Analizamos ahora la situación de todas las lesbianas que, como yo, han dejado atrás su país para buscarse la vida en lejanas tierras con otra lengua, otras costumbres y otros contratos de trabajo. La subespecie a la que pertenecemos, la “lesbo migrans migrans”, tiene unas características bien definidas: la forman mujeres dinámicas, físicamente atractivas, de fuerte carácter e intelecto sembradito a las cuales nada (o casi nada) asusta, empeñadas como están en triunfar en la vida y sacar todo lo bueno que se pueda de no importa qué situación.
Para ellas no hay obstáculo insalvable, ni siquiera las dificultades que presenta “empezar de cero”, el idioma, la necesidad de relacionarse con otros seres humanos, encontrar sitios para ir a tomar algo, la búsqueda de una posible pareja… En fin, todo lo que supone hacerse un hueco. Nada las desalienta, son como rocas en medio de una tempestad (¡qué envidia!), y además tienen una ventaja (que no siempre es aprovechada y en muchos casos totalmente ignorada) que consiste en que la hispanohablante siempre liga. Me explico: sea por nuestro gracioso acento al expresarnos en otra lengua, por nuestra piel oscura o ese desparpajo que nos caracteriza, lo cierto es que nuestro sex-appeal está por las nubes a nivel europeo. Si no me creéis, escoged cualquier capital a dedo, subíos al avión y comprobadlo; si no ligáis, al menos habréis pasado el día viendo una ciudad nueva.
Son inconfundibles, fijaos bien si algún día, con el plano al revés, os encontráis de viaje; con una iniciativa que salta a la vista, un dominio absoluto de su entorno y la mirada de depredadora, te parecerá que se pasean por esta Tierra como el mismísimo Creador aquella mañana de domingo de hace miles de años. Sin embargo, tras esa fachada puede que se oculte una historia triste: la historia de esa chica de la camiseta de tirantes azul que pasea mirando al mar echando de menos su San Sebastián natal; o la de aquella otra que ha dejado atrás pareja, perro y sofá nuevo buscando un futuro mejor lejos de la crisis. O fíjate bien, mientras degustas los platos típicos de la tierra, en la mujer que come sola dos mesas más allá, que sueña con que lo que tiene delante es un buen pedazo de cochinillo segoviano bien crujiente.
Cuando te cruzas con una belleza natural, carpeta bajo el brazo, paso ligero como si llegara tarde a una cita melena al viento, piensa que en realidad va temblando sólo de pensar en tener que enfrentarse en unos minutos con el feroz funcionario del consulado correspondiente. La vecina (que se te escapó; llevas soñando con ella desde que tienes uso de razón) que se ha ido a no sé dónde, busca trabajo porque ha sido despedida mientras todos en España pensando que siempre se está mejor fuera.
Todas tenemos que buscarnos la vida, labrarnos un futuro y, si queremos tener éxito, trabajar duro para conseguirlo. Y no seamos perezosas a la hora de estudiar el idioma local ni vergonzosas para comunicarnos en él; todas comenzamos hablando como los indios y terminamos susurrando al oído de alguna belleza autóctona con el fin de convencerla de ciertas cosas… y te aseguro que no te costará mucho, las hispanohablantes tenemos un “no sé qué que qué sé yo”… ¡que las vuelve locas!