Hoy, con motivo del Día de la No Violencia, Cristina Ceballos nos ilustra con un artículo que tiene que ver con un tipo de violencia que no siempre se percibe como tal. ¡Que lo disfrutéis!
Dos chicas pasean tranquilamente por su barrio. Ya las conocen en el bar de la esquina, en el súper, en la tienda de recambios de automóvil y también en el quiosco. Llevan viviendo juntas en el barrio el tiempo suficiente para que nadie haga ningún comentario al verlas pasar. Pero no siempre ha sido así…
Al principio, cuando se mudó, todo el mundo la veía como una chica joven, solitaria, que no tiene novio porque, como decían esperando el ascensor: “Tiene pinta de tener un carácter…”. Es más: su madre, que constituía la única visita a la susodicha, aseguró a la vecina del primero que “Es muy formal; nunca anda con chicos, ya me entiendes, ni hace fiestas ni nada de eso” mientras su hija buscaba desesperadamente la correa del perro para alejar de allí cuanto antes a la autora de sus días.
Todo iba viento en popa. El de la tienda de recambios tenía frito a su hijo, al que no paraba de decirle:
—Es la mujer ideal, hijo: igual te prepara la cena que te hace un cambio de aceite.
Las cotorras del cuarto izquierda aseguraban:
—Es de lo más formal que ha habido desde que Antonia empezó a alquilar el piso cuando murió el marido.
Y Antonia proclamaba a los cuatro vientos en su portal, dos calles más abajo, que:
—Recibo el dinero del alquiler religiosamente. Y ya se sabe que ahora es muy difícil que te paguen bien con la crisis…
Pero un día, una “amiga” se traslada a vivir con ella.
En un primer momento, cada vez que ven a la pobre chica por la calle le aseguran que estará muy a gusto, que tendrá calma para estudiar, que “la niña” cocina muy bien y que tienen “pinta de estar muy bien avenidas”.
Y cuando no las ven salir a la puerta de la calle en todo el fin de semana se las imaginan de voluntarias tocando la guitarra en un campamento organizado por las monjas en plena sierra de Candelario… hasta que una tarde escuchan unos ruidos en el dormitorio que sólo pueden significar una cosa.
Al día siguiente creen haber escuchado el inconfundible chasquido de un beso en el descansillo. Y por la tarde pasean cogidas de la mano con dulzura.
La vecina del primero no puede más y ha montado guardia al lado de los buzones a la hora a la que suele llegar de trabajar “la niña”.
—Buenos días, bonita. ¿Cómo está tu amiga, la estudiante?
—Buenos días, Pura. No es estudiante, trabaja en un geriátrico —mira el buzón con parsimonia.
—Huy, pues si es muy joven… —viendo que por ahí no saca más información, cambia de tercio —¿No tienes novio, eh?
—Ya, ya… Pero a ti en realidad te gustan los chicos, ¿no? Esta es una amiga tuya, que hoy en día os cogéis de la mano y esas cosas que hacéis los jóvenes.—No, Pura, no —no puede evitar una sonrisita…
—No, es mi novia —bombazo. Observación atenta de la reacción de Pura.
—Ya, claro… todos tenemos etapas… —agarra su antebrazo para evitar que pueda escabullirse —Hasta yo misma, en el colegio, cuando jugábamos a saltar a la comba, recuerdo que tenía una compañera que…
Y una interminable y escabrosa historia, con un final muy triste, en el que se pueden identificar fácilmente los pedazos del corazón roto de la vecina del primero tras el abandono de su “mejor amiga”, llena su tarde de reflexiones sobre la conveniencia de mostrarse públicamente.
Y llega a una conclusión clara: la señora es, cuando menos, bisexual.
Cuando baja a comprar las escobillas de los limpiaparabrisas, el dueño tiene una mirada inquietante. Mira fijamente a los ojos, sin pestañear y se demora mucho más que de costumbre en el almacén; además, aún no ha dicho nada de su hijo.
—Bueno, bueno —por fin se decide a hablar—. Pero, ¿tú no has sido lesbiana siempre, no? Trece con setenta y cinco, guapa.
—Sí, de toda la vida —la duda entre ofenderse o tratar el tema con naturalidad asalta su cerebro: decide no reaccionar violentamente y tomárselo como si hubiera una cámara oculta—. Cóbrame con tarjeta y ponme el recambio del ambientador, anda.
—¿Era “brisa marina”, verdad? Ahí tienes. Pero, ¿no os gustan nada los hombres? ¿Nada de nada?
—Gracias. No, a mí no. He sido siempre lesbiana.
—¿Y no hacéis tríos ni nada de eso?
Mirada glacial mientras marca el número secreto.
—No.
—No te enfades, mujer, es sólo una pregunta. Bueno, pues si cambias de opinión, no dudes en venir a buscar a mi hijo, que para eso ha salido al padre. Gracias, maja, adiós.
—Adiós.
La retirada honrosa no fue lo bastante rápida: una de las vecinas del cuarto ha debido oír el portal (no sabemos muy bien cómo) y se precipita hacia el ascensor para “coincidir” con ella mirando el buzón reluciente y vacío.
—Hola, alhaja…
—Hola, Herminia —contesta por educación; aunque lo que a ella le apetece es destilarle gota a gota el recambio del ambientador en un ojo.
—Bueno, qué sorpresa… Yo no tengo nada en contra, yo creo que todo el mundo tiene que vivir como quiera y dejar vivir a los demás. Por cierto, ¿te puedo hacer una pregunta?
Con cara de paciencia, asiente desesperada.
—¿Y tú lo has… probado con un hombre alguna vez?
—Por Dios, Herminia…
—No, no, si yo lo digo porque no me extraña que estéis las dos juntas, tan tranquilitas, porque hay cada patán…
—Bueno, me voy que tengo prisa.
—No te entretengo más, dale recuerdos a tu amiguita de mi parte.
Al abrir la puerta de su casa, cree que ya no puede más. Y todavía tiene que sacar al perro, así que cuanto antes lo haga, mejor. Vaya, tiene que pasar por el bar; afortunadamente, el chico del bar es el más joven del barrio y tiene esperanzas de que no vaya a marearla más.
—Hola Javi —dice al entrar—. Cámbiame para tabaco, anda.
—Hola, guapa. Aquí tienes. Oye, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Sí… —largo suspiro.
—Pero ¿tú quieres ser un hombre?
—No —suspiro corto.
—Pero tú eres lesbiana, ¿no?
—Sí… —nuevo suspiro largo.
—Ya… oye, que sepas que a mí todo me parece bien. ¿Otra preguntita?
—A ver, dime.
—¿Cómo crees que va a quedar Alonso?
Ya da lo mismo, todo esto fue al principio. Ahora ya nadie se extraña ni las mira cuando pasean por la calle agarradas de la mano, porque le da un toque cosmopolita al barrio. Por eso, cuando les ofrecieron comprar un chalecito que era una ganga en una de las mejores zonas de la ciudad, se negaron con horror.
¿Y comenzar otra vez? ¡Ni soñarlo! —dijeron a coro entre risas.
Ja ja, cuánta razón!!! Yo pasé por lo mismo en mi edificio y ya hace 12 años!!! Hay que tener muuucha paciencia. Es curioso, nos hemos quedado con el nombre de “las chicas” del edificio. Lo mejor es cuando te dicen: “no te preocupes si a mi no me importa”, y digo yo, por qué no se preguntan si a mi realmente me importa lo que piensen ellos, que no necesito su aprobación sólo respeto. Bss.
Jo.. supongo que esto me da una muestra inevitable de mi evolución en estos tiempos pero.. ¡me encantaría vivir esta etapa! Encontrar a la mujer de mi vida, mudarnos juntas, pasar el proceso de ir educando -con los altibajos imprescindibles- nuestro entorno en la comprensión. Ver cómo poco a poco se iban abriendo y aprendiendo a no preguntar idioteces. Disfrutar de ver que, gracias a que hay personas diferentes, las otras personas salen de su mundo en blanco y negro, de “derechas de toda la vida”, del “antes estas cosas no se veían”.
jajajajaja qué bueno… pero que paciencia ¿no? Yo soy más de contestar barbaridades para dejar ojipláticx y mientras echarme unas risas…
Interesante la historia y muy real, aunque a mi nunca me preguntaron nada y eso que pasaron por casa varias chicas jajajaj, quizas por que de solo verme , yo siempre tan seria, nunca se atrevieron….solo una vez en la casa de una ex pusieron un condon sucio en la puerta…..unos ignorantes totales!!!!…lo sacamos y punto.
Ayer sucedió, fue mi 1ª vez (si recuerdo bien), la 1ª vez que tenía el desagradable placer de conocer a una persona, una mujer, supongo que de unos 50 y tantos (la edad obviamente es irrelevante), homofóbica. Me quedé de piedra pues evidentemente sé que personas con ese tipo de pensamiento existen, pero nunca me había topado con ninguna. O quizá sí pero no surgió el tema.
Ayer me di cuenta del sufrimiento que todo esto puede ocasionar. Yo por hacer una aclaración, siempre me he considerado hetero pero sé que me puedo enamorar de una chica porque me ha pasado, y a partir de ahí creo que puede volver a pasar y estoy abierta a ello. Nunca he tenido sin embargo relaciones con chicas pero he vivido de cerca con personas no-hetero y ayer se me revolvió todo. Con esto quiero decir que esto me habría tocado incluso hace 20 años, cuando no imaginaba que podía enamorarme de una mujer…
Esta mañana al despertar no podía parar de pensar en todo y lo inútil que es hacer comprender a ciertas personas que donde hay amor no puede haber maldad. Esa persona que además es católica recalcitrante, por desgracia, cuando la religión lo que debe dar es libertad, pero bueno, estaba indignada al oír mi punto de vista y mis explicaciones.
Que si enfermedad, que si desviación, que si no pasa entre los animales, que yo dejaría a mi hija al cuidado de un/a homosexual, cabreada le dije que antes que con un cura seguro, y preguntó también que si mi hija “decidiera” ser lesbiana que si no me daría pena no tener niet@s, AGHHHHHH, de verdad, me entró de todo…
Afortunadamente no es alguien a quien volveré a ver, espero, fue un encuentro un tanto fortuito. De verdad, que me siento muy triste y me gustaría en cierto modo volver a verla para exponerle tantas cosas que desconoce. Pero creo que no vale la pena perder no ya mi tiempo, sino mis nervios con algo así.
Ufff, qué mal rollo… 🙁
Esto me ha recordado un post que escribí hace tiempo, sobre el paki de mi barrio… http://www.editoraconcarrito.com/2010/09/el-senor-paki/
Lo he leído Nuria y la verdad es que lo tuyo fue, por lo que entiendo, bastante suave. Yo es que casi le doy una patada en el trasero.
Y otra cosa que me molesta mucho es cuando oigo: es algo que hay que tomar con normalidad, hay que tolerarlo, hay que aceptarlo, qué se le va a hacer, los tiempos han cambiado. Me cago en…
No “HAY que NADA”, simplemente es, está, existe.
Ayer, cuando por fin se marchó la susodicha, le comenté algo a un amigo que también estaba en durante la “bonita” conversación y no sabía lo que ocurre en muchos países donde la no-heterosexualidad está penada incluso con la muerte. Ahí me quedé aún peor. Lo que mucha de esta gente no sabe es que cualquiera, en mi opinión puede perfectamente enamorarse de alguien de su mismo sexo…
Buah…hay de todo. La gente primero te mira de arriba abajo y se para por último en las manos entrelazadas mientras caminamos. La verdad es que me traen sin cuidado las miradas y algunos comentarios, que la mayoría de gente no te los dice en la cara, sino que se los comenta a otra, y que al final te llega. Me causan la indiferencia más absoluta. A mis casi 40 he vivido de todo, he tenido que estar escondida en el armario, pero una vez ví la luz….desplegué mis alas, y vuelo con total libertad con mi amor. Hemos avanzado mucho, pero aún queda. La gente sigue siendo muy intolerante y sigue pensando que “no es algo natural”. Algo con lo que naces no es natural????….en fín… yo soy mujer, soy lesbiana, soy madre, soy amiga, soy compañera….como cada una de esas personas preguntonas metementodo, soy muchas cosas en la vida, pero hay una diferencia importante, soy respetuosa y tolerante, cosa que muchas personas no serán en su vida, y eso es triste. Mis hijas (que también han tenido que oir cosas en el cole, por ejemplo), son maravillosas, tolerantes y seres libres y felices, porque los niños necesitan AMOR, esa es la base de una familia.
un abrazo a todas
Pues…me encanta mi barrio. No sé dónde ocurre todo eso, tanto borrego junto ya es mala suerte. Nunca nadie se ha dirigido a mí, sola o acompañada, para decirme nada y si alguien lo hiciera no creo tener tanta paciencia, creo que soltaría un “no es de su incumbencia” y punto.
Espero que poco a poco no sea motivo de sorpresa y mucho menos objeto de burla, y sobre todo, que cada cual viva su vida sin ocuparse de la de los demás.