Durante los últimos años mujeres lesbianas han muerto asesinadas con inquina, con odio. Solo por su orientación sexual
Nicole Saavedra aprendió desde muy joven lo que es el miedo por ser lesbiana, por ser diferente. Creció en un pueblo agrícola de la zona de Quillota, en la región de Valparaíso, Chile. Tenía apenas 16 años la primera vez que un grupo de hombres la siguió al grito de “ven aquí, que vamos a hacerte mujer”, durante el terrorífico camino de dos manzanas que separaban su casa de la casa de su prima. Esa vivencia la llevó a pedirle a su mejor amiga que se distanciara de ella. No quería que por estar tan cerca creyeran que ella también era lesbiana y le hicieran daño.
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La siguiente vez que volvió a tener mucho miedo fue en 2015 cuando un homófobo de un grupo neonazi le dio una paliza. Pero lo peor vendría en 2016, cuando tenía 23 años y estaba terminando sus estudios universitarios. El sábado 18 de junio salió de fiesta con sus amigos. A las siete de la mañana esperaba el autobús para volver a su casa, donde vivía con su hermana y madre, a quien llamó minutos antes para decirle que iba de camino. Pero nunca llegó. El día 25 encontraron su cuerpo. Tenía las muñecas maniatadas, golpes en la cara, el cráneo, y el resto del cuerpo. Nicole había sido torturada durante días y asesinada por ser lesbiana.
Nicole era libre. Visible. Salió del armario a los 14 años, se cortó el pelo y se puso un piercing en la nariz. Tuvo varias novias y siempre llevó su vida con naturalidad y visibilidad. Algo que los lesbófobos no podían tolerar.
Han pasado tres años desde que fue asesinada. Recién se ha formalizado a un posible culpable, aunque se cree que en su asesinato participaron más personas ya que se encontró el móvil de Nicole en poder de un familiar del presunto asesino, Víctor Pulgar. En la región de Valparaíso ya han muerto tres chicas lesbianas. Las tres asesinadas. María Pía Castro, de 19 años, jugadora de fútbol que era constantemente hostigada por su lesbianismo y por ser “masculina”. La golpearon y la quemaron en 2008. Y Susana Sanhueza, asesinada en 2017 por un hombre que decía estar enamorado de ella y que no quería entender que a Susana no le gustaban los hombres.
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Lesbofobia, ese odio selectivo
Según un estudio realizado por el sexólogo y endocrino Emmanuele Jannini y la Universidad de Roma Tor Vegata, hay una alta relación entre homofobia y psicopatía. Pero además de corresponder a personalidades con rasgos psicopáticos, Jannini asegura que la homofobia es también una enfermedad inducida por la cultura y la influencia de creencias religiosas, misoginia y la inseguridad con respecto a la propia masculinidad, un “no ser suficientemente hombre”.
En los lebófobos el odio a la mujer lesbiana es bastante selectivo. Por un lado está el disfrute del lesbianismo solo cuando se percibe como un producto de consumo, por ejemplo a través de la pornografía. El ejemplo más claro lo encontramos en uno de los casos más mediáticos de agresión lesbófoba. El 5 de junio en Londres una pareja de lesbianas regresaba a casa después de una fiesta. Cinco adolescentes las siguieron hasta el autobús. Comenzaron a insultarlas y a obligarlas a que se besaran y se tocaran para ellos disfrutar. Ellas se negaron. Les dieron una paliza. La foto de las chicas con la cara ensangrentada se hizo viral.
El lesbófobo odia a la mujer lesbiana porque está fuera del ámbito de su alcance, pero también a la mujer que sale de los parámetros de lo que es considerado “ser mujer”.
Una lógica enferma que viene a decirnos algo como “no solo te mato, también te humillo. Sigo ofendiéndote incluso cuando ya te lo he arrebatado todo”. Para esas mentes retorcidas es como si las lesbianas no solo tuviéramos que “pagar con nuestra vida” tener una orientación no heterosexual.
“Por bolleras se murieron”
Hay inquina. Stephannye Paola Castro Mora, costarricense, vivía, al igual que Nicole, libremente su sexualidad, llevaba la cabeza casi rapada y su ropa podía considerarse “masculina”. Tenía 28 años y trabajaba como guardia de seguridad. Sus asesinos la torturaron y desmembraron su cuerpo en noviembre de 2018. Pudieron identificarla solo gracias a sus tatuajes. Pero no solo eso. También le pusieron un vestido antes de matarla para burlarse de ella. Lesbofobia desbocada. Intentando castigar a Steph, como la llamaba su familia, por no cumplir con la idea de “mujer” que ellos querían imponer.
Lo mismo les sucedió a Betzi Esmeralda Có Sagastume y Kelli Maritza Villagrán, una pareja de lesbianas guatemalteca de 18 y 26 años. En abril encontraron sus cuerpos atados uno junto al otro en una carretera. Les habían dado una paliza y las habían degollado. Los asesinos habían escrito en sus cuerpos a punta de navaja: “por panochas (bolleras) se murieron”.
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Crímenes de odio sin resolver y con poca cobertura en lo medios, al parecer la Visibilidad debe lucharse incluso desde una tumba. <<El caso de Nicole Saavedra llevaba tres años sin encontrar culpables y en ese sentido la justicia en Chile ha sido muy inoperante ante los crímenes que involucran a mujeres y sobre todo, a lesbianas. El caso de Nicole no es el único, porque se suma a una cadena de otros casos de crímenes a lesbianas que también han quedado en la más completa impunidad, sobre todo en las regiones de Chile, fuera del urbe metropolitano. Esto yo creo se debe a que incluso en estas situaciones, somos consideradas ciudadanas de segunda categoría. Exageradas, locas, como que merecemos que nos sucedan estas situaciones. Si no fuera por las organizaciones lésbicas ni la insistencia de las familias, el caso de Nicole no habría tenido la visibilidad que ha tenido en el último tiempo, y eso, con mucho esfuerzo, porque incluso los medios chilenos no se hicieron eco de las denuncias hasta que apareció el caso reporteado por la BBC>>, nos cuenta Erika Montecinos, directora de la agrupación Rompiendo el Silencio y una de las activistas lesbianas más reconocidas en Chile.
No podemos dejar que ganen la batalla. Llevan décadas poniendo escollos a nuestra existencia. Escollos legales que hemos ido derribando para conseguir ser iguales ante la ley, formar familias, estar protegidas ante la discriminación. Pero estos asesinatos necesitan de fuerza y de una respuesta contundente de nuestra parte. No nos morimos por ser lesbianas. Nos matan por su odio, su misoginia y su lesbofobia. Y necesitamos alzar la voz por aquellas que ya no pueden defenderse.