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¿Qué se lee en nosotras?

, publicado el 1 Mayo 2010

[caption id="attachment_36" align="alignleft" width="300"] Directora Revista MíraLES[/caption]

El escritor Paul Valèry decía que las personas y los libros tenemos los mismos enemigos: la humedad, el fuego y, por supuesto, nuestro contenido. Nuestro contenido. Nuestras ideas, nuestra introducción, nuestros capítulos, nuestras notas al pie. Nuestro prólogo, nuestra conclusión. Todo lo que decimos cuando decimos y todo lo que decimos cuando callamos.

Hace algunas semanas una joven lesbiana reunió a su familia para comunicar su orientación sexual y para informarles de que se iría a vivir con su novia.

Los padres y tíos de la chica se acercaron con los brazos abiertos. ¿Para abrazarla? Cabría esperar que sí, ya que es justamente la familia el grupo de personas que más debería quererte. Pero me permito adelantar el final de la historia antes de llegar a él. No era para abrazarla ni para apoyarla. En esta historia ganan los prejuicios y no el amor.

Después de salir del armario, su familia la metió a la fuerza a un coche, le taparon la boca, la golpearon, le apretaron el cuello, la encerraron en una habitación, le quitaron el móvil y la mantuvieron varios días incomunicada y herida, hasta que uno de sus tíos la ayudó a escapar.

El delito de maltrato y secuestro quedó impune, ya que la familia de la chica es una familia "influyente" en Paraguay.

Nuestro contenido. Nuestras ideas, nuestra introducción, nuestros capítulos. Nuestras líneas de miedo, nuestras líneas de odio, nuestras líneas de rabia. Los libros que somos muchas veces nos traicionan. Traicionan nuestros afectos y lealtades. Los libros que conformamos no vienen de la nada. Se alimentan de vertientes. Recogen nuestras impresiones, incluyen los libros que leemos y la forma en que leemos el mundo.

Existen libros que son referentes institucionales y alimentan las páginas de muchos seres humanos alrededor del planeta. Cuando estos contenidos son nocivos, las palabras prejuiciosas y las letras ofensivas, suceden situaciones como las de la chica paraguaya y su familia.

En este último mes hemos visto cómo el contenido de la Iglesia católica mancha de rabia las páginas de muchas personas al declarar públicamente que la pederastia está estrechamente relacionada con la homosexualidad.

Tenemos a un presidente de gobierno, como es Evo Morales, afirmando que la ingesta de pollos cargados de hormonas resta virilidad a los hombres que los consumen, y a casi todos los medios de comunicación informando que el primer mandatario boliviano relaciona la homosexualidad con este consumo.

Los libros que somos siguen sumando prejuicios cuando el ex gobernador americano Mike Huckabee declara públicamente que la homosexualidad es comparable al incesto y al consumo de drogas y que las parejas del mismo sexo no deberían adoptar hijos, porque los niños no son cachorros.

En la misma línea de daño, la ministra de asuntos para la mujer y la familia de Turquía, Selma Aliye Kavaf, compara la homosexualidad con una enfermedad que necesita tratamiento.

Ante tal realidad, en la que muchos de los referentes públicos presentan contenidos tan nocivos en sus letras, las lesbianas y gays tenemos una gran responsabilidad en nuestro entorno, y esta responsabilidad está relacionada con nuestros propios contenidos, nuestras ideas, nuestros capítulos, nuestras notas al pie y nuestras conclusiones.

Nadie puede leer libros que están escondidos en un armario. El contraataque que hacemos es una lucha diaria, es la lucha de nuestra visibilidad; y la forma en que dejamos que el mundo lea en nosotros, que lea lo que somos, que al conocer nuestras líneas y cada una de nuestras letras supere los prejuicios, la ignorancia y los miedos. Que no sólo se lee diariamente en nosotros lo que somos, sino, sobre todo, lo que tenemos derecho a ser.

Categorías: Editorial , Opinión
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