Desde el 3 de julio de 2005 los ciudadanos de este país tenemos el derecho de casarnos con alguien de nuestro mismo sexo. Pero también el derecho a divorciarnos. ¿Lo afrontamos igual?
Para ponernos primero en situación haré una breve introducción sobre cómo nos casamos para luego poder explicar cómo nos divorciamos. Según los últimos datos con los que cuenta el INE, “los matrimonios entre mujeres lesbianas comprenden un 32,92% mientras que los matrimonios entre gays son un 67,08%”. Según estas cifras, los gays se casan el doble que las lesbianas. Antonio Poveda, Presidente de la FELGTB, comenta al respecto: “Este dato es revelador, pues nos muestra con claridad la invisibilidad de las mujeres lesbianas. Ellas se casan menos por miedo a ser discriminadas. Que en pleno siglo XXI, las lesbianas se casen la mitad que los gays es indicativo de hasta qué extremo llega la invisibilidad de nuestras compañeras lesbianas”.(1) Entre 2005 y 2008 se estima que se han celebrado aproximadamente unos 15.000 matrimonios entre personas del mismo sexo. La FELGTB señala que en 2008 hubo un 10% más que en 2007 y que ciudades como Madrid o Barcelona son en las que más matrimonios se contraen, seguidas, ya de lejos, por Valencia y Málaga, constatando así que existen todavía barreras sociales a la hora pensar en formalizar una relación.(2) Si bien cada divorcio puede verse como un fracaso de la convivencia, no son tan altas las cifras estimadas. Los datos con los que contamos nos informan de que entre 2007 y 2008 se han producido 175 divorcios entre personas del mismo sexo: 111 entre gays y 64 entre lesbianas; esto es, un 3,5% que asciende a un total del 10% si sumamos todos los divorcios desde la creación de la Ley.(3) Los datos estadísticos nos dan un valor muy concreto de cuánto nos casamos y cuánto nos divorciamos, pero ¿nos dan acaso cifras sobre el dolor que esto produce, lo difícil que es tomar esta decisión o las consecuencias en nosotras y en nuestros hijos?
Querer dar un cambio radical a tu vida, no soportar a tu pareja, haberse apagado la pasión, miedo a la responsabilidad, peleas constantes o infidelidades son unas cuantas de tantas causas del divorcio. Todas son lícitas si van acompañadas de la sinceridad y el cariño que nuestras futuras ex parejas se merecen por haber sido nuestras compañeras, probablemente, durante años.
“No podemos generalizar, no creo que el hecho de ser lesbiana me haga sentir más o menos dolor”, me comenta una amiga recién separada. Es cierto, no podemos decir que todas las mujeres, por el hecho de ser lesbianas, tengan el mismo modus operandi a la hora de afrontar una decisión así, tanto en el caso de la persona que deja como en el de la dejada; pero sí que es cierto que las mujeres, en su mayoría, pensamos mucho más las decisiones. Nuestras relaciones son más intensas, discutimos más y hasta diría que nos cuesta más separarnos definitivamente (típica regla lésbica de que nuestras ex no desaparecen, sino que se convierten en nuestras mejores amigas). Nos cuesta divorciarnos, dejar atrás una vida tranquila, segura, cómoda, de afecto, en la que nos sentimos “en casa”. Es duro pensar en afrontar una vida en solitario, donde sólo contemos con nosotras mismas, y quizá por ello o tomamos la decisión en caliente, sin pensarla demasiado, o no lo haremos nunca, aunque no sea lo más beneficioso para ambas.
La mayoría de las relaciones rotas que conozco han sido relaciones muy largas en las que, por suerte o desgracia, hay niños. Tener niños es un handicap a la hora de divorciarse: ¿lo llevarán muy mal los niños? ¿Les afectará psicológicamente? ¿Me seguirá queriendo si me voy? Los niños son infinitamente más inteligentes que los adultos, se sobreponen antes de todo y comprenden las situaciones mucho
mejor de lo que nosotros podemos llegar a imaginar. Seguramente su primera reacción sea de sorpresa y no sepan qué está pasando, pero os daréis cuenta de que más tarde intentarán sacar beneficio del hecho y os chantajearán con irse con la otra mamá si no les consentimos esto o aquello. Son distintas fases por las que tienen que pasar y la mayoría entran dentro de la normalidad. Pueden volver a hacerse pis encima o en la cama, aunque sean mayores; sacar malas notas, pelearse con los amigos, volverse caprichosos… Pero es seguro que llegado el momento se interesaran por saber qué ha pasado y puede que también intenten hacer de celestinos y juntaros de nuevo. No os van a dejar de querer si os vais definitivamente. Puede que durante un tiempo estén distintos, pero al final seguís siendo sus madres y os necesitan y os quieren por encima de todo.
Por experiencia propia no diré que no es difícil, porque lo es y mucho. Si pasado un tiempo la pareja no se une, la vida de los niños quedará separada para siempre, teniendo que ir de casa en casa constantemente.
Si queremos salvaguardar la estabilidad emocional de nuestros hijos, algo fundamental es mantener una buena relación con tu ex y que ellos lo vean. Salir de vez en cuando juntas y hacer actividades con los niños sería algo ideal. Evidentemente jamás hablar mal de ella delante de los niños y, si en un momento dado hay que decir que “es la mejor madre del mundo”, pues se dice.
Tenemos que tener en cuenta que para nosotras son nuestras ex parejas, pero para nuestros peques nunca serán sus ex madres.
Más información:
Más información:
1. Informe Matrimonio en igualdad 2008. FELGTB
2. Informe Matrimonio en igualdad 2009. FELGTB
3. www.ine.es