¿Quién no ha querido media hora más?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Media hora más contigo. ¿Nos suena? Seguro que más de alguna vez hemos deseado detener o prolongar las horas, esas horas que se viven junto a las personas que nos rompen los esquemas. Media hora más contigo es el título sugerente de este clásico del cine lésbico. ¿Ya la has visto?

Cuando Vivian Bell llega a Nevada para agilizar los trámites de su divorcio no se imagina que allí redescubrirá el amor. Bella y joven, seductora y decidida, Cay la hará sentirse plena. Más que las intrigas y juicios ajenos, tendrá que enfrentarse a sí misma. Pero Cay sabrá cómo doblar su resistencia inicial.

Corre el año de 1959, el último de una década que, impulsada por el crecimiento económico que experimenta Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, se ve marcada por la puesta en práctica de un estilo de vida que traducía bien lo que era el sueño americano: una casa en los suburbios con un bonito jardín y coche en el garaje. Las mujeres con sus electrodomésticos, a la par que impulsan el consumo de estos bienes, se afianzan como el pilar de sustentación de la familia nuclear: un matrimonio (hombre-mujer) con hijo(s). La estrategia de consumo y política de control social, travestida de estilo de vida, no solo logra alejarlas de los ‘vicios y peligros’ que ofrece la ciudad (solo se desplaza hasta allí para trabajar cuando se da el caso), sino que también sirve para venderle la falsa idea de libertad y conquista de autonomía, cuando lo que en práctica se consigue es esclavizarla aun más: después de trabajar, la mujer regresa a casa para cumplir la doble jornada: alguien se tiene que hacer cargo de las tareas domésticas. Esto no cambia.

En este escenario, previo a la revolución sexual, Vivian Bell (Helen Shaver), profesora de literatura inglesa de la Universidad de Columbia, decide poner fin a su matrimonio. La necesidad de cumplir el requisito de seis semanas de separación previo al divorcio es lo que motiva su viaje de Nueva York a Reno, Nevada. Sin hijos y en vías de divorciarse, Vivian renuncia al sueño americano. Se deja antever el inicio de una nueva era. Para ella y para el mundo (los años 60 serían marcados por una revolución de costumbres, movimientos como el hippie y el sicodelismo).

No más llegar a Reno, Vivian se hospeda en el rancho de Frances Parker. Allí conoce a Cay Rivvers (Patricia Charbonneau), una escultora vividora y espíritu libre que trabaja en el casino de la ciudad. Mientras le da largas a Darrell (Dean Butler), su jefe, que sigue enamorado de ella, Cay se divierte bañándose y paseando con amigas sin llegar a comprometerse emocionalmente con nadie. Hasta que le ve a Vivian y se enamora de un flechazo. Y ésta, para su sorpresa, descubre que no consigue mantenerse indiferente y alejarse del todo de Cay, que empieza a cortejarla abiertamente. Ambas se descubren envueltas en una historia que les hará enfrentarse a algo nuevo: Vivian pasará a ser menos estricta, Cay finalmente se verá implicada en una relación con alguien a quien verdaderamente quiere.

Inicialmente Vivian se echa para atrás ante el atrevimiento de Cay y su poca preocupación sobre qué opinan los demás. Pero por mucho que intente, no consigue disimular la tensión sexual que hay siempre que Cay está presente. Tal tensión estalla en un beso cuando Cay la lleva al Lago Tahoe. Después de admirar el paisaje, empieza a llover justo cuando Cay se lanzaba. Vivian se encierra en el coche. Cay, sin importar que la lluvia la siga mojando, desde fuera, toca el cristal y le hace señas para que Vivian lo baje. Ésta lo hace y Cay la besa apasionadamente. Vivian responde, pero luego se sorprende de su reacción y le pide a Cay que la lleve de nuevo a la casa, donde Frances supondrá que Vivian ha intentado seducir a Cay y la echará de su rancho. La actitud de Frances es motivada sobretodo por los celos que tiene de Cay, una especie de hija adoptiva para ella: al ver que Vivian se está convirtiendo en una persona importante en la vida de la niña de sus ojos, trata de alejarla. Los conflictos crecen, he ahí el clímax.

La película cuenta con por lo menos dos escenas antológicas: ésta, la del beso después del paseo por el lago, es romántica e intensa. La escena del beso bajo la lluvia es preciosa: la manera como una toma la iniciativa y la otra reacciona, el paisaje de fondo. Casi se puede escuchar como el corazón de Vivian acelera cuando Cay se le acerca el labio. Por más que enseguida lo interrumpa (podría esperar aquello de Cay pero no de sí misma: lo había disfrutado y no había como negarlo), la sonrisa de Cay lo dice todo: ella sabe, siente, que es correspondida.

La otra escena que ha hecho historia es la de sexo en el hotel. Después de ser expulsada del rancho, Vivian se va a vivir a un hotel. Recibirá la visita de Cay, que la localiza y decide ir a visitarla. Se personifica a la puerta de su habitación sin aviso previo. Vivian no sabe qué hacer: quizá el momento no fuera el adecuado. Ella, que siempre trata de guardar las formas y la compostura, además de vestir de manera formal e impecable, es sorprendida. Hundida en su rutina de espera (después de lo sucedido en el rancho, todo lo que quiere es que pasen las seis semanas de requisito para solicitar la separación a fin de poder irse) se deja ver despeinada y en albornoz. Cay la convence de dejarla pasar. Después de todo, habría que hablar (y no solo hablar). Un momento de despiste de Vivian es suficiente para que Cay se meta en su cama desnuda. “¿Qué haces?”, pregunta Vivian. “Espero por ti”, contesta Cay.

Con protagonistas de carácter antagónico y tan buena química, Media hora más contigo seduce al espectador. Con su bella fotografía, contrasta la aridez del desierto con la avalancha de sentimientos que surge entre dos mujeres. Flirteando con el cine clásico (su narrativa lo es) y el independiente (sobretodo su contenido y la manera de abordarlo), antes de ser una película de temática lésbica, es una historia de amor. Con un guión que equilibra romance, drama y aventura, Media hora más contigo, 27 años después, sigue siendo impactante. Incluso porque se convirtió en un hito: fue la primera película a tener como tema central una historia de amor entre dos mujeres sin envolverlas en un triángulo amoroso o dar a entender que una de ellas pudiera ser bisexual. Tampoco insinúa que su comportamiento es consecuencia de algún trastorno o carencia afectiva. La naturalidad de su abordaje es, desde luego, otro de sus méritos.

Basada en el libro de Jane Rule (Desert of the heart), escritora lesbiana y feminista que también colaboró en el guión, Media hora más contigo es una obra transgresora. Tanto por la manera como la autora enseña a las lesbianas de la América profunda a finales de la década de 50 (sexualizadas y señoras de su destino) como por su final feliz, a contracorriente de lo que el cine venía mostrando. Aunque la película tenga momentos dramáticos y la protagonista interpretada por Helen Shaver tenga sus conflictos, la narrativa es honesta y cargada de tensión sexual. Mérito también de la directora Donna Deitch, igualmente lesbiana y feminista, que supo reflejarlo en pantalla. Nacida en San Francisco, cuna del activismo LGTB estadounidense, tuvo que esperar cuatro años para conseguir el millón y medio que necesitaba para rodar la película. Incluso vendió su casa para conseguir el dinero que le faltaba para cerrar el presupuesto.

Con documentales, telefilmes y capítulos de populares series de televisión (Urgencias, Sin cita previa, Anatomía de Grey, Ley y Orden) en el currículo, Donna, desde entonces, solo ha vuelto a rodar un largometraje (Criminal Passion, de 1994) y lo hizo por encargo de un estudio.

Con premios en festivales como Sundance y Locarno, Media hora más contigo se convirtió en un hito y referencia para otras cineastas que se aventuraron a rodar historias de amor de temática lésbica. Tanto que las productoras de The L Word cuando empezaron a hacer casting, solicitaron que las actrices vieran la película para tener como referencia sus escenas de beso y sexo, no solo pioneras, sino que consideradas las mejores ya rodadas por muchos espectadores e internautas. Queda el legado, lástima que Donna Deitch no se haya animado a compartir otros 90 minutos más con nosotras.

Media hora más contigo (Desert hearts), de Donna Deitch. Con Helen Shaver, Patricia Charbonneau, Audra Lindley, Andra Akers, Dean Butler, Gwen Welles, James Staley, Katie La Bourdette, Alex McArthur, Tyler Tyhurst, Denise Crosby y Jeffrey Tambor. EE. UU., 1985, 96 min.

Trailer: http://www.youtube.com/watch?v=btiuZwlYhyI

Entrevista con actriz y directora:
http://www.youtube.com/watch?v=Yh577dkKglY&feature=related

Clip con las mejores escenas: http://www.youtube.com/watch?v=xyu5zxu8X1s

           

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2 comentarios en “¿Quién no ha querido media hora más?”

  1. Gracias por escribir sobre esta maravillosa película. Es un claro referente para toda la literatura fílmica lésbica y una de las mejores películas de amor de la historia del cine. La he visto como 10 veces. Un cordial saludo. Eva.

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