Me siento extraña (1977) es la primera película lésbica de la historia de España. En plena época del destape, (Francisco Franco había muerto hacía poco más de un año, y con él la censura), Me siento extraña se atrevió a mostrar a una Rocío Durcal en un papel totalmente rompedor. El hito fue tal que la película fue la más vista del año. Tengamos en cuenta que hasta entonces, y junto a Marisol, la Durcal había sido “la niña prodigio de Franco”. No deja de ser irónico que ambas artistas, escogidas para representar los valores morales y estéticos de la dictadura, acabaran haciendo todo lo contrario: Marisol se declaró comunista y Rocío filmó esta película lésbica.
En realidad la película no es especialmente transgresora ni feminista. Tampoco muestra a mujeres empoderadas ni lesbianas libres y visibles. Por el contrario, los personajes masculinos son machistas, violentos e incapaces de controlar sus impulsos sexuales, y las mujeres aparecen sometidas a sus deseos y caprichos. Que ellas tengan una relación acrecienta la rabia de los hombres del pueblo, que harán lo que sea para tener sexo con ellas, quieran ellas o no. Tendrá Rocío Durcal que ser abusada y desahuciada por su marido, y Barbara Rey casi violada por los vecinos del pueblo, para que ambas se encuentren. En palabras de su director, el objetivo era hacer una película con una relación lésbica pero a la vez no mostrarse ni a favor ni en contra del lesbianismo (¡como si se tratara de la independencia de Cataluña!), por lo que hicieron que su sexualidad apareciera como parte de un apoyo mutuo a sus respectivas desgracias. Lo sorprendente es que ni el abuso sexual ni el maltrato que sufre el personaje de Rocío por parte de su marido tendrán especial importancia para la opinión pública, ningún medio hablará de otra cosa durante semanas que no sea las escenas lésbicas de Me siento extraña, por cierto bastante explícitas:
Las habladurías respecto a la película son también un reflejo de lo primitivo de la época en cuanto a emancipación femenina: Se decía que Junior, el marido de Rocío, se había negado a que hiciera la película y que incluso la pegó al aceptar del papel. También se insistió en el lesbianismo de Barbara Rey desde su estreno, quien, aunque negándolo, se mostró encantada de convertirse en un referente para las lesbianas. (Realmente casi el único que ha habido en España hasta hace bien poco). Recientemente ha recibido un premio por su aportación a la visibilidad lésbica en el cine en varias de sus películas.
Rocío por su parte se arrepintió publicamente de haberla rodado, (cierto es que la presión mediática sobre ella fue mucho más intensa) y recomenzó su carrera musical en México junto a Juan Gabriel.
Es innegable el valor que tuvieron que tener estas dos famosísimas mujeres para hacer esta película, viendo el contexto social en el que estaban. Tendrán que pasar 14 años más para que Almodóvar volviera a hablar de un amor lésbico en Tacones Lejanos, y 30 años para volver a ver una escena de sexo entre dos mujeres en la gran pantalla española (Habitación en Roma, 2010). Solo por eso, y aun siendo una película prescindible, merece la pena hacerle un visionado.