Ya sé que Peces Barba no es lesbiana y ni siquiera estoy completamente segura de que fuese gay, él no me lo dijo. Encima el hombre acaba de morir y, como siempre ocurre en estos casos, se tiene miedo de estar haciendo daño a su memoria o algo así al insistir en su homosexualidad (supuesta). Hay que tener muy claro que mientras exista la homolesbofobia y su principal instrumento, el armario, es este el que hace daño no sólo a la memoria del recién fallecido, sino a todas las personas lgtb. Acabar con la homolesbotransfobia es la única manera de que nunca más se pueda hacer daño a nadie. Callarse no es solución, sino complicidad. Y como la invisibilidad y el armario ocultan especialmente a las lesbianas, este es un tema que me preocupa mucho y del que he escrito mucho también, incluido un libro: “La construcción de la lesbiana perversa. El caso de Dolores Vázquez”.
Se me podría decir que lo mejor respecto a Peces Barba es el silencio y no escribir hoy aquí, y mucho menos ponerle ese título provocativo a este artículo. Pero el hecho de que el título parezca provocativo, a algunos les parecerá insultante incluso, demuestra el enorme camino que queda por andar todavía hacia la igualdad. No soy yo la que ha sacado del armario a Peces Barba, sino los fascistas del periódico (por decir algo) La Gaceta. Y lo han hecho porque pueden hacerlo, porque nosotros y nosotras mismas les hemos dejado hacerlo al colaborar, con nuestro silencio sobre el armario, a que la homosexualidad siga siendo un baldón en la biografía de los personajes públicos. Pero lo han hecho también, desde el otro lado, los representantes de eso que en el libro antes citado llamé “homofobia liberal” (la frase es de Daniel Borrillo) y que tanto en el caso de D. Vázquez como en el de Peces Barba, tanto años después, se ha especializado el diario El País.
La homofobia de derechas consiste en sacar del armario a una lesbiana o gay con la intención de insultarla, denigrarla. Para que eso sea posible es necesario que dicha persona haya negado toda su vida serlo, se haya ocultado, haya estado en el armario. Es necesario que para esa persona ser gay o lesbiana sea algo insultante, si no lo es, el insulto no cabe. Esa homolesbofobia está sustentada toda ella en el armario y sólo es efectiva en la medida en que el armario lo sea también. Es decir, que esta homolesbofobia necesita de la existencia del armario; si no, queda desactivada. La gaceta decía en un artículo poco después de la muerte de Peces Barba que a este no se le conocía “pareja femenina alguna”, dando a entender, a lo largo de todo el artículo, que pareja masculina sí que tuvo.
Por el contrario, El País, que es el típico representante de la homofobia liberal, hace lo contrario. No sólo oculta siempre, como hizo en el caso de D. Vázquez hasta el final, no sólo se niega prácticamente a escribir de la homosexualidad de nadie (aunque este alguien no esté en el armario, con lo que “armariza” a la fuerza, máxima expresión de la homolesbofobia) sino que, si puede oculta. En el caso de Peces Barba, del que todo el mundo sabe que era gay, publica un supuestamente laudatorio artículo de alguien que lo conoció en el que dice que “ambos buscaban a la mujer de su vida”. Ya. Pues no la encontró nunca, quizá porque no buscaba mujer alguna.
El silencio a estas alturas y en estas condiciones no es opción. La verdad de la propia orientación sexual, sin más, en las condiciones actuales, ya no puede perjudicar a nadie y callarse es ser cómplice de la homolesbofobia. Quien crea que callar la orientación sexual de alguien es mostrar respeto, está dejando que sea la homofobia la que se imponga. Quien crea que la orientación sexual es algo privado, ignora completamente que en todos los obituarios de las personas heterosexuales ésta orientación sí que aparece siempre reflejada, ya sea al mencionar el matrimonio de una persona, o el noviazgo, la pareja o la historia de amor correspondiente. Así que el silencio no es tal, es más bien ausencia, es vacío, es agujero. Y es dejar libre esa ausencia para que sea ocupada por la homolesbofobia. La única manera de desactivar este mecanismo que sigue actuando es decir con toda tranquilidad que una persona es gay y ver que no pasa nada. Si a alguien de la familia le molestia lo sentimos, la homofobia, la lesbofobia no la hemos creado nosotras ni nosotros, sino ellos, y hace daño, produce dolor e incluso muerte. Así que decir de una persona que es lesbiana o gay no es nada malo y no lo sería incluso aunque las personas a las que se hace referencia no lo fueran. Este es el único camino posible.