@MJ_MiraLES
Un paso adelante. Dos atrás. Dos adelante, uno o tres atrás. Así avanzamos. Una fuerza nos impulsa, la fuerza del amor, las ganas de construir una sociedad más justa, de ser quienes somos. Y como un tornado nos arrasa otra fuerza contraria. Una lucha constante. Y eso es justamente lo triste, que los Derechos Humanos sean una lucha. Que el amor en sí mismo sea una batalla.
Hace unos días el mundo dirigía sus miradas a Irlanda. Por primera vez los habitantes de un país decidían acerca de legalizar o no el matrimonio igualitario. Ganó lo justo. Ganó el amor. Días después escuchamos a una de las instituciones más influyentes del planeta, la Iglesia Católica, decidir desde su portavoz, Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, que el resultado del referendum es “una derrota para la humanidad”.
¿Una derrota para la humanidad? ¿En serio se puede tener tan poca vergüenza como para catalogar como una ‘derrota para la humanidad’ las uniones legales de personas adultas del mismo sexo que se aman y que quieren tener una vida en común? ¿Es el amor una derrota para la humanidad y no las guerras, la injusta repartición de la riqueza y la pobreza, la situación de la mujer en más de la mitad del mundo, las lapidaciones, violaciones, crímenes de honor, muertes por cosas tan sencillas como no tener acceso al agua potable?
“Leyes por la igualdad real ya” es el lema con el que celebramos los Orgullos estatales este año. ¿Pero qué es la Igualdad Real? Las leyes nos protegen como los brazos de una madre arropan a su bebé. ¿Pero qué nos protege de la oscuridad de los corazones que ven en la “no heterosexualidad” una amenaza digna de ser combatida?
Según el último informe de ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales) publicado el pasado mayo, las relaciones homosexuales siguen siendo penadas en 79 países del mundo. 75 de éstos pertenecen a Naciones Unidas.
79 países donde la homofobia es estatal. Donde el odio arropa y ampara la ignorancia y el miedo, como los brazos de una madre mecen a su bebé.
2015, el año de “Leyes por la igualdad real ya”, en los 6 meses que lleva de recorrido, nos deja un alto número de violaciones correctivas a mujeres lesbianas en África, de hombres homosexuales arrojados desde edificios y rematados en el suelo a pedradas por el Estado Islámico, pero también un rastro significativo de dolor en éste, nuestro mundo occidental, donde seguimos leyendo noticias en las que jóvenes y adultos LGTB se suicidan, o sufren agresiones. El año pasado en España, de los delitos de odio que se denunciaron, el primer puesto del ranking lo tenían aquellos motivados por orientación sexual. El segundo por racismo y xenofobia.
Las leyes por la igualdad real siguen siendo muy necesarias. La ley del matrimonio igualitario ha permitido crear miles de familias que cuentan con un respaldo legal. Y la lucha sigue. Aún nos quedan muchos escalones que subir hasta la verdadera igualdad, como por ejemplo el que las mujeres lesbianas podamos acceder a las técnicas de reproducción asistida de la Sanidad pública, así como las mujeres heterosexuales que quieren ser madres, que podamos inscribir a nuestros hijos en el Registro Civil sin que obligatoriamente debamos estar casadas.
¿Pero qué ley nos ampara del odio injustificado cuando éste es institucional? La homofobia de Estados y religiones es la verdadera derrota de la humanidad, el alimento perfecto de aquellos que día a día agreden desde un pupitre, un escritorio, un púlpito, desde la calle. Los estados y las religiones son también culpables de cada puñetazo, asesinato, y cada acto de discriminación que sufren las personas LGTB.
Un paso adelante, dos atrás. Pero nuestra lucha. Nuestro aporte para un mundo más justo, dar la cara por el amor. Ese es el Orgullo que tenemos que celebrar. Y de eso, hoy, nos sentimos Orgullosas.
¡Feliz Orgullo LGTB!
[…] nuestros Orgullos LGTB? Quieres más memoria tenéis recordaréis que nuestros primeros Orgullos los vivíamos en la calle […]