—Oye, ¿has visto que en la revista que te comenté están publicando historias de amor como la nuestra?
—Sí, lo vi. Escribe la nuestra y mándala, ¡puede que la publiquen!
[…]
—Has visto que han sacado más historias y nosotras sin escribir la nuestra…
—Hazlo y envíala…
—Creo que deberías hacerlo tú… visto desde tu lado quedará bonita…
[…]
Y aquí me encuentro contando nuestra historia que comenzó hace nada menos que 8 años…
Terminé el instituto en el que ya había tenido alguna que otra relación con chicas, nunca fueron largas ya que no pasaban de los 3 meses, y estaba empezando una FP superior en otro instituto. Obviamente no conocía a nadie, todo era una aventura para mis 18 añitos recién cumplidos. En ese primer año empecé a juntarme con unas chicas de mi clase que tambien son lebianas y comencé una relación con una de ellas. Tres meses más tarde, las cosas del destino las juntaron a ellas y yo quedé despechada. La clase era más bien pequeña, ¡12 alumnos! Y tenía que encontrar a otros compañeros con los que poder pasar las miles de horas alli dentro, y comencé a ver a esa chica que se sentaba delante a la que no le habia prestado mucha atención, pero que siempre me habia parecido maja a la par que guapa. Tenía que mirarla siempre de esa manera que miramos a esas chicas guapas pero inalcanzables porque tienen la mala costumbre de tener novio, y encima llevaban ya años.
Pasaron los meses y fuimos estrechando lazos, comenzamos a ser: amigas. No sé ni cómo ni por qué, pero de repente un día me besó. Comenzó como un juego de niños, eres mi mujer, hoy duermes en el sofá, esta noche te doy lo que quieras y un largo etcétera de frasecitas similares que habitualmente se adornaban con besos.
Llegó el verano y las distancias.
Llegó el otoño y comenzó el segundo curso.
Pintaba bien la cosa porque no se había enfriado la relación a pesar de no saber nada la una de la otra en tres meses. Seguíamos con nuestro jueguecito y los besos eran cada vez más intensos. Se organizó un viaje a París de un fin de semana (para ver una exposición) y casualmente era mi cumpleaños. Preparó en su habitación (siempre nos arrepentiremos de haber dejado que nos separaran para dormir) una ‘fiestecita’ sopresa con tarta y cervezas. La gente se fue y terminé en su cama con sus besos, abrazos y una noche inolvidable para las dos.
La vuelta a la rutina fue dura. Mi cabeza no paraba de dar vueltas y pensar en ella. Ella un día me hablaba y me besaba y otro parecía que yo era invisible. Y asi pasó lo que restaba de curso. Cuando me llevaba a casa le decía que qué estaba pasando, se hacía un silencio, un beso y a casa. Un día me di cuenta: yo estaba completamente enamorada de ella. Me armé de valor y se lo dije: te quiero. Otra vez silencio, beso y a casa. Le repetí varias veces que si sentía lo mismo que yo la cosa podría salir, pero la respuesta siempre era: es todo muy complicado.
Terminó el curso y durante un tiempo decidí que poner tierra de por medio era lo mejor. Cuando me había curado un poco (más bien me había convencido de que aquello sería inalcanzable) empezamos a quedar para cenar, siempre con otra amiga para que no fuera muy tensa la cosa. Y empezé a disfrutar de poder tenerla como amiga por lo menos. Pasado un largo tiempo de cenas cada poco tiempo en una vuelta a casa le confesé que siempre la estaría esperando. Silencio, beso y a casa.
Entre toda esta historia tuve otros líos y otras novias. Ella siempre pensando que lo mejor era que cada una siguiese su camino y yo intentando creérmelo.
Años más tarde (ahora mismo hace 3) me invitó a las fiestas de su pueblo. Me emborraché y me sugirió que durmiese con ella para no conducir. En la cama abrazadas le dije que la quería, silencio, beso y a dormir. Al día siguiente con un mar de lágrimas en los ojos le conté a mi mejor amiga que después de estar varios años convenciéndome de que no podía hacer nada con ella y que tenía que dejar de quererla, todo ese muro que creé en mi corazón se había derrumbado con una mirada…
Todo el año siguiente seguimos quedando igual a cenar y tal. Tuve una relación en medio que me ayudó a que se disipase aquella noche.
Y llegó el final del verano y de esa relación, y empezamos a quedar para contarle como iba yo después de mi ruptura y se empezó a estrechar la relación. Volví a decirle que siempre estaría ahí para ella y su respuesta cambió, se convirtió en: algún día… Dos meses más tarde y después de quedar cada vez más a menudo, de escribirnos a todas horas y de empezar a necesitarnos, llegó ese día.
Su cabeza fue la que en ese momento se volvió loca, quiero recordar que había un novio por medio. Se convirtió en una montaña de dudas. Dos semanas después llegó la señal defintiva. Iba a dejar a su novio por un motivo ajeno a nosotras.
Casi un año más tarde aquí estamos sentadas en nuestro sofá pensando en un futuro juntas.
¡Viva el destino! (¡y las mujeres!)
Envía tu historia de amor a [email protected]
Me encanta!!!!! me fascina! espero algún día contar mi historia de amor a ustedes a través de esta revista.
🙂
Pd: Me encanta esta revista. La disfruto mucho y todos los días la visito.
Me encantaría saber cual es el otro lado de la historia. Así tenemos las dos versiones.
Una historia compleja que me recuerda un poquito a algo que yo he vivido y contado en mi blog, (pero la mía, de momento, sin final feliz…). Sonáis bonitas. Y sí, también me gustaría oír la historia contada desde la otra persona.
Fue probable que la contraparte le daba largas a esta relación por su confusión ,tal vez ella en ese momento la amaba solo que decidida no estaba ,probable ,pero finalmente ella se decidió por tener a una hermosa novia y vivir tal cual felices –
Bonita historia, divertida por aquello de ” silencio beso y a casa”, ademas de la excelente forma de contarlo