Micky Knight, una detective lesbiana en Nueva Orleans

La autora, J.M. Redmann

Yocasta, de J.M. Redmann, es la segunda entrega de una serie de hasta siete volúmenes hasta el momento que protagoniza la detective Micky Knight (nótese el “caballero medieval” del falso apellido). Tanto Yocasta como la primera entrega de la saga, “La sombra de la duda”, que también os recomiendo, ganaron el Premio Lambda de literatura. Esta novela puede leerse con independencia del primer volumen. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el primer volumen os será útil para conocer la historia y el carácter de Micky desde el principio y su relación con una mujer que tendrá un papel determinante en esta segunda entrega.

La detective Micky Knight vive en Nueva Orleans, en un apartamento nada glamoroso, minúsculo y desordenado. Comparte piso y despacho con una gata llamada Hepplewhite, practica karate shotokan y le pirran los bocadillos de ostras rebozadas. Conduce un Datsun al que iría bien ponerle un letrero avisando que no está abandonado, no sea que se lo lleve la grúa. Tiene serias dificultades para llegar a final de mes. Irónica e inteligente, su discurso está salpicado de referencias literarias que van de Shakespeare a Jane Austen, Faulkner, George Elliot… Se considera una cínica, aunque admite que “para ser una cínica, soy de un optimismo que da asco”. Alta y fuerte, prefiere llevar ropa cómoda, vaqueros, camisas que le permitan llevar sin problemas sobaquera con pistola y zapatos sin tacón, útiles para trepar o salir corriendo si es necesario. Irresistible para las féminas, la excitación deviene delirio las pocas veces que se enfunda en un ceñido, cortísimo vestido rojo. Sus amigas la aprecian, pero la consideran inestable emocionalmente (desconocen la profundidad de unas heridas que Micky se encarga constantemente de enmascarar) y le recuerdan, a veces muy desconsideradamente, su tendencia a mantener múltiples relaciones de carácter fugaz. En realidad, Micky huye de cualquier relación estable para no resultar herida. Ha construido una coraza y se cree a salvo del amor, pero se verá forzada a decidir si ahí fuera hay una mujer por la que valga la pena arriesgarse.

Micky llega al sarcasmo y la burla cruel cuando se propone ocultar su lado vulnerable, evitar la confesión de sus sentimientos o cuando ha sido herida. Y lamentablemente, eso sucede demasiado a menudo. El origen de su rabia se encuentra en una familia desestructurada y la forzosa convivencia con su muy católica (y homófoba) tía Greta. El sarcasmo es una salida a su dolor. La bebida es otra. Micky bebe demasiado; para ella es una forma – equivocada- de escapar de un pasado no ya doloroso, sino traumático, y que compartirá con otro de los personajes: el abuso infantil. En Yocasta se plantea la necesidad de hablar de ello, explicarlo, ser capaz de borrarse del cuerpo el absurdo sentimiento de culpa que asfixia a mujeres también violadas en la edad adulta: la sensación de que quizás podrían haberlo evitado. El amor y el apoyo de las amigas se plantea como una vía de curación interior y de superación del trauma.

Las obras
Las obras

Yocasta era, en el conocido mito griego de Edipo rey, la madre de Edipo que, horrorizada al descubrir que, sin saberlo, ha estado casada con su propio hijo, se suicida. J.M. Redmann toma una variante de ese suicidio (en vez de horca, una puñalada en el vientre) como base sobre la que alza, simbólicamente, esta novela extensa y apasionante. La cuestión fundamental que plantea Yocasta es el asesinato de varias mujeres cuyo nexo común parece ser el hecho de haber abortado. Todas ellas habían sido visitadas en un centro médico cuyo personal está recibiendo anónimos, supuestamente enviados por algún fanático antiabortista. Paradójicamente, por razones de presupuesto, los profesionales médicos del centro han de compartir el edificio con una comunidad religiosa, lo cual provocará inevitables fricciones, agravadas cuando la doctora James –con la que Micky tiene un profundo vínculo emocional- sea acusada de ser la autora de estos crímenes. El inspector O’Connor, amargado, machista y homófobo, será el encargado de dirigir la investigación, y colaborará a contrapelo con la detective, convencida de que se trata de un plan orquestado para presentar a la doctora James como una asesina.

En Yocasta, como en toda buena novela, nada es del todo blanco o del todo negro. Los personajes evolucionan, cambian posicionamientos a partir de la verdad que les muestran los hechos, crecen y devienen otros. Debaten, discuten ideas, y en virtud de ese diálogo modifican o no su forma de entender el mundo. En estos tiempos de gallardones inscribiendo trasnochadas ideologías a golpe legislativo sobre nuestros cuerpos, me ha parecido muy interesante el debate entre la detective y una monja nada convencional, Sor Ann. El dominio técnico de los diálogos permite a la autora mostrar en profundidad la psicología de los personajes, y en ellos evita un tono que podría resultar excesivamente reivindicativo o panfletario y que habría restado credibilidad a la trama.

Yocasta también trata el tema de la infidelidad. Para una mentalidad patriarcal, la infidelidad de la mujer no tiene disculpa. El resquebrajamiento de ese modelo en la sociedad occidental a finales del siglo pasado supuso la posibilidad de construir modelos de parejas que no necesariamente vivieran este hecho de forma traumática o culpable. Si bien no encontramos en Yocasta parejas abiertas, sí hallamos ejemplos de mujeres que aceptan la necesidad, en un momento concreto de sus vidas, de darse libremente a otra mujer, aunque vuelvan después con su pareja oficial y ésta, a pesar de sufrir por ello, sea capaz de comprender e incluso de mantener su amistad con la –ahora- examante de su pareja. La monogamia, pues, sigue siendo la norma o el modelo deseable en esta novela, aunque hay una cierta apertura. Tengamos en cuenta que se trata de novelas escritas en una primera versión cuando ni siquiera existían los móviles, allá por finales de los 80.

Si leéis Yocasta descubriréis que J.M. Redmann sabe narrar con maestría escenas eróticas de alto voltaje. Conocer a fondo a los personajes hace que comprendamos qué están sintiendo, qué comparten o qué revelan cuando se tocan. Hay variedad, necesidad, placer intenso y mucha ternura en estas relaciones.

En Yocasta tiene una gran relevancia el papel que una mujer puede desempeñar en la vida de otra, y ahora voy más allá del nivel sexual. Hemos hablado de la superación de adicciones, el crecimiento en el perdón, el apoyo en el dolor. También se habla aquí de la transmisión de conocimientos entre mujeres: Micky Knight conocerá a una adolescente que se interroga a sí misma sobre su sexualidad, y ella le proporcionará libros y apoyo para que inicie su camino. Aquí se enmarca también el personaje de Emma, protectora de Micky en su adolescencia y en la que encuentra siempre refugio desinteresado, generoso y libre. Sin el apoyo de Emma, Micky Knight no sería la mujer que es hoy, y tampoco la que llegará a ser. Yo ya no puedo esperar a continuar leyendo esta saga y ver en qué va a convertirse esta detective fuerte, inteligente y tierna llamada Micky Knight.

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6 comentarios en “Micky Knight, una detective lesbiana en Nueva Orleans”

  1. Como siempre una buena novela policiaca que te engancha hasta le final. Y lo mejor de todo seguimos disfrutando de esta intrepede detective.

  2. Sí Marta, J.M. Redmann escribe buenas novelas, emocionantes de principio a fin (y menudo principio el de Yocasta, por cierto ;D). Tengo muchas ganas de seguir leyendo el resto de volúmenes de la saga, y afortunadamente una librería amiga cerca donde irlos adquiriendo. Se me hace difícil no volver a casa cargada con todos ellos, pero quiero ir leyendo las aventuras de Micky Knight como se degusta un buen vino: saboreándolo poco a poco. ¡Muchas gracias por tu comentario!

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