Mujeres del mundo. Ya estamos en marzo, el mes que es conocido internacionalmente como “nuestro mes”, el del segundo sexo (que no el primero), el mes en que, por ahí por el 8, recibimos quizás algún detalle, alguna flor, un abrazo, besos y mensajes virtuales con el ya habitual “¡Feliz día de la mujer!”
Un día que parece bonito pero que tiene una raíz bastante tétrica, pues su celebración se relaciona con la escalofriante muerte de 146 mujeres en el incendio de una fábrica textil en Nueva York, que no pudieron escapar porque los dueños de la fábrica habían bloqueado las salidas para evitar robos. Después de este suceso las leyes comenzaron a buscar una mejora en la situación de las mujeres trabajadoras.
La historia universal de la mujer está saturada de capítulos de violencia. Como si nuestro sino fuera el de avanzar con dolor. Con sangre. Con la premisa de que es necesario dejar morir algo para ganar nueva vida. Que podamos votar, abrir una cuenta en el banco, divorciarnos y volver a casarnos, abortar, estudiar, trabajar en condiciones medio decentes, denunciar a quien nos golpea o viola (y que nos hagan caso o no nos culpen), casarnos con una de nuestro mismo sexo… Son victorias que casi están conseguidas en España, poco o medio conseguidas en el mundo. Luchadas. Lloradas. Celebradas. Tan humanas y básicas que da miedo pensar en no tenerlas.
A 104 años de los hechos de la fábrica de Nueva York, ¿cómo es ser mujer en 2015? Empecemos por lo de ser mujer, ya sabemos que no es suficiente con haber nacido en un cuerpo de mujer para serlo, que la identidad de género no se relaciona necesariamente con nuestro sexo biológico.
En 2015 más de 130 millones de mujeres (como es difícil ponerle cara a las cifras vacías, basta con que imagines a todas las mujeres que conoces: familia, amigas, conocidas, pensar en ellas, en cómo sería si les pasara a ellas. Con eso es suficiente) sufren mutilación genital. Como “mutilación genital” son sólo 17 letras que no reflejan todo el horror, podemos imaginar que una persona, provista con un cuchillo, un trozo de vidrio o cualquier objeto afilado, se acerque a nosotras y nos arrebate el clítoris, los labios menores, incluso los labios mayores, robándonos el derecho a gozar de nuestra sexualidad y dejándonos problemas de salud irreversibles, que pueden incluso llevarnos a la muerte. Cuatro niñas son mutiladas cada minuto en el mundo. Lo que tardas en comprar una barra de pan ya ha cambiado para siempre la vida de cuatro mujeres. Diecisiete mil niñas menores de 14 años están en riesgo de sufrir mutilación genital en España.
Ser mujer, además de usar tacones y pintarse los labios, implica estar expuesta a la explotación y el tráfico sexual. Esto es que alguien, en contra de tu voluntad, exponga tu cuerpo a ser violado reiteradas veces en un solo día. A ser sometida por la fuerza, a recibir golpes y amenazas, a que no puedas ver ni a tu familia ni a tus amigos. Que estés secuestrada para ser sólo eso: una esclava, un cuerpo disponible para la violación. Lo que parece el guión de una película mala, es, según Naciones Unidas, la realidad de entre 4 y 5 millones de mujeres y niñas, en este planeta nuestro. Amnistía Internacional nos ha adelantado que una de cada tres mujeres sufrirá violencia (sexual, abusos o golpes) alguna vez en su vida.
Ser mujer en 2015 implica que aunque te levantes cada mañana muy pronto a trabajar, te quedes hasta tarde en la oficina, tengas tres másteres y cuatro idiomas, es probable que ganes menos que un hombre que hace y sabe lo mismo que tú (a veces menos), puesto que la desigualdad salarial entre hombres y mujeres va del 23 al 40%, dependiendo del país. El patrimonio de los 10 hombres más ricos del mundo es un 83% superior al de las 10 mujeres más ricas (Forbes). Y entre las mujeres, la mujer blanca gana más que la negra, la negra urbana más que la campesina indígena. Las mujeres sin hijos más que las que tienen hijos.
En los países de la Unión Europea, entre un 40 y un 50% de las mujeres sufren insinuaciones sexuales no deseadas, contacto físico u otras formas de acoso sexual en el trabajo.
Los crímenes de honor, palabras ceremoniosas con las que se conoce la estupidez máxima de asesinar mujeres porque no se comportan moralmente como le gustaría a los asesinos, nos roba más de 5.000 mujeres al año.
El dolor de la mujer es de números altos, porcentajes elevados. El problema de los números es que no muestran caras, y que las lágrimas, las vertidas y por verter, aún no se pueden contabilizar.