Mi nombre es Cecilie Hansen, soy de Bergen, una ciudad situada en la costa sudoeste de Noruega. Es la segunda ciudad más grande del país, después de la capita, Oslo, y es conocida como la ciudad que está rodeada de siete montañas. Bergen es un sitio bastante bullicioso, con un montón de eventos culturales, por lo que me sentí segura y feliz de crecer ahí. Fui a lo que algunos llaman un instituto pijo, donde los problemáticos años de adolescencia, el estatus y la ropa cara eran más importantes que encontrar tu verdadera identidad. ¿Sería esta es la razón por la que tardé 19 años en darme cuenta de que era lesbiana? No, no lo creo.
Mirando hacia atrás, no recuerdo que nos enseñaran nada sobre homosexualidad en el colegio. De hecho, la homosexualidad era algo bastante ajeno a mí hasta mis últimos años de adolescencia. Los medios de comunicación apenas reflejaban la realidad gays y la homosexualidad no era algo presente en las conversaciones, ni mucho menos entre mi familia o mi grupo de amigos. La primera persona abiertamente homosexual que conocí fue un colega de un trabajo de verano cuando yo tenía 19 años. Un año después se lo conté a mi madre. Ella fue una de las primeras personas con las que hablé y se lo tomó sorprendentemente bien. En realidad no estaba nada extrañada puesto que desde pequeña no fui una niña muy femenina. ¡Seguramente ella vio los signos antes que yo! Me preocupaba más decírselo a mis amigos cercanos, estaba muerta de miedo pero después de lo que ocurrió con mi madre, sabía que no tenía nada por lo que preocuparme. Desde aquel día nunca he tenido una mala experiencia al sincerarme con alguien.
Bergen no tenía un ambiente gay de lo más interesante cuando salí del armario. A pesar de que ya no vivo en allí, me atrevería a decir que este hecho no ha mejorado en los últimos diez años. Pero, ¿necesita Bergen un ambiente gay? Realmente eché de menos no formar parte de un colectivo o de un grupo gay cuando iba a la universidad (seguro que había alguno escondido en alguna parte). De todas formas, las cosas han cambiado desde entonces y en mi opinión creo que ahora hay una aceptación general, especialmente entre las jóvenes generaciones de Bergen, y el hecho de ser homosexual ya no es un problema. Recuerdo mi primera vez en un local gay cuando tenía 24 años. Fue como abrir una puerta a ese surrealista pero fabuloso mundo del que nunca había formado parte.
Tengo muchos amigos en Oslo y los visito varias veces al año. Como la mayoría de capitales, Oslo ofrece una genial mezcla de culturas y un amplio especto de diferentes grupos sociales. Aun y así, la capital tiene una falta de locales y discotecas de ambiente. Por ejemplo, sólo hay un pub de chicas y se abrió hace sólo unos meses. Lo bueno de Oslo, de todas formas, es la aceptación general entre nuestra generación, lo que hace más seguro mostrar nuestra identidad real en la mayoría de las situaciones. No iba a utilizar la palabra seguro pero las circunstancias eran bastante diferentes hace tan sólo veinte años.
No diría que Noruega es especialmente conservadora en cuanto a política se refiere. De hecho, Noruega fue el primer país del mundo en promulgar una ley antidiscriminatoria que protegía a los homosexuales. Las recientes elecciones vieron como el partido laborista social demócrata, una vez más, se hacía con la victoria liderando políticamente en Noruega. El fuerte peso que el partido laborista ha tenido en la política del país ha contribuido a un escalado progreso para la normalización de los homosexuales lo que ha convertido a Noruega en uno de los países más liberales del mundo en cuanto a derechos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales se refiere.
Mi mamá me dijo : «…pero si siempre fuiste una niña muy femenina». La feminidad y masculinidad no tiene nada que ver con la orientación sexual. Ya es hora de olvidar esa falsa creencia.
¡Bien dicho, Claudia!