervezas, porros, música y trabajos esporádicos de camarera. Al ejército llegó con 19 años y largas rastas en el pelo. La raparon. Arantxa mira hacia atrás y se enorgullece de su decisión. Le gusta la vida militar y lo que ha logrado. Es la única de sus amigas del pueblo que tiene coche y trabajo.
“No experimenté propiamente tal con el lesbianismo hasta que entré al ejército. Sí sabía que me gustaban las mujeres. Desde los 14 años estaba muy enamorada de mi profesora de música, que tenía 31. Yo veía que daba la clase y solo me miraba a mí, a nadie más. ‘¿Entenderá o no?´, pensaba cada día. Se preocupaba mucho por mí, me dejaba libros de su casa, quedó un día a tomar café conmigo. Yo quería hacer magisterio musical, ella siempre apoyándome. Mis padres no tenían pasta para pagarme nada, y ella me pagó el conservatorio por dos años. Yo estaba locamente enamorada”, relata Arantxa.
En la base, Arantxa ha tenido relaciones con otras chicas militares. “Estar con alguien en la base, con una compañera, puede ser primero maravilloso y después una locura. Te absorbes mucho porque no tienes a tu familia y estás lejos de todo. Ves a tu novia todo el día, vives con ella prácticamente, desde el principio. Eso te puede cansar, sobre todo si trabajan juntas en la misma división. Puede ser una pesadilla”.
Sexo en la base
Claudia quería estar tranquila, que la dejaran en paz, por eso ingresó al Ejército. Claudia nunca se había planteado estar con chicas. Cuando tenía 14 años su mejor amiga le contó que Gloria, una compañera de clase, había reconocido públicamente que le gustaba Claudia. “Me sentí halagada, era especial y nuevo gustarle a una chica, pero yo tenía novio y no pensaba en eso”, comenta.
Se separaron y cuatro años más tarde volvieron a coincidir en una clase, en el instituto. “Empecé a fijarme mucho en ella, no me lo podía creer. Seguía con mi novio, pero no podía parar de mirarle los labios a Gloria y pensar, ‘joder, cómo sería poder besarla’. Así que un día no aguanté más y fui a su casa. Le dije: ‘Gloria, me gustas. No te enamores de mí porque no voy a dejar a mi novio. Tampoco se lo cuentes a nadie`. Nos besamos y fue un beso maravilloso, increíble, como si nunca hubiéramos besado a nadie. Duró dos minutos”.
Claudia y Gloria entraron al ejército para que las dejaran tranquilas. Para poder vivir su relación sin la presión de sus familias ni los amigos del pueblo. “Todo el mundo estaba en contra. Las únicas que estábamos a favor éramos ella y yo”.
Antes de acabar la instrucción, Gloria y Claudia discutieron. Claudia se quedó en la base y Gloria se fue.
A diferencia de Arantxa y Mari, Claudia se considera bisexual. En la base ha tenido diversos romances con hombres y mujeres. “La vida en la base es como la de una residencia de estudiantes. Se comparte, se hace amigos, se liga”. Claudia ha hecho dos tríos con sus compañeros. En ambos casos participó un chico y una chica. En el último, la chica se definía como heterosexual. “Hay mucho sexo lésbico en la base. Pero no sólo de lesbianas y bisexuales. Muchas chicas que tienen novios, también militares, y se acuestan con chicas. Muchísimas han probado, y la que no lo ha hecho aún, está loca por probarlo”, enfatiza Claudia.
Visibilidad y prototipos
Mari entró al ejército no para salir del pueblo ni para poder vivir una relación. Dejó familia, novia y amigos para cumplir un sueño. Entró por vocación.
No había sido fácil. Vivía en un pueblo muy pequeño y conservador, y a los dieciséis se enamoró de una amiga de catorce años. Le declaró su amor. “¡Dios mío, Mari! ¿Pero qué estás diciendo?”, fue la reacción de ésta.
Sin embargo, el paso de los meses aumentó la complicidad, las miradas, las ganas. El paso de los meses consolidó la relación que se extendió por cuatro años y contó con la gran desaprobación y la censura de las familias.
En la actualidad, Mari vive su lesbianismo con mucha libertad. “Si viene mi novia a verme a la base, yo me paseo con ella de la mano por todos lados, no me importa si nos encontramos a un general y si este general es homófobo. Yo actúo en la base como actúo en la calle. Y, así como sucede en la calle, hay gente a la que le molesta y gente a la que le da igual. La diferencia se hace cuando llevas el uniforme. Ahí no puedes tener gestos cariñosos, ni con tu novia ni con tus amigos”, sostiene Mari.
A juicio de las entrevistadas, en la vida militar la visibilidad lésbica se vive con bastante normalidad. Advirtiendo incluso que es más fácil ser lesbiana que ser gay en el ejército.
“En mi división”, comenta Arantxa, “soy la única chica. Antes había otra chica lesbiana a la que le hacían la vida imposible. Pero antes de ella había una heterosexual a la que le hacían más imposible la vida, entonces, a veces, cuando hay discriminación, no tiene nada que ver con la orientación sexual, sino que con el género. Con el tema de ser mujer, que es lo que muchos hombres no llevan bien, eso de que haya mujeres en el ejército”.
Recientemente, dos chicas militares de la base de Arantxa, Mari y Claudia, han sido madres a través de un proceso de inseminación. “No están casadas, son sólo novias, aún así el ejército le ha dado el permiso de paternidad a la que no ha sido la madre biológica”, comenta Arantxa.
“La vida en el ejército para la mujer lesbiana está bastante normalizada”, asegura Mari. “Con cosas como lo del embarazo de nuestra amiga te das cuenta de que el ejército no es tan retrógrado como puede pensarse. La vida militar sólo puede entenderse desde dentro, desde fuera existen muchos prejuicios. Como que estamos todo el día pegando tiros”.
Otro prejuicio que las militares sacan a relucir es el de los prototipos de lesbianas. “Se piensa que el ejército está lleno de lesbianas camioneras y no es así, para nada. Hay de todo, como en cualquier bar de Chueca. Chicas femeninas, chicas masculinas”.
Mari, Arantxa y Claudia aseguran que en el ejército casi la mitad de las mujeres son lesbianas. Aunque el porcentaje se encuentra muy concentrado en las áreas. “Entre las oficiales hay muchas casadas y madres de familia. Alguna es lesbiana. En cambio, en la tropa, es todo lo contrario. En la tropa alguna es hetero”, asegura Mari.
La verdad es que como lo has escrito remueve el alma, y la verdad que me da mucha alegria por estas chicas y por todas las que hayan en el ejercito español en condicion de lesbianas, bisexuales. En pareja en la base o fuera. Tenemos que llegar a todas partes, no porque tenga que haber una lesbiana en cada lugar sino porque formamos parte del mundo, aunque algunas personas no lo compartan. Y muchs chicas le abren el cmino a otras, en el caso del ejercito de algun modo creo que ha sido asi.
Hola soy de Perú y me gustaría conocer a una mujer militar mi correo es [email protected]