Buena pregunta.
Para poder responder, sería bueno saber qué entendemos por suerte.
Tenemos suerte cuando nuestro número, de entre millones de posibilidades, sale del bombo y nos ha tocado la lotería. Eso esta claro.
Pero en el resto de cosas de la vida se juntan tantos factores que discernir entre suerte y voluntad se vuelve imposible. Lo cierto es que cada uno tenemos unas cartas con las que jugamos.
No somos iguales ante la ley del amor. Y entran en juego,
1. Nuestras cartas,
2.Cómo las jugamos,
3.La suerte que tengamos.
El punto 3 te puede regalar que tu compañera de trabajo entienda, sea maravillosa y encantadora y además le gustes. O que seas exactamente el prototipo de la chica que te ha gustado y atraviese todo el bar para invitarte a una copa. Si, eso es suerte.
Sin embargo, como si de física cuántica se tratase, según como juegues tus cartas, el punto 1 y el punto 3 se verán radicalmente alterados a tu favor o en tu contra.
En definitiva, el juego esta en manos del punto 2. Y en la forma de jugar tus cartas entra tu autoestima, tu resiliencia y optimismo, tus patrones vinculares, tus creencias sobre ti misma y tu forma de evaluar tus errores y tus logros.
Si no te acercas a la chica que te gusta, porque los riesgos, -que pase de ti- tienen más valor que los logros, no estas jugando tus cartas, eso dejará todo en manos de la suerte más pura, la de la lotería, la de “lo posible pero improbable”: Que puedas mover los objetos y atraigas con tu mirada hasta ti justo a quien a ti te interesa.
La pregunta entonces es: Qué parte de tu felicidad dejas en manos de la otra persona, y qué parte en tus manos. Si haces lo segundo, cabe la posibilidad de que creas que no tuviste suerte, pero lo cierto es que no jugar tus cartas, yendo a por lo que quieres o poniendo tus propios límites, no activará todas las posibilidad que la suerte tiene para ti.
Si al acabar cualquier relación, para ti tienen más peso las perdidas que las ganancias, estarás obviando que el amor pudo ser eterno mientras duró, no estarás cargando los buenos momentos en la memoria, y no extraerás ningún aprendizaje de la relación más que frustración y decepción. Cuando te permites equivocarte y eres compasiva con tu historia, das rienda suelta a la suerte.
Por otro lado, las etiquetas que nos ponemos desactivan nuestra suerte. “No soy suficientemente esto o lo otro”. Automáticamente el efecto mariposa llega a cada una de nuestras células y todo en nosotras se comporta haciendo realidad esa autocreencia. Desde ahí, la suerte no tiene campo para correr: Nada externo te hará cambiar de opinión. Aprender a jugar nuestras cartas pasa porque paremos de auto evaluarnos, y compararnos, y nos dejemos sorprender por nosotros mismos.
En definitiva, antes de afirmar que tienes mala suerte en el amor, pregúntate:
¿Juegas tus cartas?
¿Pones tu suerte en tus manos o esperas que otros la traigan a tu vida?
¿Te permites equivocarte?
¿Tienes una idea o expectativa muy rígida de lo que debería ser tu vida amorosa?
¿Cuando algo en una relación no te gusta, esperas que esa persona cambie en lugar de definir tus límites o tomar decisiones?
Si alguna de estas respuestas es sí, no tienes mala suerte en el amor, sino que no dejas a la suerte ponerse a funcionar. En ese caso, es hora de hacerte responsable de tu propia suerte.
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