Nunca pensaron que serían madres, y hoy cuentan sus historias de amor y maternidad

“A los 45 años terminé una relación de 12 años con mi ex pareja. Yo había querido hijos pero ella no, así que bueno, en ese momento era más importante para mi nuestro proyecto juntas, pensé que estaríamos siempre las dos así que renuncié al proyecto maternidad. Y cuando lo dejamos me vi con 45 años, ya muy mayor para buscar embarazarme y triste por eso, con la sensación de que había dejado de hacer algo que me importaba mucho”.

Esta es parte de la historia que cuenta Marisa.

Poco antes de cumplir los 46 conoció a Amanda, una compañera de trabajo con la que rápidamente tuvo una gran compenetración, tanto que a los dos meses empezaron a vivir juntas.

“Amanda, cuando nos conocimos, tenía 37 años y muchas ganas de ser mamá. Llevábamos siete meses juntas cuando decidimos tener un hijo. Todos fliparon, decía que era un error, que no nos conocíamos lo suficiente, nosotras nos sentíamos enamoradas y pensábamos que llevar años con pareja no cambiaba las cosas, muchos se tiran toda la vida juntos, tienen hijos y se divorcian. Nosotras confiábamos en la familia que queríamos tener”.

Marisa y Amanda consiguieron tener a su hijo Rodrigo gracias a una fecundación in vitro que se realizó Amanda en la clínica Reprofiv de Toledo. “No os imagináis lo que es ver el test de embarazo positivo, lo que es coger en brazos a tu hijo recién nacido… Eso es espectacular para cualquier mamá, pero mucho más para una mamá que ya había pensado que nunca viviría eso, un gran regalo de la vida”, nos dice Marisa.

La historia de Laia es muy parecida a la de Marisa. Ya había hecho un duelo personal con el sueño de tener un bebé, a los 31 tuvieron que sacarle el útero por graves problemas de salud. “Me pasé como dos meses llorando, saber que no iba a poder tener hijos fue muy duro, estuve en el psicólogo y una terapia me ayudó bastante. A ver, sabía que como lesbiana podía estar con una mujer y ella podía tener a nuestros hijos, pero me dolía no pasar por el proceso de embarazarme, por tener un hijo mío, eso es duro de aceptar. Dos años después conocí a Emma, la que es mi esposa, y me pasó algo muy curioso,  yo quería que nuestros hijos nacieran de ella, o sea que si yo hubiera tenido mi capacidad reproductiva intacta, igual hubiera querido que nuestra familia viniera de su cuerpo, no sé, sentía tanto amor”.

Laia y Emma también acudieron a la clínica Reprofiv, pero a la de Madrid, donde también se había embarazado la mejor amiga de Emma. A la segunda inseminación artificial Emma se embarazó de una niña que se llama Carmen, como la madre de Laia.

“No me puedo embarazar, pero siento realmente como si a Carmen la hubiera parido yo, no sé, es raro, yo soy muy mística para mis cosas, y creo que por algo sucede lo que sucede. Y ahora me embarazaré desde el corazón otra vez, estamos en busca de un hermano o hermana para nuestra pequeña, así que deseadnos suerte”, concluye Laia.

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