¿Qué serías capaz de hacer por (des)amor?

 

¿Qué serías capaz de hacer por (des)amor?

¿Te vengarías si fueras traicionada? ¿Matarías? Passion, la película que cerró la competición oficial, fue una de la que más se habló durante el Festival de Venecia. No por su calidad cinematográfica precisamente. Las escenas de homoerotismo protagonizadas por Rachel McAdams y Noomi Rapace (la Lisbeth Salander original de la saga Millenium) fueron el real motivo de tanta habladuría.

Incluso porque el thriller no da para mucho más. Pero las dos sí lograron acaparar todas las miradas.

Sin estreno previsto en España, la nueva película de Brian De Palma  es un remake de un largometraje francés de 2010. Mientras no llega a la cartelera española, queda la opción de ir al video club más cercano y alquilar Crimen de amor. Superior en términos de narrativa, también está plagada de escenas de tensión sexual entre sus dos protagonistas; en este caso, entre Kristin Scott Thomas y Ludivine Sagnier.

Con dirección y guión de Alain Corneau, que falleció poco después del estreno de la película, Crimen de amor es un thriller. Pero no como los demás. No gira alrededor del misterio acerca de quién cometió el crimen ni de sus motivaciones (esto queda muy claro en la primera mitad de la película), sino de los detalles de ejecución del plan.

La comparación entre las dos películas es inevitable, incluso porque una fue rodada poco después del estreno de la que la precedió. Curiosos los títulos de las dos versiones: no se trata de un crimen de amor. Tampoco hay pasión. ¿Estrategia de marketing? Muy probable. Así como el intento de venderla como un thriller lésbico. Ingeniosa, ésta es la historia de una venganza motivada por el rencor y la traición. La atmósfera lésbica se hace presente pero queda claro lo que realmente motiva la estrategia de seducción puesta en práctica. Y desde luego no es el deseo, ni la pasión. Menos el amor. Incluso porque una de las mujeres parece incapaz de amar; la otra no sabe qué hacer con el vacío de su vida. Trata de llenarlo con trabajo e idas al gimnasio (“necesito pausas para evadirme y huir de mí”, reconoce). O proyectándose en otra mujer, lo que la lleva a vivir una existencia ajena. Su fijación llega a tal punto que ella se hace amante del amante de la otra. Parecía más preocupada en saber cómo él lo hacía con la otra que disfrutar del acto en sí. Luego asimila rasgos de la personalidad del objeto de su obsesión. Lástima que la película no profundice en las relaciones de poder que se establecen. Y del morbo que despierta una mujer con poder, que, desde luego, no es el mismo morbo que despierta un hombre con poder. Habría que averiguar por qué. Pero la película no gira alrededor de esto.

La película arranca presentando al espectador sus protagonistas y trama. La presentación de personajes y la introducción del tema a ser desarrollado no tarda en  verse en pantalla. Es casi inmediata.

Isabelle (Ludivine Sagnier), ejecutiva junior de una multinacional francesa, se deja guiar por los consejos de Christine (Kristin Scott Thomas), su superior y, a primera vista, una simple compañera de trabajo con mucha más experiencia que ocupa otro escalón en la jerarquía empresarial. Isabelle la respeta, la admira. Pierde noches de sueño por ella. Sea por no entender muy bien qué sentimientos Christine le despierta o por buscar complacerla a toda costa ideando soluciones geniales para los planes de expansión de su empresa. Hasta que se da cuenta de que Christine solo la está utilizando. Decide entonces dejar de trabajar duro para que la otra se ponga el broche de oro. Daniel (Guillaume Marquet), su subordinado, la hace ver que sus méritos le son usurpados y la induce a rebelarse. Incentivada por él, empieza a presentar sus ideas como propias. Esto le sienta fatal a Christine, que al sentirse traicionada, ridiculiza a Isabelle. Su intento desesperado por debilitarla deja antever señales de debilidad. Queda establecida la rivalidad entre las dos.

Phillipe (Patrick Mille) es amante de ambas. Pensaba que contaba con el respaldo de Christine para desviar dinero de la empresa, puesto que ambos se beneficiarían. Luego, cuando el escándalo está a punto de estallar, descubre que lo único que ha hecho Christine fue cubrirse la espalda.

Cuando Christine aparece muerta, tras ser apuñalada en el corazón, una cosa queda clara: aquello había sido obra de alguien que se había involucrado con ella. Sentimentalmente o sexualmente. Profesionalmente o habitualmente. Su verdugo conocía sus costumbres, sus horarios. Sabía a que hora se marchaban sus asistentas, el momento en que estaría sola. Desde luego no es el tipo de crimen que un desconocido cometería. La hipótesis de que su casa fuera invadida por ladrones que le roban unos pocos objetos es poco factible. ¿Un crimen pasional? Puede. ¿Una venganza? Más probable. Ambiciosa, Christine no tenía escrúpulos: estaba dispuesta a todo para alcanzar sus objetivos, incluso había traicionado a sus colegas de trabajo más cercanos, con los que mantenía algún tipo de relación que extrapolaba lo laboral. Era una mujer que tenía muchos enemigos. Implacable, no perdonaba. Fría no solo en su vida profesional sino también en su vida privada, Christine parecía incapaz de amar. Utilizaba a la gente. Y, casualidad del destino: es justo a la altura del corazón donde la hieren. No con un arma cualquiera, sino con un puñal.

Crimen de amor es y no lo es. Es una película policiaca pero sin misterio. Es una historia de amor donde no hay amor. Lejos de la tradición francesa y de los tiempos muertos dejados en la mesa de edición, tiene prisa en narrarse (ni siquiera cuida la ambientación de la acción a nivel laboral, puesto que los escenarios son muy neutrales y apenas se utiliza la jerga característica de los ejecutivos; lo mismo sucede cuando la acción se traslada a la esfera jurídica). La idea es entrar de lleno en la narrativa sin ocuparse de detalles que la hagan verosímil. Apenas aparecen los títulos de créditos iniciales y el espectador ya es lanzado en la acción: Isabelle y Christine, en el salón, debaten estrategias para presentarlas en una reunión, mientras Phillipe, espera, ávido por sexo, en la habitación adyacente. Los tres trabajan en la misma empresa. Coinciden por sus pasillos y sobre la cama. Hasta que uno de ellos muere. Su clímax llega pronto: en la primera mitad del metraje. Luego, en la segunda parte, habrá otro punto de inflexión: la puesta en marcha del plan perfecto. Importa más el “cómo se hizo” que el “quién lo hizo”, ya que esto es desvelado al espectador en el momento del crimen.

Su director, Alain Corneau se murió poco después del estreno de la película. En la década de 70 fue asistente de dirección de reconocidos cineastas, como Costa-Gavras y Nadine Trintignant, con quien posteriormente se casó. Después de un inicio poco prometedor (su primera película, Francia, sociedad anónima, de 1973, fracasó en taquilla), se afianzó como uno de los maestro del cine negro francés, aunque su película más exitosa, Todas las mañanas del mundo (1992), esté basada en la novela de Pascal Quignard y hable de música, más precisamente de la relación entre un maestro y su discípulo.

Sus actrices gozan de prestigio internacional, más allá del territorio francés. Kristin Scott Thomas (Luna de hiel, Cuatro bodas y un funeral y El paciente inglés) nació en Inglaterra pero a los 19 años, después de una decepción profesional (su profesora de arte dramático le sugirió que abandonara la carrera), decidió refugiarse en Francia, donde consiguió trabajo como au pair. Esto explica su fluencia al hablar francés. Ludivine Sagnier (Swimming pool y Ocho mujeres) es la actriz fetiche de uno de los más prestigiosos directores de cine francés de la actualidad: François Ozon. A pesar de los defectos que pueda tener esta película irregular, ver a estas dos actrices compartir pantalla es una de las cosas que hacen con que merezca la pena ver este largometraje.

http://www.youtube.com/watch?v=npYQnCl0E6o

 

Crimen de amor (Crime d’amour), de Alain Corneau. Con Kristin Scott Thomas, Ludivine Sagnier, Patrick Mille, Guillaume Marquet. Francia, 2010, color, 106 min.

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3 comentarios en “¿Qué serías capaz de hacer por (des)amor?”

  1. La he visto hace poco, a raíz de la noticia del estreno de Passión y me ha encantado. Ya no solo por la relación de poder que se establece entre ambas mujeres, que dura más bien poco con el asesinato. Sino por el saber a qué se deben las reacciones de Isabelle, por qué se delata tan pronto y luego recula y nos va mostrando poco a poco su plan perfecto (o no tan perfecto, como nos sugiere Daniel al final del film.

    Yo sí creo que el crimen es un crimen de amor. Creo que sí que existe cierto amor de Isabelle por Christine, ella llena sus vacíos como puede y sentirse un poco el jueguetito o la mascota de Christine, le gusta en un principio, supongo que por seguir los pasos de su superiora, a la que ve como una mujer poderosa, exitosa, atractiva, brillante…

    Hasta que la humilla. Y ahí es cuando entra el amor propio, sobre todo. Isabelle, además de utilizada por su superiora, es humillada y el amor propio, cuando se hiere… MAL.

    Esperaremos que salga el remake o que tengamos acceso a él para verlo. No me seduce que hayan quitado la diferencia de edad entre las protagonistas (igual la hay, pero entre las actrices reales no), pero parece que va a ser más sexual que la primera, así que a ver qué nos ofrecen…

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