La legendaria serie de televisión Xena: la princesa guerrera fue estrenada en 1995, y por entonces muy pocos sospechaban que su protagonista fuera a convertirse en un icono lésbico de dimensiones irrepetibles. Sus creadores, Robert Tapert y John Schulian, la rescataron de Hércules, otra serie de carácter épico donde Xena no era más que un personaje secundario en las andanzas del héroe mitológico. Ya en este rol de eventual antagonista de Hércules se le reconocía un carisma especial, así que no es de extrañar que sus productores vieran que esa armadura, ese chakram (alias: disco volador) y ese grito pseudo amazónico daban para muchísimo más.
La historia de Xena es la clásica metamorfosis del inocente que se vuelve villano por sufrir alguna grave injusticia, pero llegado un punto de inflexión sólo desea dar marcha atrás y redimirse. La injustica que transformó a Xena fue la invasión de su aldea y la muerte de su familia, y el punto de inflexión se lo proporcionó precisamente Hércules, haciéndole ver que una vida dedicada al mal carece de sentido. Con esta premisa surge el personaje de Xena tal y como lo conocemos en su propia serie, pero el proceso de su redención tendrá mucho o todo que ver con el otro personaje que hace de La princesa guerrera una serie tan especial para nosotras.
Xena (Lucy Lawless) y Gabrielle (Renée O´Connor) se conocen en el primer episodio, y su relación constituirá la trama central a nivel emotivo. Xena salva a Gabrielle y a otras aldeanas de un grupo de invasores que pretenden esclavizarlas, pero lejos de asustarse por la leyenda oscura que acompaña a Xena, Gabrielle queda fascinada por su habilidad en la batalla y por su vida de aventuras en libertad. Advierte a Xena de que ella no es una aldeana convencional, que no quiere casarse con su prometido ni establecerse en un lugar aburrido, sino ver mundo y perseguir su sueño de convertirse en barda (para escribir y cantar las hazañas de los héroes). Al principio Xena (como buena loba solitaria) la rechaza, pero más adelante se verá que Gabrielle le aporta el equilibrio necesario para no volver a caer en el mal camino y para continuar su nueva cruzada de proteger a los más débiles. El personaje de Gabrielle también tendrá su propia evolución, desde aldeana inocente hasta experta luchadora, pero siempre participando como el contrapunto sentimental ante la visceralidad de Xena.
El carácter íntimo de su relación pasó de ser meramente insinuado al principio de la serie para poco a poco volverse más fácil de apreciar. Nunca llegó a convertirse en explícito, es decir, nunca se reconocieron abiertamente como amantes pero hay que tener en cuenta que ni siquiera las propias actrices conocían la verdadera naturaleza de la relación entre sus personajes (tanto Lawless como O´Connor lo han admitido en varias entrevistas), y que probablemente los guionistas decidieron darle más peso al comprobar la reacción positiva de los espectadores, incluidas nosotras (¿se os ocurre alguien que en aquella época pudiera estar hambriento de referentes?).
Tras el final de la serie en 2001, había opiniones para todos los gustos. Desde los que negaban rotundamente que hubiera algo sentimental entre Xena y Gabrielle (¿en serio?), hasta los que distinguían en su estrecha relación algo de índole metafísica o sobrenatural (no olvidemos que la serie está ambientada en la antigua Grecia, en la era de los antiguos dioses y los señores de la guerra) y los que simplemente veían una relación amorosa subrepticia, con todos sus pros y sus contras terrenales. No en vano a lo largo de los episodios tienen lugar, aparte de las convenientes aventuras, esos sucesivos momentos de intimidad más o menos intensos de quienes al fin y al cabo son compañeras de viaje: que si confesiones junto a la hoguera, que si te tomo de las manos bajo la luz de las estrellas, que si una cosa lleva a la otra y terminamos durmiendo abrazadas… (las girl scouts sabrán a qué me refiero). Pero también hay diversos episodios de celos porque la una o la otra han flirteado con algún dios o mortal, que si luego nos bañamos desnudas en una tina de agua caliente, que si jugamos a las miradas infinitas, que si un bailecito sexy, que si me “disfrazo” de hombre para besarte en la boca (la famosa escena de Autolycus en la segunda temporada), que si no puedo soportar que te cases o si parece que me arrancan una parte de mí misma cada vez que: te secuestran, te hieren, estás a punto de morir o definitivamente mueres (porque hay que ver la de soluciones que se encuentran para esto último). Además, tanto Xena como Gabrielle comparten escenas cuando menos dudosas con otras mujeres a lo largo de toda la serie.
Pero no todos los asuntos entre Xena y Gabrielle son mundanos: también se habla recurrentemente de la idea de ser “almas gemelas”, de estar conectadas más allá de sus propios cuerpos o de su vida actual, más allá de la muerte. De hecho, hay varios episodios en que dejan de ser ellas mismas, tienen otro aspecto e incluso aparecen duplicadas por influencias o hechizos, cambiando de sexo o incluso de época, y la conclusión siempre es que están destinadas a estar juntas y a sentir lo que sienten. En el último episodio de la serie es la única vez que se besan siendo ellas mismas, aunque (como no podía ser de otra manera, evitando ser demasiado explícitos) los guionistas se inventaron que Gabrielle debía ofrecer a Xena el agua sagrada a través de sus propios labios (muy espontáneo todo). Pero, mira, al final les quedó bien y nuestro yo adolescente pudo disfrutar de un beso entre mujeres en la pequeña pantalla, soñando con encontrar a su propia Xena o a su propia Gabrielle. Eso ya es cuestión de gustos.
Siempre me encantó la serie y obviamente sus personajes… La seguía de jovencita, cuando lei el final hace un tiempo me negué jaja a seguir viendola, me enganché tanto a las protagonistas que no quería que acabara jeje, recientemente me hice con toda la serie y se la enseñé a mi pareja, que no la conocia (vaya por dios) nos la zampamos de la A a la Z, y aún ahora cae algún episodio cuando nos da la nostalgia.
Un saludo.
Dios mío,me tragaba cada capítulo con ansia, cada mañana pegada a la tele con muy poquitas excepciones… y creo que me perdí lo mejor, porque no recuerdo muchos de los detalles más interesantes de esta parejita. En fin, es como la final del famoso mundial en que España ganó: me trago todo el partido y caigo dormida en el minuto ciento y pico, ni siquiera vi el gol de Iniesta. Historia de mi vida, vaya por Dios…